«Trabajemos unidos para estabilizar y sanear cuanto antes el sistema financiero»
Don Felipe entregó los premios Príncipe de Asturias pidiendo «aprender de errores para no repetir lo que nunca debió suceder»
La emoción, las lágrimas de Ingrid Betancourt y el recuerdo sincero, noble, humano al hombre que juega el partido más importante de su vida, Seve Ballesteros, conmovieron ayer la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, en un discurso de Don Felipe centrado en la actual crisis que hiere al mundo. La ceremonia la abrió el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte, que debutó en el cargo subrayando quer «nuestros premiados son, en efecto y de nuevo en esta ocasión, la representación viva de los mejores talentos y valores humanos de un mundo que necesita, hoy más que nunca, principios en los que creer y personas que les den vida».
Unos hermosos versos de Salvador Espríu —«Los hombres no pueden / nunca ser / si no son libres»— dieron pie a Don Felipe para esculpir el espíritu de este mundo que se tambalea ante la caída de los valores: «Los seres humanos no podemos vivir sin libertad. Sobrevivimos sin ella, pero no vivimos con plenitud». El Príncipe de Asturias glosó las actuales dificultades económicas, pero aferrándose a la esperanza. Y solicitó «un gran esfuerzo de cooperación y concertación mundial» para combatir la crisis económica que no cesa.
Las heridas de la crisis
Don Felipe abogó, apostó y animó a todos, en su discurso escrito, para que «trabajemos unidos para estabilizar y sanear, cuanto antes, el sistema financiero internacional». Y cifró la unión en estos objetivos: «Busquemos entre todos encauzar correctamente la presión del desarrollo humano sobre el medio ambiente. Hagamos frente solidariamente a los desastres naturales y a las grandes emergencias. Y unamos nuestros esfuerzos para luchar con eficacia y mediante los instrumentos del Estado de Derecho contra el terrorismo, y contra todas las formas de crimen organizado». Son realidades globales del mundo interdependiente en el que vivimos que afectan a aspectos esenciales de nuestra existencia «y condicionan nuestra libertad, progreso o bienestar. Y, por ahora, carecen de soluciones globales eficaces», se lamentó.
En su discurso más importante, el Príncipe de Asturias advirtió que la reciente crisis financiera ha puesto de relieve la necesidad urgente «de superar los grandes riesgos y desafíos que plantea esta comunidad global que estamos construyendo». Y revela lo imprescindible que «resulta para las sociedades y los Estados tomar conciencia de la necesidad de que las instituciones ordenen y regulen la globalización; en definitiva, para ofrecer mayor confianza y esperanza a todos los habitantes del planeta».
La voluntad de España
La gestión de este proceso, en palabras del Heredero de la Corona, requiere «un gran esfuerzo de cooperación y concertación mundial. Precisa de un impulso, equilibrado y respetuoso con las responsabilidades de los Estados, al tiempo que audaz, para que podamos hacer frente con determinación y visión de futuro a los retos que plantea. Para que así también se puedan aprovechar mejor las ventajas que nos proporciona a todos este nuevo escenario mundial». Y puso como ejemplo nuestra nación: «Las tres últimas décadas son la muestra evidente de la voluntad de España de construir su futuro sobre la solidez de los valores democráticos y de situarse activamente en el escenario internacional. Sobre esas bases, estoy convencido de que España está decidida a contribuir a ese gran esfuerzo multilateral para encauzar el proceso de globalización».
Constitución e Independencia
No se olvió Don Felipe de la conmemoración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia ni del trigésimo aniversario de nuestra actual Constitución; así como tampoco de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas hermanas de América, y de la Constitución de Cádiz, «la primera Constitución liberal de lo que hoy llamamos Iberoamérica», eventos cuyo recuerdo está ya en preparación. «Todos ellos, de forma pacífica o con muy duros sacrificios, fueron caminos emprendidos en busca de la libertad y la justicia, pasos trascendentales en la evolución hacia una sociedad avanzada y democrática, gobernada bajo el imperio de la Ley. —destacó el Príncipe—. Son también, como todos los grandes acontecimientos históricos, ejemplos para el futuro».
Aprender de los errrores
Don Felipe pidió a los españoles, y sobre todo a los más jóvenes, meditar sobre los acontemientos que han marcado nuestra Historia para «aprender de los errores, de los fracasos, de las glorias y de los éxitos, para no repetir nunca más aquello que nunca debió suceder y para ensalzar todo lo bueno, lo que nos ha transformado en una gran nación: en la España democrática, diversa, plenamente integrada en Europa, dueña de su destino, y de la que tan orgullosos nos sentimos. España está en el ayer, en su gran historia, pero, sobre todo, está en el mañana. Por ello, estas lecciones del pasado y las nieblas que suelen interponerse ante la mirada al futuro, no pueden impedirnos ver con claridad que estamos ante un mundo nuevo».
Como toda época de transición y de cambios tan rápidos y profundos, observó el Príncipe de Asturias que la actual está repleta de riesgos y de incertidumbres, pero también de oportunidades y de esperanzas: «No es un viaje rutinario el que tenemos ante nosotros. Adentrarse en ese nuevo tiempo exige —más que en cualquier otra ocasión— acierto en el rumbo y firmeza en su conducción; y requiere de una decidida voluntad común basada en la solidaridad entre todos los españoles que les ilusione, de confianza y seguridad. Es un viaje para el que es imprescindible que todo ese esfuerzo se sustente en las fuentes del humanismo y de la ética, que alimentan lo mejor de la vida humana».
Porque como muy bien ilustró el Heredero la historia «también nos enseña que una de las claves del progreso de la humanidad es la capacidad de las personas y de las sociedades para adaptarse a los avances tecnológicos. Por eso, tenemos que ser conscientes de que la educación de nuestros jóvenes y la formación de nuestros ciudadanos forman uno de los ejes principales de nuestro futuro bienestar. Una educación actualizada, con visión universal y basada en el esfuerzo, trabajo bien hecho, y conexión con el mercado laboral».
Asimismo, Don Felipe situó la innovación, la investigación científica y las nuevas tecnologías en la raíz misma de nuestro tejido productivo, que deben asegurar la competitividad de nuestras empresas en el mercado global donde desarrollan hoy su actividad: «Pues solo así, en esta Sociedad del Conocimiento en la que ya vivimos se creará y distribuirá riqueza y se generará empleo, una de las mayores preocupaciones de los españoles». Este es el momento. situó el Príncipe, más que nunca, de pisar el terreno firme de los grandes principios y valores «que son el alma y la razón de ser de nuestros Premios. Aquellos que apoyan nuestra fe en el porvenir y refuerzan nuestra determinación de construir un mundo que queremos más próspero pero, sobre todo, más sostenible y más solidario, mucho más justo y siempre libre. Cada año, nuestros premiados enriquecen nuestras ideas. Sigamos reconociendo en ellos a quienes buscan la verdad y la belleza, a quienes trabajan por la paz, el bienestar y la libertad de todos, a quienes, en fin, ayudan a construir esa ciudad siempre inacabada de un mundo mejor». Palabra del Príncipe. Una atronadora ovación la selló.
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