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China conquista a Taiwán con la «diplomacia del panda»

Tuan Tuan, uno de los pandas que China le ha regalado a Taiwán / Reuters

¿Es posible que dos simples pandas contribuyan a la unión de China y Taiwán, la isla que permanece separada del continente desde el final de la Guerra Civil (1945-49) y cuya soberanía es reclamada por Pekín? Por extraño que parezca, puede que sí, ya que este simpático animal prehistórico, del que únicamente quedan unos 1.770 ejemplares en las provincias chinas de Sichuan, Gansu y Shaanxi, se ha convertido en el mejor embajador de un régimen chino que, debido a su política autoritaria, tiene bastante mala imagen en el exterior.

Por ese motivo, Pekín ha regalado pandas a otros países con los que quería fortalecer sus relaciones diplomáticas, como es el caso de España, y recientemente ha hecho lo propio con la “isla rebelde” de Taiwán. Desde el primer día del Año Nuevo Lunar, y tras pasar la cuarentena, dos pandas gigantes pueden ser contemplados en el zoo de Taipei para solaz de sus extasiados visitantes, que se han acercado a millares para ver de cerca el obsequio del gigantesco vecino.

De inmediato, Tuan Tuan y Yuan Yuan han conquistado el corazón de los taiwaneses y, con su misión de unir a las dos Chinas, han resultado mucho más efectivos que el millar de misiles que apuntan a la isla desde el continente o que los constantes llamamientos a la unidad de los gerifaltes del Partido Comunista.

Tuan Yuan significa reunión

Sin embargo, este curioso regalo no es inocente ni desinteresado, ya que, para empezar, el nombre de los dos animales juntos (Tuan Yuan) significa en mandarín “reunión”, lo que deja bastante a las claras las intenciones del régimen de Pekín. Para más inri, el Gobierno chino aseguró en su momento que dicho nombre había sido elegido mayoritariamente en una votación en internet, lo que resulta, como mínimo, paradójico en un país tan poco dado a las elecciones democráticas y donde la censura controla el ciberespacio.

Pero, al margen de estos mensajes subliminales del coloso oriental, la verdadera importancia del regalo era el establecimiento de unos vínculos de unión entre China y Taiwán. Por ese motivo, el anterior gobierno taiwanés del Partido Demócrata Progresista (PDP), presidido por el independentista y hoy acusado de corrupción Chen Shui-bian, rechazó categóricamente el obsequio desde el primer momento que Pekín empezó a ofrecerlo allá por 2005.

Amparándose en que los pandas eran un instrumento más de la propaganda del régimen comunista, los soberanistas del PDP se negaron a aceptarlos. Del mismo modo, también se descolgaron el año pasado del relevo de la antorcha olímpica al entender que la isla había sido incluida en el recorrido nacional como si fuera una parte más de China, y no en el internacional como el Estado independiente que, de facto, es pese a estar reconocido sólo por una veintena de pequeñas naciones.

Sin embargo, el triunfo en las elecciones de marzo del año pasado del partido nacionalista Koumintang, que tiene un discurso de acercamiento a China, desbloqueó ésta y otras situaciones y ha permitido por fin que los taiwaneses disfruten de los dos pandas.

Las relaciones mejoran

Desde que el presidente Ma Ying-jeou subió al poder en mayo, las relaciones han mejorado entre ambos lados del Estrecho de Formosa. Así lo demuestra no sólo la llegada de los pandas a Taipei, sino también el establecimiento regular de los vuelos, barcos y comunicaciones postales directas entre China y Taiwán y los cada vez mayores intercambios económicos entre las dos partes.

No en vano, se calcula que, pese a estar prohibida por la ley taiwanesa, los empresarios de la isla han invertido a través de terceros países más de 128.000 millones de euros en la “fábrica global”, donde ya viven con sus familias 750.000 hombres de negocios que han deslocalizado sus compañías para aprovecharse de la barata mano de obra china.

“Ante estos adorables pandas, deberíamos mostrar más humanidad y menos política”, dijo el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, como respuesta a las críticas de la oposición, que ya ha alertado de que éste es un regalo envenenado que socava la soberanía de la isla. Sin importarle dichas quejas, Ma Ying-jeou acudió junto a miles de padres y niños al zoo de Taipei para disfrutar de los pandas y su diplomacia. Ahora sólo falta esperar que tan tierno animal o el Gobierno de Pekín no acaben dándole el abrazo del oso… o del panda.

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