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La Costa Brava

La Costa Brava

SUELE aceptarse que el 12 de septiembre de 1908, en un artículo publicado en la La Veu de Catalunya, Ferran Agulló bautizó el litoral gerundense con el nombre de Costa Brava. La cosa, cien años después, tiene su interés histórico y socioeconómico. Históricamente hablando, resulta interesante detenerse en una denominación que en su día, además de ser aceptada con escaso entusiasmo, le valió a Ferran Agulló una cierta mala reputación. Según parece, había quien consideraba que la denominación no era la más apropiada para una costa de perfil no exclusivamente bravo. Tan es así, que por la misma época diversos tramos de la costa gerundense eran conocidos popularmente como la Costa Serena o la Marina de la Selva. Nombres con los que se pretendía nombrar la costa que se extendía desde la desembocadura del río Tordera al cabo de Creus. Aunque, también es cierto que el nombre de Costa Brava era de uso corriente en algunos lugares del litoral gerundense. De ahí, que Josep Pla considerara que Ferran Agulló era un plagiario que se aprovechó del decir y el nombrar de la gente. Por lo demás, no está claro qué paisaje inspiró a Ferran Agulló -o a quien fuera- el apelativo de Costa Brava. La disputa está entre Blanes y Sant Feliu de Guixols. Quizá fuera la primera -la familia Agulló veraneaba en el Blanes de costa escarpada de Es Convent- quien «sugirió» el nombre. Un último apunte: muy probablemente, la afición de Ferran Agulló y sus coetáneos por la Costa Brava responda a la teoría y la práctica de una Renaixença -para entendernos, una suerte de romanticismo alemán a la catalana- obsesionada por ensalzar el territorio.

Si la cuestión histórica tiene interés, el aspecto socioeconómico brinda alguna clave interpretativa. En pocas palabras, la Costa Brava es una suerte de espejo o modelo del desarrollo económico de Cataluña durante el pasado siglo. ¿Qué buscaba Ferran Agulló en su artículo de 1908 editado en una publicación de la Lliga Regionalista? Bautizar el litoral gerundense, sí. Pero, también -el autor no lo oculta- sacar provecho económico del mismo. Y a fe que los prohombres de la Lliga impulsaron las infraestructuras necesarias para que la Costa Brava se convirtiera en un reclamo turístico de primer orden a imagen y semejanza -otra vez el plagio- de la Costa Azul francesa. Con el tiempo, durante el franquismo, ese negocio turístico llamado Costa Brava siguió progresando y dando un pingüe beneficio. Con la llegada de la democracia a España, el negocio no cesó. Lo contrario es cierto: la mayor ocupación del territorio y destrucción del paisaje, no se produjo durante el franquismo, sino en plena democracia. Hoy, en plena crisis económica, cuando el turismo no está en su mejor momento, la Costa Brava apuesta por la calidad en detrimento de la cantidad. ¿Se trata de salvaguardar el territorio? En realidad, se trata de adaptar el negocio a los nuevos tiempos. Como propuso Ferran Agulló hace cien años.

Miguel

Porta Perales

EL OASIS CATALÁN

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