Suscríbete
Pásate a Premium

artes&letras castilla-la mancha

El exacto mensaje de Eladio Cabañero

«Palabra compartida», nueva antología del poeta tomellosero

El exacto mensaje de Eladio Cabañero abc

por amador palacios

Oportuna salida la de esta nueva antología de la poesía de Eladio Cabañero, que nació en 1930 en ese peculiar poblachón manchego que es Tomelloso, falleciendo en Madrid en 2000. Cabañero divulgó su poesía, y su esclarecedora poética, en la mitad del siglo XX; una poesía perfectamente encuadrada por la crítica, crítica que a veces descuidadamente la ahorma sólo formando parte de la intempestiva corriente de la llamada poesía social, aunque, como el propio poeta aclaraba, la condición social de su poesía era permanente, no coyuntural. Humana y comprensiva, no está teñida de la proclama contestataria; bueno, no siempre (“que nadie equivocado piense / que escribo algún poema misterioso / sino de alta protesta y de dolor.”).

En el jugoso capítulo de 25 páginas «Eladio Cabañero: Imágenes, estilo y efecto», del muy consultado libro Poesía del conocimiento. La generación española de 1956-1971 de Andrew P. Debicki (Júcar, 1987; originariamente publicado por la Universidad de Kentucky), el sobresaliente hispanista insiste en destacar que Cabañero siempre emplea exactamente los usos poéticos, situándolo «en la corriente principal de toda la poesía que busca capturar las universalidades concretas». Esta sólida afirmación parece mover a Pedro Antonio González Moreno a querer neutralizar la asociación tan manida de Cabañero con Juan Alcaide por simple nexo de mancheguismo, ya que, como precisa en el umbral de esta antología, frente al yo poderoso e invasor, tremendista, de la poesía de Juan Alcaide «Cabañero tiende a adoptar la visión más objetiva y distante de un observador». Visión contraria la de Alcaide a la serenidad verbal de Eladio.

Cabañero, hijo de «rojo» fusilado tras la guerra civil, fue poeta absolutamente autodidacta. Contados días asistió a la escuela. Fue campesino, desde niño, y trabajó luego de albañil. En 1956 se traslada a Madrid, donde, a pesar de sus orígenes izquierdistas, se refugia discretamente en amables empleos del entramado literario del Régimen (La Estafeta Literaria, Editora Nacional) porque, como evoca Valentín Arteaga, «era un niño grandote a quien se le olvidaban enseguida los desgarrones». En ese ambiente capitalino consigue éxitos: un accésit al Premio Adonais, el Nacional de Poesía (entonces llamado Premio José Antonio, Primo de Rivera, of course) y el Premio de la Crítica. Era lo que se dice un hombre bueno, solterón solitario y afable, viviendo de patrona y pillando taxis que lo acercasen a la tertulia del café Gijón, de la que era asiduo. Yendo y viniendo, como lo describe González Moreno, «entre ensimismado, socarrón y jovial». En el tramo final de su existencia se casó con la poetisa toledana Eduarda Moro, unión que no marchó del todo bien. Su obra poética es exigua, realizada en pocos años: tan sólo cuatro libros desde 1956 a 1963, libros cursados en los aciertos expresivos de una creciente evolución. Pero «al mismo tiempo que su obra –escribe Pedro Antonio González Moreno- es una de las menos pródigas, es también una de las más auténticas». Soberbiamente marcada por la sencillez, significando exactitud verbal, tensada en suaves encabalgamientos, es una obra trasvasada de ese sentimiento nostálgico sobre el que, como señala el conductor de esta antología, se eleva esta poesía «serenamente dolorida».

Que la producción de Eladio Cabañero, bien situada en su contexto, no alcance las cotas de experimentación verbal habida en otros poetas de su tiempo más pródigos e intensos (Ory, Crémer, Lizano…), ello no impide considerarla como un ejemplo completo y digno de una escritura que se levanta como terso documento testimonial, otorgando al, tópicamente considerado, pírrico paisaje manchego un valor consistente de estado anímico floreciendo a partir de una determinada sociología que fructifica en una antítesis muy fecunda desde ese rácano paisaje animado por el profuso juego expresivo que lo retrata. La variada rima de su atractiva silva «Trigo nuevo de amor» baña su poesía de un saludable clasicismo. Y si se toma la poesía de Cabañero, en tono de reproche, como prosaica, se ha de saber que esta calificación es hermosa (pues la poesía no es más que acto de habla), encauzando su grandioso poema «Desde esta habitación», dedicado a Félix Grande, que rotundamente relata, como en una conversación, el saldo de unas vidas telúricas con sencilla sintaxis y estremecidas palabras dichas, dichas más que escritas («Por entre las rendijas de este ensueño, / mi abuela haciendo arrope, / atizando la alegre hoguera de sarmientos, / guisando entre pucheros y sartenes / bajo la chimenea; / mi abuelo en su rincón del jaraiz sentado»). A intervalos, este poema con potencia muestra grandes hálitos líricos: «Cuántos años yaciendo, / cuánta ceniza rasa, qué invisibles designios / castigaron a aquellos seres únicos». En todo caso, siempre habrá que anteponer a toda crítica este justo dictamen de Cocteau: «Lo que los otros te reprochan, cultívalo; eres tú». Una sentencia que cuadra de maravilla en la personalidad literaria de Eladio Cabañero.

El exacto mensaje de Eladio Cabañero

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación