Rías bajas
Arosa, paraíso en el corazón de Galicia
Playas de arena tostada, aguas cristalinas y los mejores productos del mar forman una experiencia inolvidable

Con tan solo 7 kilómetros cuadrados y apenas 5.000 habitantes, la isla de Arosa es uno de los enclaves más hermosos de las Rías Bajas . Unida a la Península Ibérica por un puente de dos kilómetros de largo, la belleza del lugar nos sobrecoge ya desde el momento en el que nos acercamos a ella en coche, o caminando a través de las modernas zonas peatonales que hay en el puente. U n azul inmenso y tranquilo sin apenas olas en verano , con las bateas y alguna ocasional barquita de pescadores como única nota distinta sobre las aguas tranquilas. Al otro extremo de la ría, camuflados entre la suave bruma que hay incluso en los días más calurosos, se distinguen los contornos de los pueblos de alrededor.
Si hay algo que define a Arosa es la calma. Sus 35 kilómetros de costa abundan en playas estrechas que suelen congregar a muchos turistas, a pesar de tener instalaciones muy bien acondicionadas, con zonas equipadas con juegos infantiles y muchos lugares donde aparcar. Tan sólo los fines de semana y durante la animada Fiesta de la Navaja (desde hoy hasta el 28 de julio), el puerto de Xufre se convierte en un hervidero de gente, música y barracas. Mesas larguísimas se abarrotan de turistas disfrutando de los productos típicos de la región de manera informal, codo con codo con gente de toda España. Los visitantes de otros países son siempre bienvenidos , aunque es divertido contemplar cómo un francés o un holandés intentan pronunciar la palabra "mejillones", para acabar simplemente señalando una de las ollas que burbujean en los chiringuitos colocados a la sombra de los toldos que cubren el paseo del puerto durante las fiestas.
A pesar de su corta extensión, Arosa ofrece un buen número de rincones secretos a descubrir . Lugares como la playa de Conserrado son un sueño hecho realidad. Arena de color tostado, limpia, y aguas azules, quietas como una balsa de aceite y completamente cristalinas. Los mújeles abundan a tiro de piedra de la orilla, y es sencillo pescarlos con un par de tiros de caña. No es un pescado excesivamente sabroso, así que lo mejor es devolverlo al mar si no vamos a consumirlo.
Mucho más recomendable es acercarnos al puerto y parar en cualquiera de los establecimientos que lo bordean, muy especialmente en el restaurante O Campiño. Si nos acercamos entre el mediodía y la hora de comer, será fácil ver a su dueño, Juan Dios, pasar con los brazos fuertes y morenos cargando un par de redes repletas de mejillones recién pescados, rumbo a la cocina. La experiencia de disfrutar de una buena ración de ellos al vapor mientras degustamos un vino blanco se completa si Juan se acerca a nuestra mesa a contarnos sus experiencias como presidente del Consejo Regulador del Mejillón. Y por la tarde, dejemos el coche y caminemos desde el puerto de Xufre hasta el embarcadero , en un paseo que nos permitirá contemplar el atardecer, finalizando en el chiringuito de la rúa Cabodeiro, donde podremos tomarnos un mojito mientras vemos la espuma que producen los delfines mulares. Si esto no es vida…
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