Las joyas que dejaron los judíos en España: lugares donde ocurrió algo extraordinario
El escritor y periodista Carlos Aganzo publica 'La huella de Sefarad', una inmersión en la cultura sefardita en España y un viaje a una historia y una cultura poco conocidas
Callejones de la judería de Gerona
Los primeros judíos llegaron a la Península Ibérica antes que los romanos, tal vez tras el éxodo provocado por la destrucción del primer Templo, en Jerusalén, en el 587 a.C. Fuera entonces o un poco antes o un poco después, su obra hasta ... su expulsión (el Edicto de Granada se firmó el 31 de marzo de 1492) es tan extensa e importante como para asegurar que forma parte de lo que somos, dice Carlos Aganzo -escritor, periodista, exdirector de El Norte de Castilla y en la actualidad director de relaciones institucionales en El Norte y director de la Fundación Vocento-, autor junto al fotógrafo Nano Cañas de 'La huella de Sefarad. Las comunidades judías en España: historia, patrimonio, vigencia', un libro publicado por la Federación de comunidades judías de España que cuenta la historia de esos siglos, de los lugares donde vivieron y de las obras relevantes que nos dejaron.
Aganzo empezó a amar la literatura de viajes al mismo tiempo que nacía como periodista, a los 19 años. «Me interesa desde el punto de vista vital y literario. Es un género como otro cualquiera. No sé si es más importante 'La Colmena' o 'El viaje a la Alcarria'. Es literatura de altísimo nivel», explica para contar el origen de esta búsqueda en los paisajes de Sefarad. Hace veinte años, cuando se creó la la Red de Juderías de España, hizo la primera recopilación del patrimonio de judío para Turespaña. Esa información le sirvió para compilar una primera guía en El País Aguilar, y ahora llega este documento lleno de fotos hermosas y un texto completo para entender qué fue Sefarad (ese idílico lugar de convivencia) y cómo cambió el futuro de lo que luego sería España.
-¿De verdad Sefarad, lugar identificado siempre con la Península Ibérica, fue un lugar idílico?
-Cuando estudias el pasado, hasta las guerras pueden parecer grandes gestas. Pero la realidad no tiene nada de idílica. Fue una historia de guerras y muertes. Dicho lo cual, hubo larguísimos períodos de muy fructífera convivencia. Y pongo un ejemplo que para mí es categórico. Si en tiempos de los visigodos hay decenas de pragmáticas en las que prohíben a los cristianos casarse, juntarse o tocar las mercancías de los judíos es porque el pueblo, efectivamente, se está casando y está conviviendo más allá de lo que dijeran las leyes. Por encima de la ortodoxia de las religiones hay una práctica popular, un mestizaje, una convivencia larguísima a través de los siglos.
Aganzo cree que los judíos no han tenido un espacio cultural más brillante que el de Sefarad, «como no hay un monumento que hable del grado de civilización de los musulmanes como la Alhambra de Granada. Hasta Roma se hispanizó más que se romanizó Hispania. Si hay que hacer la suma entre las guerras, las pragmáticas, los odios y la convivencia a lo largo de tantos siglos, creo que hay que leerlo desde una forma positiva, lo que hemos aprendido unos de otros. Somos hijos de esa amalgama. Primó más la convivencia que la intolerancia».
Sobre la mesa, página a página, 'La huella de Sefarad' también es un viaje a lo desconocido. «Es necesario contar esa historia porque la gente no tiene ni idea de lo que significó la presencia judía, de su cultura, de su patrimonio», asegura el autor. En estos veinte años desde su primer texto sobre la judería de Ávila hasta ahora, ha recorrido Sefarad de punta a punta al menos tres veces. Con ese aval, le preguntamos por sus rincones favoritos, por sus consejos para comenzar nuestra propia ruta. Dónde. Qué es lo imprescindible. Qué debemos aprender…
-¿Cuáles son los escenarios imprescindibles para ese viaje?
-Hay dos ciudades esenciales, no solo desde el punto de vista judío, sino hispánico, que son Toledo y Córdoba. Toledo, esa gran judería de Occidente. No hay otro monumento tan esplendoroso como la Sinagoga del Tránsito. Eso desde el punto de vista patrimonial. Pero desde el punto de vista de lo que significó para la filosofía, para las matemáticas, para la poesía, para el pensamiento, el al-Ándalus de los califas, está Córdoba. Luego hay juderías más hermosas, más fascinantes. Pero los dos grandes núcleos donde sucedió algo extraordinario fueron Córdoba y Toledo.
-¿Qué enseñanza podemos sacar como viajeros?
-Lo primero que tenemos que pensar es que somos nosotros. Durante siglos y siglos, hemos convivido y llevamos esa cultura en nuestro adn, es una parte de nosotros mismos. Pero desde el punto de vista patrimonial es importantísima la riqueza y el desarrollo de esas iglesias que están encima de sinagogas, de esos barrios enteros construidos y morados por judíos. Y no solo barrios, porque en la mayoría de las ocasiones vivían distribuidos por toda la ciudad. El apartamiento en los barrios fue en un momento muy concreto. Los primeros judíos llegaron a España antes que los romanos, fíjese si hay convivencia. Si existe una cultura española, es una cultura que suma esa herencia, como diría Cela, de judíos, moros y cristianos. Hay que ver esas ciudades pensando que nosotros somos el producto de toda esa historia, y sentirlas no como una rareza, sino como algo propio. Hay que redescubrir ese sentido de pertenencia. Nuestra cultura no hubiera sido tan grande si no hubiera tenido unos veneros tan importantes.
Judería de Hervás, Cáceres
-¿Hay un prototipo de judería?
-Son muy diferentes. En una ciudad como Calahorra ocupan el antiguo espacio de la ciudadela romana. Esa estructura laberíntica es la ciudadela romana. Casi todos estos barrios estaban protegidos por murallas, porque era responsabilidad de los Reyes su salvaguarda. En Ávila ves las casitas bajas con patio pequeño, encaladas, y pasa lo mismo en Tortosa. Pero son muy diferentes las de Hervás. Las mejores juderías son las que han conseguido preservar lo antiguo. Imagine el barrio viejo de Gerona. Parece una estructura judía, pero es que es una estructura de ciudad medieval, construida por romanos, judíos. No hay un prototipo de barrio, más allá que suelen organizarse en una o dos calles principales. Los judíos de cada lugar tienen las casas que hay en cada lugar. Pero sí es verdad que por ese tradicionalismo de los judíos, lo que vemos es el pasado medieval de esas ciudades.
-¿Cuáles son las más hermosas?
-Pasear por los barrios judíos de Toledo (hay no menos de ocho) es algo impresionante. Igual que, más pequeñita, es sabrosísimo el recorrido por la judería de Córdoba. Pero hay una ciudad que es algo especial desde el punto de vista sentimental, que nos invita a soñar cómo se pudo vivir, con esos callejones a veces cerrados con verjas, que es Gerona. Como belleza de ciudad, de barrio viejo, de barrio medieval, es espectacular. Perderte por Gerona es una de las experiencias más hermosas que hay. Y hay otra que añadiría que es Lucena. Tiene una peculiaridad. Fue la única ciudad donde durante un tiempo vivían dentro de las murallas los judíos, y fuera, los cristianos y los musulmanes. Son cuatro ciudades donde la percepción de la belleza es intensísima.
Miqvé de Besalú, Gerona
-¿Y edificios concretos?
-En Toledo hay que señalar la Sinagoga del Tránsito (junto al Museo Sefardí), y la de Santa María la Blanca, que también es hermosísima. Pero luego hay pequeños lugares sobrecogedores. Estoy pensando por ejemplo en el miqvé de Besalú (Gerona). El paseo por esa judería es hermoso, pero el miqvé, que está perfectamente conservado, con sus medidas para el agua y los baños rituales, es un lugar absolutamente fascinante. También lo es recorrer las dos juderías de Palma de Mallorca, pensando que los chuetas nunca se fueron de allí, a pesar de que les trataran de otra manera por ser descendientes de judíos. Si vamos viendo, no hay en España una región donde no tengan su espacio las juderías. En Galicia, Ribadavia; en Extremadura, Hervás, Plasencia…
-¿Hay diferencias entre las juderías del sur y el norte, del Mediterráneo o de Castilla?
-Los judíos no eran un modelo que vivía aparte. Las casas de los judíos de Ribadavia no tienen nada que ver con las de los judíos de Lucena. Lo que se mantenía es la aljama, una organización jurídica y social semejante. Eso era lo que daba unidad a las ciudades. Pero en el modo de vida, hay mucha variedad dentro. De ahí la belleza de cuando recorremos esta España hecha de muchas Españas, esas mismas diferencias y riqueza existía entre los judíos.
-En el libro también se presta atención a los libros sagrados.
-Es que para mí es muy hermoso ver una buena torá medieval. Las hay en Toledo, en Béjar, y en Melilla también hay una preciosa. Entender qué significan esos rollos es esencial para entender la vida religiosa. Pero hay algo muy especial. Saber que el libro del Zohar, escrito por Mosé de León en el siglo XIII, se escribió en Ávila, es muy emocionante. A Ávila yo la llamo la Jerusalén de Castilla, no solo por estar amurallada, sino por esa parte que tiene de ciudad levítica, de ciudad de interior. Esa emoción se sienta también en el interior de algunas sinagogas que se han recuperado, de las que se pueden visitar, como la de Córdoba o las de Toledo, o algunas iglesias, como la del Corpus Christi, en Segovia, donde al entrar y ver esa arquitectura en ese lugar sagrado, se entiende muy bien cómo la religión y la cultura lo acaba impregnando todo. Es bonito también ir a las sinagogas actuales que funcionan, como la de Ceuta o la de Melilla.
-¿Se ha perdido mucho patrimonio, arrasado en distintas épocas?
-Lo que es sorprendente es que perviva tanto patrimonio. Muchas sinagogas que se han salvado, como la del barrio de la Quebrada en Cáceres, es porque un día fueron sinagogas y al día siguiente, tal cual estaban, fueran ermitas o iglesias. Otras veces sí fueron arrasadas. Estoy pensando en las piedras del cementerio judío de Ávila. Algunas se utilizaron para hacer la muralla, en el siglo XI; otras, para el monasterio de la Encarnación, donde vivió Teresa de Jesús tantos años. Vas a ciudades como Oviedo o Plasencia y no queda nada de juderías que fueron espléndidas. Incluso en Gerona, lo que queda de la sinagoga es un trocito. Pero hay muchísimos patrimonio perdido, otro que milagrosamente se ha conservado y otro que se sigue descubriendo. En Úbeda, al tirar un edificio hallaron una sinagoga con un miqvé estupendo. Una parte está oculta, escondida. Queda mucho patrimonio por descubrir.
Calle de los judíos, en Córdoba
-¿Y los edificios civiles?
-El monumento a las tiendas son los tabuleiros de Monforte de Lemos. La judería está toda por excavar, pero está intacta. Los judíos despachaban en su propia casa y tenían fuera como un mostradorcito, una parte por la que entraban y salían, y ahí atendían. Quedan algunos hornos en Tortosa. Algunos hospitales, como el de Hervás. Panaderías, carnicerías, restos de edificios civiles. Hay miqvés. Y palacios. La casa de Abraham Seneor, en Segovia, es un palacio impresionante de un judío pudiente, mano derecha de los Reyes Católicos. Y enfrente estaba el de su yerno, que hoy es la casa sefardí en Segovia. En la misma ciudad hay otros palacios de grandes señores judíos. Las tiendecitas las tenemos que imaginar, en las callecitas estrechas de Tortosa, en Calahorra (la judería hoy está poblada por musulmanes, curiosamente) o en las casitas bajas de Ávila y Hervás.
-Y respecto a las iglesias que fueron sinagogas…
-La antigua Sinagoga Mayor, hoy iglesia del Corpus Christi, en Segovia, es fundamental; Santa María la Blanca, en Toledo, donde quieren volver a hacer rito como iglesia; San Andrés, en Jaén; San Antonio de la Quebrada, en Cáceres. Y en Burgohondo, un pueblo de Ávila, hay una sinagoga preciosa abierta hace poco tal cual estaba porque se utilizó como ermita.
-La gastronomía es otro aspecto esencial de la cultura judía. ¿Dónde la ha disfrutado?
-Dulces judíos hacen en mucho sitios. En Ribadavia, por ejemplo. Puedes comer menús judíos en Segovia, Toledo, Lucena o Córdoba. Toda la gran cocina española es herencia de judíos, moros y cristianos. Muchos platos de cuchara tienen un origen judío, lo sepamos o no. Y yo sostengo que la moda de las tapas, de las pequeñas porciones, tienen mucho que ver con cómocomían los judíos en España. La cocina sefardí era muy rica en tapitas. También merece la pena destacar sus fiestas, claro. Las jornadas judías, en septiembre, se celebran en casi todas las juderías, sobre todo en Hervás.
-Tras esta inmersión en Sefarad, ¿quiere compartir alguna reflexión sobre cuándo y por qué se estropeó todo?
-¿Qué pasó? Hay un antecedente, las matanzas del siglo XIV. Pero estropearse se estropeó muchas veces. De las pragmáticas de los visigodos, la llegada a España de los musulmanes fundamentalistas, y cómo los judíos tuvieron que huir de al-Ándalus. Hay muchas veces en que se deterioró la convivencia. España fue uno de los ultimos países donde se expulsó a los judíos por razones económicas, y porque tenían protección real. Pero estamos ante el nacimiento del estado moderno. Y, para ser fuerte, ese estado moderno en aquel momento necesitaba una unidad religiosa. Eso hace que empecemos a pasar de los reinos feudales, del antiguo régimen, medieval, a estados potentes, donde la religión entra de lleno en la política, y exige un cambio, una unidad religiosa. Eso es lo que ocurre. España se convierte en un estado. Hay un rey, un estado, un gobierno, una religión, una unidad de destino, y o te conviertes o no tienes cabida. Es un cambio de era, de la Edad Media a la Edad Moderna.