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En busca de la energía sin fin

Será esta primavera, y será junto a los viñedos de California, en el Centro Nacional de Ignición de Livermore: por primera vez en la Tierra, y después de once años de duros experimentos, pruebas y errores, se intentará conseguir una fusión nuclear controlada. El experimento busca algo así como prender una estrella de fabricación casera, recrear los fabulosos mecanismos de liberación de energía que se producen en el seno del Sol. ¿Objetivo? Acabar para siempre con el hambre energética del mundo.

El reto viene de antiguo, por lo menos desde 1905, cuando Albert Einstein formuló su célebre ecuación E= mc2. Einstein estableció que al fusionarse dos núcleos atómicos dan lugar a otro con mayor peso atómico pero con una masa menor a la suma de las masas de los dos núcleos fusionados. Esta masa mermada se libera en forma de energía, que puede ser enorme. Es lo que hace brillar a las estrellas y funcionar a la bomba de hidrógeno.

Lo malo es que desde Einstein hasta ahora la fusión nuclear sólo ha funcionado en el contexto de las armas atómicas. Nadie ha conseguido una fusión nuclear controlada para fines pacíficos. Todos los intentos han fracasado o han requerido una inversión de energía superior a la obtenida.

Pero ahora se avecina un nuevo y espectacular intento de provocar la ignición de una estrella doméstica que detone una reacción termonuclear perfectamente controlada de principio a fin. La idea es conseguir temperaturas muy por encima de los 100 grados centígrados y una fuerza tremenda a partir de una pequeñísima cantidad de combustible, no mayor que la cabeza de un alfiler. Si sale bien se habrán puesto los cimientos de la central nuclear perfecta, la anhelada fuente de energía inagotable.

El experimento empezará dirigiendo un rayo láser infrarrojo a través de un millar de lentes y espejos concienzudamente dispuestos en una superficie equivalente a tres campos de fútbol, hasta obtener un caudal eléctrico 10.000 veces más poderoso que una bombilla doméstica. Sólo esta parte del experimento ya es sumamente delicada, ya que para mantener impolutas las lentes y la trayectoria del láser habrá que bombear químicamente todo el polvo de la estancia.

Posteriormente el haz de rayo láser se dividirá en 192 rayos independientes, se convertirá en luz ultravioleta y se concentrará en una cápsula situada en el centro de una cámara especial, recubierta de aluminio y hormigón. Cuando el láser incida en la cápsula se espera que genere rayos equis de alta intensidad durante unas milmillonésimas de segundo, que comprimirán de tal modo la pequeña cantidad de combustible que debería desencadenarse la fusión nuclear.

La excitación es enorme, y se comprende: por la dimensión científica del experimento y hasta por su dimensión social. El vecindario del Centro Nacional de Ignición de California está un poco harto de que los avances científicos en la zona estén asociados en el imaginario colectivo al uso bélico de la energía atómica. Jeff Wisoff, un antiguo astronauta que es uno de los responsables de este experimento, advierte de que es importante mantener la cabeza fría hasta el último momento y no hacerse demasiadas ilusiones. Si el experimento no culminara la fusión nuclear controlada pero pusiera sus cimientos de manera clara ya podría considerarse un éxito.

Las pruebas siguen moviéndose en una zona de indefinición. “Cuando empezamos con esto simplemente no existía la tecnología necesaria para intentarlo”, recuerda Wisoff, quien insiste en que para que el experimento sea útil hay que encontrar la manera de que la fusión nuclear también lo sea. Por ejemplo, con los datos que ahora tienen, los científicos de California están bastante seguros de que podrían conseguir una ignición como la que se proponen cada cinco horas. Para que una central nuclear de estas características fuera rentable, habría que poder producir una fusión nuclear diez veces cada segundo.

Si se consigue devendría por ejemplo posible obtener con unos cuantos litros de agua tanta energía como de todas las reservas fósiles actuales del planeta. ¿ElDorado? Bueno, entonces lo que podría costar una fortuna no sería tanto la energía en sí como la tecnología que la hace posible. Por eso los científicos luchan por adelantarse y ponerla al servicio de la Humanidad y no de ningún interés creado.

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