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El embarazo de Rachida Dati

El estado de buena esperanza de Rachida Dati, 42 años, ministra de justicia, soltera, es el acontecimiento más revelador de las hondísimas metamorfosis de la sociedad política y cultural francesa.

Su padre fue un albañil inmigrante pobre marroquí, que llegó a Francia en 1963, el mismo año que su madre, inmigrante argelina sin recursos. Ella es la primera hija de inmigrantes magrebíes que llega a uno de los puestos más altos en la jerarquía del Estado, la segunda de otros once hermanos (seis hembras y cuatro varones), dos de los cuales han sido encarcelados como traficantes de droga.

Rachida Dati trabajó como vendedora ambulante y enfermera, para pagar sus estudios: menudos certificados de economía, finanzas, gestión, hasta llegar a la judicatura, tras haber conseguido el apoyo de grandes personajes públicos, Albin Chalandon (gran patrón de Elf Aquitaine), Jean-Luc Lagardère (Matra), Jacques Attali (BERD), Simone Veil (primera presidenta del Parlamento europeo elegida a través del sufragio universal), y el mismo Nicolas Sarkozy, mucho antes de ser presidente, hacia el 2004, cuando la joven, tenaz y ambiciosa hija de inmigrantes comenzó a trabajar con el entonces ministro del interior como “consejera técnica”, hasta convertirse en una de sus más íntimas confidentes y primera ministra de justicia.

Tras esa espectacular carrera, también hay una historia mal conocida, por escribir: la de una joven hija de inmigrantes árabes (musulmanes que prefieren dar a su hija una enseñanza católica, en un colegio de monjas carmelitas), a quienes sus padres casaron, por vez primera, en 1992, cuando ella ya tenía 27 años, siguiendo algunas tradiciones musulmanas, con un hombre mucho mayor que ella, del que consiguió separarse, anulando aquel matrimonio, tres años más tarde.

Hasta hoy, la vida íntima de Rachida Dati ha sido un secreto absoluto. Dos de sus hermanos fueron detenidos como traficantes de drogas, siendo ella ministra de justicia. Ambos fueron condenados y encarcelados. La ministra no oculta sus orígenes árabes, pero insiste en su formación católica, en una escuela de monjas carmelitas y se considera ella misma “francesa de origen francés, de familia humilde”. Sin embargo, jurídicamente, la ministra también es ciudadana argelina y marroquí, como está previsto por el derecho argelino y marroquí, siendo hija de padre argelino y madre marroquí.

Soltera y sin compromiso conocido, en vísperas de los 43 años, Rachida Dati ha sido la gran vedette de la rentrée política: luciendo con garbo femenino el vientre de una futura madre feliz, a la salida del consejo de ministros, entrevisto tras un elegante traje de chaqueta negro.

Se trata de un acontecimiento sin precedentes, que la ministra trata con el encanto de una gracia íntima, la de un alumbramiento carnal que bien ilustra las hondísimos cambios políticos, sociales y culturales que está viviendo Francia bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy, cuya vida sentimental quizá sea otra ilustración espectacular de las metamorfosis del “arte de vivir” en Francia.

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