Excavando en el pasado de Ciudad Real
Un grupo de alumnos de la UCLM busca restos de la necrópolis que se descubrió el año pasado en Alarcos

El yacimiento arqueológico de Alarcos en Ciudad Real sigue siendo una fuente inagotable de sorpresas para los arqueólogos que año tras año, y van ya casi 30, pasan sus días de verano excavando aquí y allá, buscando objetos que testimonian la vida de los antepasados de todas las épocas.
El año pasado, cerca de la ribera del Guadiana, y por esas casualidades que siempre se dan cuando se realiza una obra de envergadura, la construcción del colector de Poblete sacó a la luz una parte de la necrópolis de la época ibérica, entre los siglos VI y III a. de C.. Se dataron más de 16 tumbas y se encontraron ricos ajuares, que hoy se pueden ver en el Museo Provincial después de haber pasado por un proceso de restauración.
Pues bien, 365 días después, un equipo de estudiantes, liderado por la profesora de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha , Rosario García Huerta, y el profesor David Rodríguez, ha vuelto a la zona. Desde hace apenas unos días se han marcado como objetivo seguir indagando en ese cementerio donde los íberos que habitaron en Alarcos enterraban a sus muertos.
Hoy al sol la temperatura es de más de 40 grados. Hay alerta por altas temperaturas en la provincia de Ciudad Real. A la sombra se puede aguantar, pero los estudiantes de Arqueología, todos ellos del Grado de Historia y alguno del Máster de Investigación, sudan la gota gorda. El ambiente huele a tierra mojada. Están bastante cerca del río Guadiana. Han rebajado el nivel del terreno a más de un metro y de vez en cuando alguno de ellos echa un trocito de cerámica en una bolsa, son restos arqueológico que indican que se podría estar trabajando en el lugar correcto.
El año pasado, el hallazgo fue magnífico, según explica la directora de la excavación. Los íberos incineraban a sus muertos y luego enterraban las cenizas en una urna junto con el ajuar. Entre esas tumbas había algunas que debieron pertenecer a personas de mucho prestigio, túmulos de cuatro metros cuadrados en los que se encontraron ricas espadas o joyas, incluso en una, relata la profesora, se encontraron 400 tabas (huesos de cordero), que probablemente formaban parte de los sacrificios que se hacían en el ritual del entierro y que denotan la clase social del finado.
En estos momentos, el grupo de arqueólogos trabaja determinado por el terreno y gracias a la colaboración del dueño de esta finca. Puede que la necrópolis esté ahí o puede que no, puede que una crecida el río acabase hace siglos con los restos que hubiera o simplemente el lugar elegido no sea el correcto. Por eso, unos metros más abajo otros alumnos realizan un sondeo, siguen buscando pistas.
Donde seguro que sí está es justo debajo del camino que lleva a la finca, piensa la profesora, pero excavar ahí es peligroso. Habría que quitar unos cuatro metros de sedimentos y poner serias medidas de seguridad antes de intentarlo. De momento, eso queda aparcado para otra campaña.
La oppidum (la ciudad) de Alarcos estuvo habitada durante más de cinco siglos por los íberos. Fue una ciudad grande y bastante poblada durante los siglos de más esplendor, el IV y el III a.d.C. Por eso, es probable que haya más de una necrópolis. Ni siquiera es posible saber cuáles eran los límites de la que hoy se está excavando. Una cosa sí parece segura, explica la profesora de Prehistoria, y es que los muertos se enterraban en las zonas bajas cerca de los ríos, a una distancia de las ciudades, pero bien visibles.
Desde el cerro de Alarcos la vista de la zona donde se ha hecho la prospección es privilegiada. Un poco más allá discurre el río Guadiana. Los minutos siguen pasando, el sol cada vez aprieta más, y ni resto de tumbas. Es lo que tiene la Arqueología, que es ciencia, pero también paciencia. Hay que seguir excavando.
Ricos ajuares con elementos de prestigio
Los íberos solían enterrar a sus muertos con dos tipos de ajuares, por un lado con objetos propiedad del muerto. En la necrópolis de Alarcos aparecieron el año pasado fíbulas (broches para el manto), anillos de bronce y de plata, pendientes, broches de cinturón y collares. Pero además, hay otro ajuar que forma parte del ritual funerario, explica la profesora Rosario García, «por ejemplo, al quemar al individuo se sacrifican animales y parte de ellos se encierran, o incluso objetos familiares que le ponen al muerto». Entre los hallazgos de la campaña pasada se encuentran dos falcatas (espada típica ibérica), un escudo, un soliferreum (una lanza de hierro), un pilum (una jabalina), puntas de lanza… También se encontraron cerámicas, no sólo las que contenían las cenizas, si no algunas copas en las que seguramente se ponían bebidas o alimentos.
Investigación y formación se dan la mano
La excavación de la necrópolis ibérica forma parte de la campaña que todos los años desarrolla la UCLM en el yacimiento de Alarcos, en esta ocasión es dos vertientes. Por un lado, la excavación del castillo medieval, en lo más alto del cerro, que dirige el profesor Antonio de Juan, y por otro la necrópolis. Aunque se trata de un periodo corto de tiempo es importante, según la profesora Rosario García Huerta, para la correcta formación de los estudiantes. «La arqueología, solemos decir, que es como un libro en el que se van quemando hojas, si se hace algo mal es imposible volver atrás», afirma. Por eso, es necesario que los alumnos aprendan el trabajo de campo, pero también el trabajo de laboratorio para catalogar, restaurar, investigar y dibujar todo lo que se va encontrando. Eso es algo que se hace a lo largo del año en los laboratorios de la Facultad de Historia. «La restauración de los materiales, como salen en condiciones tan malas, es muy costosa, no tendría sentido estar excavando y después no tratar nada. La parte de estudio que lleva después también es muy importante», finaliza la directora de la excavación.
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