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ABC Cultural

La vuelta a Julio Cortázar en tres cuentos inéditos

El 12 de febrero se cumplen 25 años de la muerte de Julio Cortázar en París. Con este motivo su viuda, Aurora Bernárdez, y Del Centro de Editores presentan mañana en Madrid los relatos inéditos «Never stop the Press», «Vialidad» y «Almuerzos»

La vuelta a Julio Cortázar en tres cuentos inéditos

Año 1951. Theatre des Champs Elysées. París. Julio Cortázar asiste a un concierto de Igor Stravinsky.Está conmovido «stravinskeando» por primera vez. Paladea al maestro Igor dirigir la orquesta, y a Jean Cocteau, otra gran presencia en su juventud, recitar una de las obras. Llega el entreacto y todo el mundo sale en estampida a buscar un café. Él permanece, completamente en soledad. Entonces, de golpe, le asaltan unos seres verdes. Cortázar tiene la sensación de que hay en el aire personajes indefinibles, una especie de globos verdosos muy cómicos y divertidos. Eran los Cronopios, que ahora vuelven a ver la luz en forma de tres cuentos inéditos que la viuda de Julio Cortázar, Aurora Bernárdez, presentará mañana en Madrid. Para Cortázar, un cuento era como andar en bicicleta: «Mientras se mantiene la velocidad el equilibrio es muy fácil, pero si se empieza a perder velocidad ahí te caes, y un cuento que pierde velocidad al final es un duro golpe para autor y lector».

El material inédito cortazariano que ahora se publica, «De Cronopios y de Famas. Tres nuevas historias», ha sido lujosamente preparado en una gran caja roja por Del Centro de Editores. «Somos muy amigos de la viuda de Cortázar, Aurora Bernárdez, y los dos queríamos hacerle un homenaje en el XXV aniversario de su muerte —explica el editor, Claudio Pérez Míguez—. Tratamos con Aurora la posibilidad de poder hacer un libro especial, que fuera artesanal, una pieza bonita. Ella aceptó nuestra idea y nos concedió la posibilidad de publicar tres textos totalmente inéditos».Los cuentos inéditos de Cortázar son tres historias totalmente acabadas, con correcciones y mecanografiadas por él. Se titulan «Never stop the Press», «Vialidad» y «Almuerzos». Los textos están reproducidos de los manuscritos que dejó Cortázar, y han sido caligrafiados por José María Passalacqua.

«Never stop the Press» («Nunca se debe parar a la Prensa») glosa la historia de un Fama, muy agobiado con su trabajo, y un Esperanza, que le da una resolución a su conflicto: «Cuán sufro. Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi vida es un martirio. Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho del fama se permitió dirigirse al fama», se lee en un fragmento.

El relato titulado «Almuerzos» habla de una cierta incomunicación. «Alguien acude al restaurante de los Cronopios y quiere pedir determinadas cosas, pero, claro, el camarero tiene tantas especificaciones con respecto a esas cosas que termina frustrándose el almuerzo y, en cierta manera, puede ser una visión de un problema de incomunicación», observa Claudio Pérez Míguez.

En «Vialidad» Cortázar plantea toda una incomunicación entre un Cronopio, que conduce temerariamente y no puede llegar a ponerse de acuerdo con el Policía que lo para. «Cómo que quién soy «MC1»—escribe Cortázar aquí—. No ve quién soy yo. Yo veo un uniforme de vigilante, explica el Cronopio muy afligido. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme me dice quién es usted. El vigilante levanta la mano...»

Los inéditos cortazarianos tienen una tirada de cien ejemplares, numerados y firmados. El precio de cada caja es de 260 euros: «Esta edición no tiene fines lucrativos. Esa cantidad es resultado de lo que ha costado editarlos», dice Pérez Míguez.

José María Passalacqua es el amanuense que ha realizado la caligrafía inglesa de los relatos empuñando la sensibilidad cortazariana: «Para tratar de conservar esa sensibilidad de que esté todo hecho a mano he ido y vuelto a la época de unos textos que tienen más de cuarenta años, cuando todavía se trabajaba a mano», explica.

Lo que Julio Cortázar identificó como el primer Cronopio se llamaba Francisco Musitani, a quien le dedica un capítulo muy grande en «La vuelta al día en ochenta mundos». Era un excéntrico total, que vestía de blanco, que peleaba porque el pan viniera en bolsas de nailón y no de hilo, por ejemplo, o que se había construido los pisos de su casa en declive hacia la calle, para que el agua siguiera esa dirección cuando baldeaba. Era un adelantado, pero también un loco. Si tenía una herida le echaba su propio pis, porque «así se curaba rápido». Un día se encontraron Musitani y Cortázar, y el escritor le confesó que le admiraba, y que en algún sentido se parecían. Musitani vivió 100 años.

¿Qué eran los Cronopios?

Decía Cortázar que las conductas especiales de los Cronopios eran un poco la del poeta, la del asocial, la del tipo que vive al margen de las cosas. Los Famas eran los grandes gerentes de los bancos, los presidentes de las repúblicas, la gente formal que defiende un orden, etc... Las Esperanzas eran personajes intermedios, que están un poco a mitad de camino, y sometidas a las influencias de los Famas y de los Cronopios.

Cuando los Cronopios van de viaje encuentran los hoteles llenos, describía a sus seres verdes Julio Cortázar. Llueve a gritos y los taxis no quieren llevarlos, o les cobran precios altísimos. Y sueñan toda la noches que en la ciudad hay grandes fiestas, y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos: «Las Esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan...», confiesa el autor de «Rayuela».

Julio Cortázar, desde muy niño, sentía que el humor era una de las formas con las cuales era posible hacerle frente a la realidad, a las realidades negativas sobre todo: «Si cuando sucedía algo desagradable te defendías con humor salías mejor parado que tu amigo o compañero que no disponía de esa arma, que no veía mas que lo trágico. Bueno, de ahí a lo lúdico no hay más que un paso». Porque quien tiene sentido del humor tiene siempre la tendencia a ver en diferentes elementos de la realidad que lo rodea una serie de constelaciones que se articulan y que son en apariencia absurdas, sostenía. He aquí, pues, el «último round» inédito de Julio Cortázar, el escritor que sigue dando la vuelta al día en 80 mundos.

Un niño prodigio

El primer recuerdo literario de Julio Cortázar es un tintero, una lapicera con pluma «cucharita» y el invierno en Banfield: fuego de salamandra y sabañones. En el atardecer de sus ocho o nueve años, Julio Cortázar habría de escribir un poema para celebrar el cumpleaños de un pariente, y un cuento sobre un perro que se llama Leal y que muere por salvar a una niña caída en manos de malvados raptores. Escribir no le parecía nada insólito, más bien una manera de pasar el tiempo hasta llegar a ser un joven capitán de quince años y poder entrar en la marina, su vocación verdadera. Pero de golpe quiso ser músico, mas no tuvo aptitudes para el solfeo (según su tía), y en cambio los sonetos le salían redondos.

A los 12 años proyectó un poema que modestamente abarcará la entera Historia de la Humanidad, y escribió las 20 páginas correspondientes a la edad de las cavernas. Cortázar leía demasiado, pero el destripaterrones director de su Educación Primaria le hizo una ditirámbica sugerencia a la madre del genio: ¡que le racionara los libros! Ese día, Julio Cortázar empezó a saber que el mundo estaba repleto de idiotas.

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