¡Tiembla, Rouco!

¿QUÉ pensaríamos, a la vista de los golazos que mete en cada partido, si mañana un periodista deportivo se despachase diciendo que Messi está cuestionadísimo en el Barça? Pues, evidentemente, pensaríamos que el periodista en cuestión ha lanzado la especie mientras se hallaba bajo los efectos de una borrachera de anisete, espolvoreada de sustancias lisérgicas. En cambio, cierta prensa se despacha diciendo que Rouco está cuestionadísimo en Roma y la especie cobra carta de naturaleza, se discute con ardor demente en las tertulias y se glosa en artículos grotescos. ¿Y cuáles son los signos del pretendido cuestionamiento? Rouco le pide al Papa que la próxima Jornada Mundial de la Juventud se celebre en Madrid y el Papa se lo concede. Rouco le pide al Secretario de Estado del Vaticano que venga a dar una conferencia a Madrid y el Secretario de Estado accede. ¡Extraño modo de cuestionar a Rouco! Siempre nos habían dicho que en Roma hilan muy fino, que su diplomacia es sinuosa y que sus gestos deben ser interpretados en clave distinta a la habitual. Pero, vaya, si estas atenciones especialísimas debieran entenderse como un rapapolvo o un tirón de orejas a Rouco, entonces habríamos de aceptar que el Papa es el tío más retorcido del orbe, y su Secretario de Estado el diplomático más taimado que vieron los siglos. ¡Pobrecito Rouco! Si yo estuviera en su pellejo, ya habría solicitado un retiro decoroso en la Trapa. Porque está claro que en Roma lo tienen enfilado y con la soga al cuello. ¡Vamos, está tan clarisisísimo que ya se le oye dar las boqueadas!

Sabíamos que el clima de demogresca en el que se desenvuelve la prensa autóctona sólo halla alimento en el encizañamiento. Y sabíamos también que la prensa autóctona se pirra por trasladar al ámbito eclesial el clima de demogresca que se respira en la politiquilla y, por extensión, en la sociedad española, inventándose discusiones bizantinas que no existen en el seno de la Iglesia, o tratando de crear confusión y tremolina -la táctica del calamar-sobre asuntos doctrinales que la Iglesia tiene solventados desde hace siglos o milenios. Esta manía tan estrafalaria de la prensa autóctona nos recuerda al chiquilín rabioso que no alcanza el picaporte de una puerta y, en lugar de subirse a un taburete, lloriquea solicitando que fabriquen puertas con el picaporte a su alcance. Pero a un chiquilín rabioso no puede exigírsele el esfuerzo de subirse a un taburete, del mismo modo que a la prensa autóctona no puede exigírsele un esfuerzo de comprensión. Además, igual que el chiquilín rabioso sabe que sus lloriqueos y berridos acaban conmoviendo al padre blandengue, la prensa autóctona sabe que sus bizantinismos absurdos sobre la Iglesia exacerban el clima de demogresca y encizañamiento con el que se alimenta; y si la realidad desmiente ese clima de demogresca, ¡pues se niega la realidad y santas pascuas!

El cardenal Bertone vino a exponer la doctrina de la Iglesia y el magisterio de Benedicto XVI sobre Derechos Humanos. Vino a recordar que tales derechos se fundan en una ley moral superior, de validez universal y naturaleza prepolítica; vino a recordar que son indivisibles e innatos a la persona, que no puden ser redefinidos según el interés político, ni adulterados según la conveniencia o utilidad de cada coyuntura histórica; vino a denunciar la creación artificiosa de sedicentes «derechos» que atentan contra la vida, la institución familiar o la libertad religiosa. Vino, en fin, a mostrar la comunión profunda que existe entre Roma y la jerarquía eclesíastica española en los asuntos medulares de la doctrina católica, que es una roca cierta -la única roca cierta-- en medio de la demogresca ambiental. El pobre Rouco tiene que estar sudando sangre, viéndose tan cuestionado, preterido y desautorizado por Roma. ¡Tiembla, Rouco, porque tienes las horas contadas!

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