La segunda mayor hipotecaria de Estados Unidos, IndyMac, se declara en quiebra
El banco californiano IndyMac (Indepent National Mortgage Corporation) se vino abajo definitivamente ayer, cuando solicitó formalmente acogerse a las protecciones legales para los casos de bancarrota. Hacía sólo tres semanas que el Gobierno norteamericano había entrado al rescate de la entidad. La liquidación no afecta al banco federal expresamente creado para administrar la unidad bancaria nacionalizada.
Según el expediente de bancarrota, la compañía afronta la quiebra con entre 50 y 100 millones de dólares en activos (entre 32 y 64 millones de euros), entre 64 y 320 millones de euros en pasivos y menos de cincuenta acreedores. Extraño balance para el que una vez fue uno de los gigantes hipotecarios de Estados Unidos. Es también el segundo banco más importante que hace aguas en la historia del país.
La economía norteamericana reaccionó con calma tensa ante la noticia de esta muerte anunciada. Entre noticias de un leve repunte del empleo y el susto de las pérdidas mayúsculas en el sector del automóvil, el asunto de IndyMac pasaba de lo ominoso a lo elegíaco. A las autoridades financieras les faltó tiempo para advertir de que lo que quiebra es la compañía madre de IndyMac, no IndyMac Federal Bank, un «banco puente» creado deprisa tras la intervención gubernamental del pasado 11 de julio. Esta nueva unidad bancaria está siendo operada por la Corporación Federal de Seguro de Depósito.
El desastre de IndyMac viene de lejos e incluye no pocos despropósitos y ambigüedades, empezando por su mismo nombre. En Estados Unidos «Mac» se lee como una contracción de «Mortgage Corporation» y se entiende que designa entidades patrocinadas por el Gobierno y de las que éste responde de algún modo, como Freddie Mac. Mucho se ha escrito últimamente sobre el deficiente control del Ejecutivo sobre las entidades que pone bajo su ala. Pero en el caso de IndyMac ni siquiera es así. Fue siempre un banco privado hasta el día de la intervención.
Esta llegó precedida de no poca polémica, después de que el senador demócrata por Nueva York, Charles Schumer, lanzó la alarma sobre la viabilidad del banco. El 26 de junio expresaba en una carta (muy criticada) sus dudas sobre el futuro de IndyMac y sobre la capacidad de los reguladores económicos para defender los intereses de los ahorradores y accionistas si pasaba lo peor.
Inmediatamente pasó lo peor: las colas de gente que quería retirar su dinero de IndyMac llegaron al infinito. En cuestión de días el banco perdió 1,3 billones de dólares.
Hay una investigación en curso del FBI pendiente de determinar si en IndyMac se cometió fraude. Por una vez no se acusa a nadie de «meter la mano» en la caja, sino de elevar a la estratosfera las hipotecas con garantías de barro y los consiguientes riesgos. Ha habido acusaciones de que los ejecutivos de IndyMac eran compelidos a actuar así si no querían perder su empleo. La compañía siempre lo ha negado.
El banco luchaba por persuadir a los reguladores de que era víctima de una infravaloración de sus activos, de que su nivel de riesgo quedaba muy poco por encima del máximo legal y de que si conseguía evitar que le colgaran la etiqueta de entidad mal capitalizada, se podría capear la crisis y quizás incluso encontrar un comprador. Pero no funcionó.
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