La costa que concentra el mayor número de faros del mundo, entre el cielo y el infierno
Una visita a los faros de Bretaña en el centenario de las lentes de Augustin Fresnel, que fueron instaladas por primera vez en el faro de Cordouan en 1823
![Faro de Ar-men: en pleno mar abierto y a 16 kilómetros de la costa, se necesitaron catorce años para levantar sus 37 metros de torre debido al enfurecido y descontrolado mar que lo rodea](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/viajar/2023/10/31/faro-ar-men-REcsUBtFQLhcWHHXF0sdFdM-1200x840@abc.jpg)
En el extremo occidental de la Bretaña francesa, desde la isla de Sein hasta la de Ouessant, se extiende el mar de Iroise. Con una superficie de tan solo 3.550 kilómetros cuadrados (el Mediterráneo tiene 2,5 millones) este pequeño mar se alza con el título de ser uno de los más peligrosos de Europa, uno de los más ricos en biodiversidad y, además, concentra el mayor número de faros del mundo. Sus haces de luces advierten a los barcos y les informan en qué punto de la costa se encuentran.
Hoy, en la era del GPS y la tecnología, pocos son los navíos que se guían por esta frecuencia de luz. Una señal que es única (por luz, potencia y contraste) en cada faro y de la que son responsables las lentes del francés Augustin Fresnel, que fueron instaladas por primera vez en el faro de Cordouan en 1823. Hasta diciembre, los faros bretones celebran el bicentenario de este invento que les permitió brillar a lo largo y ancho del mundo y que garantizó la seguridad de las rutas marítimas francesas. Por ello, este otoño es un gran momento para disfrutar de las tierras bretonas de Finisterre (la Costa da Morte francesa), del espectáculo que supone el inicio de la temporada de grandes oleajes y de las exposiciones programadas, visitas insólitas y talleres que dan a conocer a estas lentes y a las grandes innovaciones a que dieron lugar. Es momento para el que se conoce como 'turismo de tormentas'. De los más de 140 faros que existen en Francia, un total de 82 están en Bretaña y de ellos, veinte se sitúan en Finisterre. Sus imponentes siluetas de piedra se alzan frente a acantilados, en pequeñas islas o en aguas abiertas.
Cielo, purgatorio e infierno
«Los fareros dividían los faros en tres categorías: cielo, si estaba en tierra firme, purgatorio si se encontraba en una isla e infierno si estaba en el mar. Con ello describían no solo la ubicación de la que sería su morada, sino también la progresión de su carrera, empezaban en el infierno y acababan en el cielo. A día de hoy todos están automatizados y no necesitan fareros», explica Valeria Araúz Molina, asesora de turismo y guía del Faro de la Isla Virgen. Con 82,5 metros de altura, constituye el más alto de Europa y el más elevado del mundo tallado en piedra. «Se erigió en 1897 y, además de ser un gigante de granito destaca su decoración interior. Se revistió de 12.500 placas de opalina azul que, lejos de ser solo un elemento ornamental, tenía la función de aislarlo de la humedad debido a las cualidades de este material.
Sentir la luz que proyectan mientras se suben los 385 escalones (365 en piedra tallada) de su escalera de caracol hasta el balcón es una experiencia increíble», explica y puntualiza que hasta la linterna hay 397 pero no es visitable. Para llegar hasta él es necesario ir en barco con la única compañía marítima que se encarga de ello, en kayak o en barco propio, pero hay que tener en cuenta la marea, las numerosas rocas, las olas y el viento, ya que el acceso es peligroso. Junto a él, el antiguo faro y dependencia de los fareros ha sido convertido en un ecolodge con capacidad para nueve personas en donde se puede disfrutar de hermosas vistas desde su linterna. Contemplar el haz de luces que cruzan el mar al anochecer es un espectáculo único.
![Imagen principal - En la foto superior, el faro de Créac'h, en la isla de Ouessant, considerado el más potente de Europa. Debajo, a la izquierda, a la entrada de la grada de Brest, y junto a una antigua fortaleza al final de un espigón, encontramos el inexpugnable Le Petit-Minou; a la derecha, el interior del faro de la isla Virgen, revestido de opalina azul](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/viajar/2023/10/31/faro-creah-U71646675873eoC-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - En la foto superior, el faro de Créac'h, en la isla de Ouessant, considerado el más potente de Europa. Debajo, a la izquierda, a la entrada de la grada de Brest, y junto a una antigua fortaleza al final de un espigón, encontramos el inexpugnable Le Petit-Minou; a la derecha, el interior del faro de la isla Virgen, revestido de opalina azul](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/viajar/2023/10/31/petit-minou-U83732000762RYW-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - En la foto superior, el faro de Créac'h, en la isla de Ouessant, considerado el más potente de Europa. Debajo, a la izquierda, a la entrada de la grada de Brest, y junto a una antigua fortaleza al final de un espigón, encontramos el inexpugnable Le Petit-Minou; a la derecha, el interior del faro de la isla Virgen, revestido de opalina azul](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/viajar/2023/10/31/faro-isla-virgen-U12181271524stR-278x329@abc.jpg)
La luz más potente de Europa
Luces como la del faro de Créac'h, en la isla de Ouessant, considerado el más potente de Europa y uno de los más luminosos del mundo: su luz puede verse a más de 50 kilómetros mar y tierra adentro. A sus pies se encuentra el Museo de faros y balizas donde 800 objetos como lentes de Fresnel, faroles de carbón o lámparas de arco eléctrico dan fe de tres siglos de evolución tecnológica.
En la misma isla se encuentra el faro de Stiff, de 1663, y el más antiguo de Bretaña. Diseñado por el mariscal Vauban, afamado por su habilidad tanto en el diseño de fortificaciones como en su conquista, cuenta con dos torres: en una se encuentra la escalera y en la otra la linterna. Desde él se puede contemplar uno de esos faros del infierno: La Jument, considerado uno de los más peligrosos e inhóspitos del planeta. Las fuertes tormentas que lo azotan lo han hecho protagonista de muchas fotografías, pero se popularizó en 1989 gracias a las tomadas por Jean Guichard desde un helicóptero. El 21 de diciembre de ese año, olas de hasta 30 metros de altura rompían contra su estructura e inundaron las plantas bajas de la torre. Su único habitante, Theodore Malgor, se refugió en el cuarto de luces del faro, a la espera de ser rescatado, y fue el protagonista de las imponentes instantáneas del fotógrafo. Y es que la dura vida que se vivía en estos faros situados en plena mar ha sido protagonista de multitud de historias, y no siempre con final feliz.
A unos 50 kilómetros hacia el sur del faro de La Jument, se encuentra el de Ar-men, que en bretón significa 'la roca'. En pleno mar abierto y a 16 kilómetros de la costa, se necesitaron catorce años para levantar sus 37 metros de torre debido al enfurecido y descontrolado mar que lo rodea. Apodado como 'el infierno de los infiernos', en 1926 el farero Fouquet se vio obligado a permanecer aislado y sin provisiones durante 101 días ya que las condiciones meteorológicas no permitieron hacer el cambio de turno con su compañero. En 1990 fue automatizado y hoy, solo una vez al año, personal de mantenimiento llega hasta él en helicóptero.
Antigua farera
Situado en el municipio de Brignogan-Plages, hay un pequeño faro que, sin embargo, es uno de los más fotografiados de Europa: el de Pontusval. Además, es uno de los pocos en los que habita su antigua farera: Marie-Paule Le Gwen, quien ejerció durante 35 años de fiel guardiana. Hoy, a sus 81 años, vive en un apartamento a pie de faro, junto a una maravillosa playa y en cuya puerta reza: 'Propiedad privada', una forma de disuadir a los ávidos turistas que buscan el mejor selfie. En el norte de Finistère el faro de la Punta de Saint-Mathieu difunde una luz blanca cada 15 segundos y permite a los barcos que llegan del norte encontrar la dirección hacia Brest. Tras subir sus 163 escalones se abre un panorama espectacular. A sus pies, las ruinas de una antigua abadía de 1835 de la que hoy subsisten la fachada románica, las bóvedas de piedra del coro y las arcadas de la nave. Cuenta la historia que los monjes benedictinos que allí vivían hacían un fuego con madera en la cima de la torre cuadrada de piedra que permitía a los marinos ver los peñascos para tratar de evitar el naufragio.
A la entrada de la grada de Brest, y junto a una antigua fortaleza al final de un espigón, encontramos el inexpugnable Le Petit-Minou, también podemos ir a contemplar el faro de Kador o el de Kermovan, el faro más occidental de Francia, o el de Trézien, en Plouarzel, cuya peculiaridad es que guía a los barcos por el canal de Four desde tierra adentro. Una ruta en la que disfrutar del paisaje, del embate de las olas, del olor a salitre y de estos singulares colosos del mar. Una escapada para perderse, o no, si seguimos el lenguaje de la luz.
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