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Políticos postineros

EMILIO Pérez Touriño, presidente de la Xunta de Galicia y aspirante a seguir siéndolo, es un político postinero. Es decir, pertenece al grupo de quienes, con afectación, hacen gala de un boato que no les corresponde y una importancia que no tienen. Cómo será el número uno de los socialistas gallegos que, para superar sus complejos de poder, necesita rodar por las corredoiras galaicas, entre los zarzales, a bordo de un Audi especialmente blindado y mucho más costoso que el Cadillac que Barack Obama heredó de su predecesor. Eso son manías de grandeza y no las que describen los manuales de Psiquiatría.

ABC denunciaba ayer que Touriño se ha gastado cuatro millones de euros en decorar tres salones del muy lujoso complejo administrativo de San Caetano, sede del Gobierno que preside. Es irritante. Una pieza de cargo que, sumada a las muchas que producen las cinco Administraciones que sufragamos con nuestros impuestos -la europea, la nacional, las autonómicas, las provinciales y las locales-, constituye un alegato contra la indignidad en el ejercicio del poder de muchos entre quienes, lejos de ejercer la función representativa que les encomendamos con nuestro voto, han reverdecido lo peor del caciquismo clásico.

El candidato del PP a la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, manifestó ayer su compromiso de «parar» -si alcanza su objetivo electoral- la «tendencia al lujo» del actual bipartito de gobierno en Santiago. No sé si resulta más indignante el despilfarro ostentoso del titular o la tardía advertencia del aspirante. Puede deducirse que Feijoo se entera de lo que ocurre en su pueblo con la lectura de los periódicos. En ese caso, ¿para qué necesitamos una oposición protagonizada por el partido más votado entre los que se presentan a las elecciones?

Una parte de las malas prácticas de cualquier Gobierno son responsabilidad directa de la oposición. No se trata, como algunos acostumbran, de esperar el turno de poder; sino de, mientras llega, vigilar con atención, estudiar con responsabilidad, exigir con ahínco, señalar con energía, contrastar con lealtad y divulgar sin saña. En su día, ¿no supo el PP que la Xunta encargaba un trabajo decorativo de tan altos vuelos? Si no lo supo, ¿no advirtió que comenzaban las obras y llegaban los muebles? Y guardó silencio.

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