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Rajoy cabalga de nuevo

ASEGURA Mariano Rajoy que le parece «obsceno» el hecho de que el magistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, compartieran cacería este pasado fin de semana en una finca de Jaén. No le llevaré la contraria al presidente del PP; pero lo que verdaderamente atenta contra el pudor, cacen o no cacen juntos, es que personajes de esa catadura ocupen cargos en dos poderes del Estado. Garzón, en aras del esperpento generador de incertidumbres que conocemos como excedencia, fue número dos, tras Felipe González, en las listas del PSOE por Madrid para las elecciones de 1993 y, tras su paso por el Legislativo y el Ejecutivo, volvió a ejercer como magistrado. Independientemente de la norma, atenta contra la estética que un devoto confeso del socialismo actúe ahora judicialmente en lo que, con precisión, ha definido Rajoy como «una trama contra el PP». Bermejo, cuya zafiedad es tan notoria como su saña, podría ser, si se guardaran las formas, ministro de Fomento o de Marina; pero nunca de Justicia.

Estuvo bien Rajoy apareciéndose ante los españoles rodeado por todos los integrantes de la Junta Nacional de su partido para trasladar una imagen de unidad que, aunque esté prendida con alfileres, tiende a reforzarse ante una agresión tan brutal y sectaria como la que padecen en las últimas semanas. Son muchos los episodios de corrupción que salpican al PP, y ello debiera llevar a la constitución de una comisión gestora para el partido en Madrid que avente la más mínima responsabilidad; pero es, en su caso, corrupción de las personas. No del partido. Su presidente dejó claro que «ni un solo euro» procedente de tan feos desaguisados como los que contemplamos ha ido a engordar las arcas del PP. Es decir, no cabe la hipótesis de un caso de financiación irregular de un grupo político -experiencia que el PSOE conoce con detalle-, sino en una casual conjunción de chorizos que deben ser depurados. De ahí el acierto de Rajoy, que después de una larga siesta parece transfigurado, al requerir que se levante el secreto del sumario que instruye el justiciero Garzón. La oscuridad con filtraciones dolosas, más que proteger a las personas, perjudica al grupo que es víctima de una instrumentalización de la Justicia que, si las apariencias no engañan, encauza el Fiscal General del Estado, Conde-Pumpido. Cándido, sólo de nombre.

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