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El tigre Obama

Me recuerda a Tiger Woods y no sólo porque ambos tengan padre negro y raíces en Oceanía. Tanto Barack Obama como el mejor golfista del mundo son personajes trasversales. Teóricamente «negros», pero con tanto talento que hubieran triunfado aunque fueran de color verde.

Antes de entrar en materia, es imprescindible subrayar que lo ocurrido este 4 de noviembre hace añicos la sarta de mamonadas que, buena parte de los medios de comunicación españoles ha ido tejiendo sobre Estados Unidos.

Que el hijo de un emigrante africano y una intelectual blanca de vida azarosa, sin fortuna personal y sin aparato de partido detrás, puede llegar a la Casa Blanca y convertirse en el 44 presidente de la nación más poderosa del planeta, demuestra que sigue siendo verdad el sueño americano y que su democracia no tiene parangón en el orbe.

La clave del triunfo de Obama, cuya inteligencia, preparación y capacidad mediática son indiscutibles, ha sido aparecer en el momento preciso y con el mensaje adecuado. Su enorme cosecha de votos refleja el rechazo masivo a George Bush, un presidente tremendamente impopular, pero no hubiera sido posible si un mes antes de la votación no hubiera estallado la crisis financiera.

En el entusiasmo del momento es complicado hacer análisis de fondo, pero no se nos puede olvidar que Obama no ha ejercido nunca de «político negro». En la gran fiesta de Grant Park, la pasada noche, estaba Jesse Jackson, que hasta vertió unas lagrimas, pero ni uno sólo de los líderes negros del movimiento de derechos civiles figura en su equipo. El propio Andrew Young, ex alcalde de Atlanta y en su día ayudante de Martin Luther King, ha declarado que lo único negro de Obama es su pelo: «Da la casualidad de que su padre era de Kenia, pero en todo lo demás es más blanco que McCain».

Suena exagerado, pero lo cierto es que los aliados de Obama en Chicago no han sido ni son activistas negros locales, sino personajes como el clintoniano John Podesta o el congresista judío Rahm Emanuel, quien se perfila como su jefe de Gabinete. Y todos ellos, como Obama, tienen algo en común: son muy listos y muy americanos.

Alfonso

Rojo

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