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cerca de oporto

Una escapada de lujo en busca de los paisajes de la mayor curva del Duero

A 41 kilómetros de su desembocadura en Oporto, aguas arriba del río más caudaloso de la península ibérica, hay un refugio donde conectar con la placidez y majestuosidad del entorno

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Vista del río desde el hotel Octant Douro
Juan Carlos Valero

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El valle del Duero es un destino fascinante del norte de Portugal, con bodegas, paisajes, gastronomía y uno de los refugios más apreciados por los amantes de la paz. Todos los rincones de Octant Douro tienen vistas panorámicas al Duero, al estar arquitectónicamente integrado en su orilla en una colina en forma de terraza, justo en el ángulo del octante o la octava parte del círculo que realiza el río más caudaloso y de mayor cuenca de la península ibérica a su paso por Castelo de Paiva.

La visión desde cualquier punto de este hotel de cinco estrellas, cuyo mayor lujo es la quietud que se respira, abarca la majestuosidad de un paisaje fluvial que alcanza un kilómetro aguas arriba hasta llegar al embarcadero del establecimiento, justo en el meandro que hace el río, y su curso sigue plácidamente a la vista otros mil metros aguas abajo en una llanura aluvial, hasta confundirse con la paleta cromática del otoño de la frondosa ribera.

Del octante, instrumento astronómico del tipo quintante o sextante, de análoga aplicación en la navegación, toma nombre esta cadena que rinde homenaje a sus ubicaciones. Y la de Octant Douro es literal en un enclave donde parece detenerse el tiempo que ha dado forma a esta región del norte de Portugal. Lo dijo Heráclito en el año 500 antes de Cristo: «todo fluye», un concepto que muchos jóvenes y adultos utilizan en la actualidad cuando dicen que les gusta 'fluir', en línea de la modernidad de 'la vida líquida' de Zygmun Bauman. De modo que nada permanece, como el río, en el que jamás puedes bañarte en las mismas aguas, aunque en el caso del Duero en este punto, su transcurrir sea lento, plácido.

La idea de que el agua, como el aire, es un bien común de la naturaleza es tan antigua como el torso romano, pero en cualquiera de las 61 suites del Octant Douro se convierte en exclusiva al ofrecer cuidado y atención, paz y libertad, sin limitaciones de tiempo. Como las instalaciones de la piscina cubierta y el gimnasio, abiertas durante las 24 horas.

Se añaden singulares emociones, como almorzar a bordo de un rabelo, típica embarcación portuguesa del Duero, además de conocimientos profundos y descubrimientos únicos que dejan huella, desde la gastronomía lusa a los vinos verdes de la región, sin olvidar el variadísimo abanico de fortificados oportos. En el restaurante Raiva tienen una bodega con 123 variedades distintas de este caldo que se caracteriza por la adición de aguardiente al vino cuando está en proceso de fermentación.

Plena conexión con el paisaje

Las características topográficas del enclave y las arquitectónicas del edificio, construido con roca de esquisto y vidrio, en una ladera escalonada que se extiende hasta casi la orilla, aumentan la conexión del huésped al paisaje circundante y a la sensación de haberse alejado del mundanal ruido. Entre los ascensores del establecimiento destaca uno que le llaman funicular, por su desplazamiento lateral por la pendiente de la colina donde se encaraman las suites. En la puerta de este ingenio que evita las escaleras, luce un cartel que resume la filosofía de Octant Douro: «Sea paciente: algunas cosas requieren su tiempo».

La decoración de las espaciosas habitaciones e interiores son espacios siempre con la vista sobre el río y el entorno natural, al igual que los rincones del hotel, donde se ubican sillones frente a grandes ventanales para, simplemente, sentarse a contemplar el lento curso del río. En el entorno, la construcción humana es discreta y se fusiona armoniosamente con el río y las montañas que lo rodean, en un coherente y respetuoso equilibrio medioambiental.

Ilha dos Amores, en el curso del Duero

Ampliación de 20 villas

La aspiración es de plena sostenibilidad, como la que se practica en la construcción, colina arriba, de 20 nuevas villas que constituyen la expansión del hotel; todas ellas con jardines y terrazas diseñadas para la contemplación del río, entre las que destacan cuatro de dos dormitorios con piscinas privadas y 16 de un dormitorio con 4 de ellas que también tendrán piscina privada (aquí el agua fluye por doquier). Cada villa tiene dos baños y cocina. La ampliación se estima que esté terminada para finales de febrero de 2025, bajo la dirección del arquitecto Serôdio Furtado & Associados y Arquitectos Lda, con el diseño de interiores a cargo de Atelier Cristina Jorge de Carvalho y el paisajismo de Topiaris.

A Octant Douro se llega desde el aeropuerto de Oporto tras 50 minutos en coche, pero es muy recomendable hacerlo en silenciosos barcos que el mismo hotel se encarga de facilitar, como los vehículos y las actividades, que aquí denominan experiencias. Entre ellas, destacan los paseos en barco hasta la romántica Ilha dos Amores, en pleno cauce del río, donde se puede hacer un picnic o bañarse. La emblemática embarcación fue restaurada por Filipe Ferreira respetando el diseño original de los navíos que los históricos carpinteros ribereños construían para el trasiego del vino de Oporto a través del río.

Vista del hotel incrustado en la ladera

Aldeas de esquisto y pasarelas de madera

Pasear por los senderos que siguen las orillas del río, comenzando desde el hotel hasta el pueblo de Pedorido, o las antiguas aldeas de esquisto (que deben su nombre a la piedra utilizada en la construcción de las casas) de Gondarém y Midöes, es una buena y relajada opción. Para los más activos, es posible practicar kayak, piragüismo o paddle surf y visitar las icónicas Pasarelas Paiva, un sendero de madera de 8 kilómetros de longitud que sigue el curso del río Paiva, afluente del Duero que los lugareños afirman que es el más limpio de Europa al carecer de industrias en su cauce, lo que contribuyó a ser declarado patrimonio mundial de la Unesco. En el Paiva se puede practicar rafting. Esta visita se puede complementar con una travesía de ida y vuelta al Puente 516, el colgante más alto de Europa junto al de Sellano, en Italia, aunque el pavoroso incendio que asoló el pasado verano esta zona destruyó la parte del comienzo del sendero de madera.

La gastronomía es otro de los atractivos de este refugio en la mayor curva del Duero. Una cena degustación en el restaurante Raiva del hotel, a cargo del chef Dárcio Henriques, es puro hedonismo. Sumergirse de su mano en un viaje gastronómico a través de los productos locales, supone ser cautivado no solo por los sabores de cada plato, sino también por las impresionantes vistas panorámicas del majestuoso río, permanentemente presente. A lo largo de la aventura gastronómica, el copiloto Bernanrdo Pinho, sumiller del establecimiento, es el encargado de guiar una cuidadosa elección de maridajes de vinos para realzar cada plato. Ya sea en los tranquilos jardines del establecimiento, o en el interior de su elegante biblioteca, el ágape agudizará los sentidos, no solo del paladar.

El viaje es propicio para probar los masajes y tratamientos en el spa, que tiene una pared de vidrio con vistas panorámicas al río; o de terapia integrativa, además de clases de tai chi y qigong, antesala de esa filosofía oriental para el cuerpo y la mente que es la base de las artes marciales. También realizan catas de vinos de las regiones españolas Ribera del Duero y Rueda y la portuguesa Alto Douro Vinhateiro, estableciendo una amistosa competencia entre ambos países atravesados por el mismo río que también sirve de frontera durante 112 kilómetros de su cauce, formando los parques naturales del Duero Internacional en Portugal y de Arribes del Duero en España.

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