Pintar la mona
TRES sesiones, tres, hay programadas en la inminente cumbre salvífica de Washington, el nuevo Bretton Woods donde van a acabarse de un plumazo todas las cuitas que afligen al capitalismo universal. ¿Sesiones de trabajo? Quizá, de ésas sólo dos, y de hora y media cada una, lo que entre veintiún países asistentes y los próceres de la UE, el FMI, el Banco Mundial y demás invitados arroja una media de siete minutos de intervención por cabeza presumiblemente pensante. No, las tres sesiones previstas son fotográficas, faltaría más, para que el mundo tenga constancia de quiénes son los que van a rescatarlo en tres horas mágicas. Ésa es la agenda, comidas y protocolos aparte, de la tormenta internacional de cerebros a la que Zapatero ha sido invitado a última hora con una entrada de reventa; y por si a alguien le quedan dudas del verdadero carácter de la cita, su dietario ha sido organizado por los ministerios de Asuntos Exteriores de cada país asistente, no por los de Economía.
El resonante éxito diplomático del Gobierno español, el más importante desde la coronación imperial de Carlos V o así, consiste pues en que el presidente va a poder pintar la mona en unas fotos con la crema del poder planetario, y quizá disponga de unos minutos de gloria para asombrar a los dirigentes de la tierra con las referencias de nuestro exitoso sistema socioeconómico, sin duda la máquina de generar desempleo más potente y vertiginosa del momento. En tan breve lapso podrá ZP encontrar el marco ideal para su cultivado estilo de trazos superficiales, frases lapidarias, mantras ideológicos y eslóganes huecos, síntesis retórica del pensamiento Alicia que, lamentablemente, no podrá desarrollar con demasiado detalle. Una lástima, porque el mundo se quedará sin escuchar algunas de las novedosas y esenciales aportaciones -«nada de paños calientes»- de la socialdemocracia española a la lucha contra la recesión y la pobreza: los «parados con perspectiva» de Delphi, el déficit-express a base de regalar 400 euros por contribuyente o los más de treinta eufemismos empleados en los últimos diez meses para evitar la palabra «crisis», por no hablar de la última perla de imaginatividad alumbrada por la directora general de (des)Empleo, Maravillas Rojo -juro que se llama así-: el parado alpinista, mezcla de escalador y hombre-araña, de Spiderman y Juanito Oyarzábal, con potencialidades inéditas para la limpieza de fachadas y un futuro arrollador en los ventanales fantasmas de Seseña y otros grandes parques temáticos de la burbuja inmobiliaria.
Será una pena que con tan apretada agenda fotográfica la dirigencia mundial vaya a perderse los pormenores de la contribución española a la estabilidad del sistema. Los grandes mandatarios del orbe tendrán que conformarse con un escueto epítome ideológico -erradicación del hambre, transparencia financiera, democratización de los mercados, fracaso del liberalismo- del sucinto pensamiento del Gran Reformador Socialdemócrata; ilustrado, eso sí, con la sonrisa mejor compuesta de la modernidad. Y se lo querían perder, los muy inconscientes; por un pelo no han cometido el inmenso error de ponerse a refundar el capitalismo -en tres horas- sin la más preclara de sus minervas.
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