Últ. actualización
Domingo, 28-09-08
POR C. M. / P. M.
MADRID. «Me han entrado cinco veces en la casa. No denuncio por lo que se han llevado, pero estamos preocupados de que tomen como costumbre abrir y meterse dentro». El guardia que tomaba nota de la denuncia de este madrileño estaba boquiabierto. Vivienda media en la sierra noroeste de Madrid, con joyas, abrigos de piel, electrodomésticos. El ladrón ni los miró. Una de las veces se llevó una docena de huevos y una manta; otra leña, cartones de leche y ropa de niño. Estamos en Madrid en 2008. «Empezamos a notarlo a finales del año pasado y va a más. Son lo que llamamos hurto famélico o de necesidad. Hay gente que vuelve a robar para comer. Hacía siglos que había desaparecido esta delincuencia residual, que es un indicador», analiza un mando de la Guardia Civil. Se está dando ya en núcleos de toda la sierra madrileña. Hay decenas de denuncias concretas en Robledo de Chavela (3.600) habitantes), Rascafría (2.000) o Cercedilla (6.700), entre otras poblaciones. Los cacos de necesidad entran de puntillas por una ventana, causan el daño mínimo y cogen lo que les hace falta, como en su día las gallinas afanadas por «El Lute».
Los garajes que algunos utilizan como despensa-almacén también están en el punto de mira de estos ladrones y los supermercados se plantean redoblar seguridad para no ser objeto de mangantes sistemáticos. No son nuevas las detenciones de individuos sin antecedentes, tienen su trabajo en la construcción o la hostelería y un sueldo peor que mileurista que completan con hurtos esporádicos. ¿Qué pasará cuando esta gente, más de la que imaginamos, tenga que sustituir el sueldo entero porque se ha quedado en paro?
«Robará o hará lo que sea, recurrir a pequeñas estafas y a picarescas variadas que no impliquen violencia para tirar adelante», responde un mando policial. No hablan de las falsificaciones industriales y sofisticadas de bandas; hablan de la pareja que escanea e imprime el código de barras de una televisión barata y se lo coloca a una de plasma para pasarla por la caja del hipermercado con 600 euros de ahorro. Si sale bien, pueden vender varias después y sacar unos extras. O de la partida de electrodomésticos o perfumes robada en un polígono. Las palabras hurto y robo están en boca de todos los que se dedican a luchar contra el delito. Dicen que cada vez serán más familiares.

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