La profunda izquierda de El Juli provoca infartos

Una acumulación de noticias siempre supone una turbación para titular. Se arremolinaron ayer en la Monumental de Barcelona varias de distinto peso y orden. Que Zalduendo volviera por sus fueros con una estupenda corrida de toros es una muy positiva. Que Perera saliera andando de una plaza es otra, no por justificada, al lidiar el peor lote, menos noticia. Que El Fundi entrara por Cayetano fue sorpresa de última hora, pues estaba previsto Francisco Rivera hasta la media noche del día anterior. Y que saliera a hombros con el bote de la primitiva de zalduendos también es noticiable. Pero, sobre todas, y no por nueva, la mano izquierda de El Juli se impone en esta carrera loca por hallar un título que no puede ser. Su profundidad por encima y por delante de las tres orejas cortadas, la puerta grande compartida con El Fundi, y la gran zalduendada que se premió con una vuelta al ruedo en el arrastre al quinto de la que ni los mulilleros se enteraron. Y no se dio. Pero juro que el pañuelo azul asomó, tal vez como recompensa global. Porque al toro le faltó rebosarse, o más, a derechas, como se rebosaba por el izquierdo, sometido por una zurda que se fundía con la arena de tanto arrastrar la tela, encajada la cintura, lento el trazo curvilíneo, hasta allí atrás, donde la cadera hace crack. La emoción crecía cuanto más avanzaba la faena, y en el súmmum alguien gritó dos filas más abajo: «¡Un médico, un médico!». En España estas tragedias provocan, y enseguida ya había una docena de voces clamando por un galeno sin saber ni para quién ni por dónde: «¡Un médico, un médico! ¿Qué es lo que pasa? ¡Un médico, un médico!» Incluso El Juli interrumpió la faena durante varios minutos en los que el presidente no paró el reloj: ¿cómo se puede enviar luego un aviso con una estocada en todo lo alto sin considerar y respetar el tiempo en que el torero cesó su geometría de sueños para que evacuaran a un prójimo, con los pies por alto, ni vivo ni muerto, sino todo lo contrario? Quizá el toreo de izquierdas de El Juli, así de hondo, como en San Isidro de 2007, provoque infartos, y es de natural la humana reacción, en esta situación, que se sintiese culpable en cierto modo y parase. Pues ni con el coito interrumpido aquello dejó de ser un faenón en toda regla. Fernando Domecq le debe la vuelta ruedo que nunca fue en el arrastre, y la oreja que le cortó al anterior, que, siendo bueno, y el más lavado de cara por otro lado, se veía lastrado por unos cuartos traseros descoordinados cuanto menos.
El Fundi tuvo en sus manos el toro más cuajado, y el más hermoso de hechuras en su seriedad, de la corrida, que fue el primero. Y como fue se le fue, aun terminando a menos. Completó la suerte un cuarto de clase superior, con ese puntito manso de abrirse, al que Fundi cuajó un final de faena notable y una estocada de ley para desorejarlo. Aunque uno se alegre infinito de que El Fundi goce de las mieles del toreo después de tanta guerra, a veces la naturaleza quiere reordenar el universo para que no meemos fuera del tiesto sacrílegamente.
A Perera, ya está dicho, la suerte le volvió la espalda con un tercero sin ritmo y un sexto rajado a plomo. Excusado está, pero cuando a estos toreros grandes no les sale nada se les ve mucho.
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