Cine poco decente
No me refiero a la película de la ninfómana, cine cutre-casposo para pornógrafos acomplejados, pero inocuo. El más dudosamente decente me parece otro, y en eso doy la razón a los promotores de la ninfómana. El que frivoliza y mitifica a las organizaciones criminales, por ejemplo. Ni Ford Coppola ni otros insignes creadores de la Mafia fascinante y glamurosa han tenido jamás problemas para promocionar sus películas.
Ni queja alguna de la Mafia. Habrá que preguntarse por qué. Y por qué, sin embargo, Roberto Saviano, el autor de Gomorra, un relato de los crímenes de la Camorra, vive escondido y debe exiliarse de Italia. El propio Salman Rushdie lo compadece como un caso aún peor que el suyo. Y lo es. A Rushdie lo acompaña una movilización democrática contra el fundamentalismo. Saviano está completamente solo.
La Camorra, la mafia siciliana, la ´Ndrangheta han asesinado más que ETA, que el IRA o que las Brigadas Rojas. Pero todo lo que el mundo democrático hace sobre ello son películas. No de denuncia, precisamente. Los jóvenes camorristas piensan en El precio del poder, en Uno de los nuestros, en Donnie Brasco o en El Padrino, relata Saviano, cuando van a matar o a hacerse matar. Los criminales reproducen los gestos, las palabras, los estilos de vida, las mansiones de los personajes. John Gotti imitaba a Vito Corleone. El boss Schiavone se hizo construir una mansión como la de Tony Montana en El Precio del Poder. Las guardaespaldas de las mujeres boss se visten como Uma Thurman en Kill Bill.
Los espectadores disfrutan y los mafiosos también. Saviano huye. Culpable de que la sangre que inunda su libro carezca de todo glamour.
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