Tunear el capitalismo
LA moda es el tuning, españolizado como tunear. Que no consiste en «hacer vida de tuno, proceder como tal», según dice la Academia, o sí, que diría el otro. Hacer tuning es poner a punto, se supone que un coche, pero el término ha agrandado su campo semántico a partir de la fiebre tribal de los retoques automovilísticos, hasta convertirse en sinónimo de personalizar, maquillar, rediseñar o redecorar algo a base de accesorios y complementos. La extensión léxica se produjo primero por el campo de la cirugía plástica, y así se decía que una mujer se había tuneado los pechos, los labios o los glúteos, pero ya todo el mundo se tunea cualquier cosa. No sólo Benach, el jardinero desclasado, que se ha tuneado el coche oficial porque quizá le parecía poco lujoso, añadiéndole escabel, escritorio de madera noble, televisión y otros adminículos igualmente proletarios que ha tenido, pobre, que desmontar porque la opinión pública se ha vuelto quisquillosa. El tuneo es un fenómeno social, un uso en boga, un must imprescindible entre la clase dirigente. Los banqueros -algunos- tunean los balances para ponerlos guapos ante los inversores. Solbes tunea los presupuestos para adaptarlos al gusto de los nacionalistas. Bono se tunea la cabellera con implantes para rejuvenecer su imagen institucional. Touriño tunea sus despachos de poder para ponerse más cómodo. Coalición Canaria tunea su ideología para embellecer el trinque con aditamentos de anhelo independentista. Y Zapatero, que como buen posmoderno es un auténtico especialista en tuning -¡si hasta quiso repintar a los batasunos de hombres de paz!-, pretende ir a Washington, la capital del imperio, a tunear el capitalismo.
-¿El capitalismo? ¿Y eso cómo se hace?
Habrá que verlo, pero en principio da la impresión de que le van a volver a pintar la cara con maquillaje socialdemócrata. Capitalismo con rostro humano le llaman, capitalismo del siglo XXI, capitalismo versión tres punto cero. Regulación de los mercados e inyecciones de líquido, que parece el modo de tunear el intervencionismo y las nacionalizaciones. Y todo ello con la ayuda financiera de China, que había empezado tuneando por su cuenta el comunismo y ahora es la esperanza blanca de los tuneros capitalistas, como Sarkozy o Brown, que se han quedado sin fondos para completar el retoque.
-¿Y Zapatero también se va a tunear?
Zapatero no deja de hacerse tuning a sí mismo. De hecho, es lo único en lo que pone energía. Su política es puro retoque, disfraz, afeite. Tiene un discurso escueto y hueco como una carcasa, y se lo encaja a todo lo que encuentra para personalizar su poder. Lleva un año tratando de tunear la crisis con eufemismos y paños calientes, y cuando ha visto que era imposible, se ofrece para ayudar a cambiarle la carrocería al sistema. Por eso tiene tanto interés en ir a Washington; no se ve fuera de un congreso mundial de tuneadores políticos. Ojo, no confundir, pese al criterio de la Academia, tuneadores o tuneros con tunos o tunantes. Por más que con el tiempo acaben siendo sinónimos.
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