
Miércoles, 07-01-09
POR J. PRIETO
CÓRDOBA. Son médicos especialistas en oftalmología, ópticos, enfermeros, auxiliares y anestesistas. Para los refugiados en los campamentos de Smara y El Aaiún en el Sahara, la población de Mangola (Tanzania) y Tsiroanomandidy (Madagascar), algo mucho más que simples profesionales. Son la luz de sus ojos, sin la cual la vida sería infinitamente más difícil de lo que podría serlo para alguien con problemas de visión en el mundo desarrollado.
En estos cuatro lugares desarrolla su labor humanitaria internacional la Fundación La Arruzafa de Córdoba, creada en 2005 en el instituto de oftalmología y hospital del mismo nombre que existe en la capital con el objetivo de promocionar la salud oftalmológica, la investigación y la docencia para lograr la universalización de la salud visual por encima de condicionantes económicos, sociales y geográficos.
Bajo esta premisa llevó a cabo del 5 al 13 de diciembre, con la colaboración del Ayuntamiento, la fundación Salud Visual, la Asociación Cordobesa de Amigos de los Niños Saharauis y una óptica asturiana su primera visita a campamentos saharauis en los que ha revisado la vista a 650 niños de 4 y 5 años de edad. De ellos, 40 presentaban alguna deficiencia visual por miopía, astigmatismo o hipermetropía que el doctor Diego Torres y la optometrista Aurora Gomera han detectado gracias a sencillos tests a los que de otra forma no podría acceder la población nativa, y que han frenado regalando gafas y colirios.
Además, se ha detectado estrabismo en varios niños que deberán viajar a Córdoba, en lo que colaborará la Asociación Cordobesa de Amigos de los Niños Saharauis para ser operados en la clínica La Arruzafa sin coste para sus familias.
Cura «social y psicológica»
Así lo explica el presidente de la fundación, el doctor Juan Manuel Laborda, quien matiza que a los niños estrábicos se les hace una cura no sólo física sino también «social y psicológica», pues en el Sahara las personas con desviación en los ojos son rechazadas y «caminan por la calle mirando al suelo».
Adquirido el compromiso moral con esta zona, volverán a ella de nuevo en 2009 como lo harán a otros destinos que ya han visitado anteriormente: Tanzania y Madagascar.
La primera vez que la Fundación La Arruzafa estuvo en la ciudad tanzana de Mangola fue en 2006. A finales de enero y después del verano acudirán por quinta y sexta vez para seguir con las revisiones y operaciones, principalmente de cataratas, ya no sólo a niños. En estos tres años han atendido a 2.200 personas en esta ciudad, donde la fundación tiene una consulta y un quirófano, y a la que trasladar el equipo humano y material en cada visita vale entre 30.000 y 40.000 euros.
El calendario solidario de la fundación incluye también en 2009 un viaje a Tsiroanomandidy, a unos 120 kilómetros de la capital de Madagascar, donde igualmente tiene una consulta desde mayo de 2008 y donde en primavera estará un equipo quirúrgico. Algo más tarde, quizá en el verano, viajarán voluntarios por primera vez a Guinea Ecuatorial, donde han solicitado su ayuda.
Dificultades con los gobiernos
Aunque la población «nos recibe con los brazos abiertos, es amable y agradecida», explica el doctor Laborda, las autoridades de los países dificultan en ocasiones su labor. «Es increíble lo que cuesta entrar aunque vayamos a regalar gafas o colirios. Las autoridades sanitarias, la policía y las aduanas ponen trabas» e intentan sacar provecho económico, cuenta.
Pese a ello, la satisfacción es mayúscula, ya que ayudan a personas con pocos recursos que sin su colaboración quedarían ciegos en la mayoría de los casos. Y lo hacen sin recibir nada a cambio. Sólo que «crecemos como personas», comenta el doctor, consciente también de que su tarea está cambiando conceptos y enriqueciendo las culturas de estos pueblos, en los que las deficiencias visuales o algo normalizado aquí como llevar gafas está mal visto.
«Es una labor tediosa y lenta conseguir que los niños se pongan las gafas que les mandamos y que sigan los tratamientos pero poco a poco conseguimos cambiar la forma de pensar de la población», como el doctor Laborda comprueba cuando vuelve a Tanzania donde, como en el resto de lugares, forman a médicos y enfermeras nativos para que, hasta que vuelvan los voluntarios de la Fundación La Arruzafa, puedan atender las urgencias, seguir la rehabilitación y citar a la población que más lo necesita para cada viaje.