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gerona

Cadaqués, el mar como lienzo

La belleza hipnótica del agua, las barquitas y las casas blancas hicieron que Dalí se trasladase de Nueva York a Cadaqués

Cadaqués, el mar como lienzo matías nieto

juan carlos girauta

Cadaqués ha mirado sólo al mar porque a sus espaldas se levantan montañas como muros. Mirar al mar , sabido es, equivale a mirarse uno dentro, razón que podría explicar el hechizo, así como la querencia que por ella han mostrado artistas y demás gentes empeñadas en huir del mundo sin olvidarlo . A las exigencias de la orografía ampurdanesa sumemos el capricho geográfico, que la sitúa en el extremo más oriental de la Península Ibérica, y obtendremos un finis terrae doméstico, mediterráneo, cálido, de trazos irreales.

A la orilla de la bahía de Portlligat, en la parte norte de Cadaqués, quiso pintarse Dalí a la edad de seis años , cuando pensaba que era una niña, levantando la piel del agua para ver un perro durmiendo a la sombra del mar. El cuadro interpreta ese mar como un lienzo rectilíneo. Reproduce las rocas con fidelidad tan asombrosa que sólo pueden pertenecer a este lugar. Exhibe nubes como aves de presagio que persiguen el dorado de la arena, que es el dorado del sol y también el de la piel de la niña desnuda que levita, la niña que el pintor surrealista creía ser. La casa de Dalí en Portlligat es de paso obligatorio para el visitante , que podrá recrear el íntimo universo surrealista, perfectamente natural, con un paseo en barca por las mismas aguas donde el autoproclamado salvador del arte moderno soltaba cisnes con antorchas.

Quien no tenga el privilegio de acceder a Cadaqués en barco, tome con mucha calma la sinuosa carretera y evite la distracción de las rocas que preludian la llegada y que, por fin, dan nombre al lugar (Cadaqués podría ser Cap de Quers, o Cabo de Rocas). Y piense que se acerca a una cima del prestigio catalán : si el hombre ampurdanés es el catalán más especial, el nativo del Alto Ampurdán siempre se ha tenido por más especial que el del Bajo, y el cadaquense, dentro de aquel, por el simplemente inimitable.

Hay que pasear sin prisas las callejuelas para tratar de capturar el espíritu genuino . De lo contrario, uno puede resultar desorientado por los mil comercios, el gentío de paso y la belleza hipnótica del agua calma, las barquitas y las casas blancas. Si por fortuna su estancia coincidiera con algún concierto en la iglesia de Santa María, clara y barroca, no deje pasar la ocasión. Luego descienda sin prisas hasta el fascinante puerto natural , siéntese en alguna de sus terrazas y piense que, hace casi un siglo, estos eran el paisaje y el viento norte cuya inspiración venía a buscar la crema del arte vanguardista. Dalí dejó Nueva York por este aire a finales de los años cuarenta, y aquí pintó sin tregua. Aquí nació la Lídia de Eugeni D’Ors. Aquí recalaron Picasso, García Lorca y Miró . Y aquí permanecen ciertas huellas en el idioma catalán que nos hablan de los pobladores de las Baleares. Si su interlocutor no es muy joven hablará el catalán salat. Vestigio y seducción.

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