Mito y verdad de Kapuscinski
La biografía crítica sobre el reportero polaco escrita por Arthur Domoslawski reabre un viejo debate sobre perodismo y verdad

¿Tiene derecho un periodista a "pintar" una lágrima en los ojos de una viejecita triste que aparece en un reportaje, aunque en la realidad no llegara a verter esa lágrima? "Pintarla" para reforzar el efecto literario". La provocadora pregunta la lanzó Gabriel García Márquez en un taller de periodismo organizado por la Fundación impulsada por el premio Nobel de Literatura para mejorar la formación de los periodistas latinoamericanos en el que Ryszard Kapuscinski era la estrella. Mientras que dos alumnas argumentan que eso sería una traición periodística, el autor de "Noticia de un secuestro" responde así a su envite: "Pues yo opino que el periodista tiene derecho a "pintar" esas lágrimas para reflejar mejor la atmósfera del momento, el estado anímico del personaje descrito. ¿Dónde está la traición? -En ese momento se vuelve hacia Kapuscinski y le dice sonriendo-: Tú también mientes a veces, ¿verdad Ryszard? "Kapuscinski se ríe, pero no dice una palabra. Los asistentes al taller adivinan la respuesta".
Estas palabras están extraídas de las últimas páginas de "Kapuscinksi non-fiction" (Galaxia Gutemberg), la voluminosa y exhaustiva biografía que el periodista polaco Arthur Domoslawski ha escrito sobre su "maestro y amigo", Ryszard Kapuscinski, el reportero y escritor polaco muerto en 2007, autor de las celebradas "El Emperador", "El Sha", "La guerra del fútbol", "Ébano", "Imperio" o "Viajes con Heródoto", que ha levantado una tormenta no solo en el país natal de ambos, sino en otros donde el número de devotos lectores desbordaba el de los que en la prensa se sentían también, como Domoslawski, sus discípulos. Ante la avalancha de críticas, Domoslawski ha escrito una carta en la que habla de los supuestos límites que ha vulnerado al atreverse a escribir "sobre el hombre" por el que se había interesado durante la mayor parte de su vida: "el hombre muy importante, tanto en mi vida profesional como personal". En ese escrito, Domoslawski se refiere a los que le critican e intentan difamarle acusándole de ser "un supuesto desenmascarador" de Kapuscinski. "Tengo la impresión de que muchos de mis críticos percibían las ideas de Kapuscinski como unas excentricidades inofensivas de un viejo osito de peluche -Ricardito. Pero Kapuscinski no fue un osito de peluche, fue un santo aventurero, trotamundos, guerrero. Puedo asegurarles que él no fue un anciano sonriente que se preocupaba por los pobres, él fue un observador agudo del mundo contemporáneo, su crítico, el que señalaba causas de la injusticia, a pesar de que en los últimos años le faltaban fuerzas y energía para luchar por sus ideas y la visión del mundo".
La opinión de prestigiosos periodistas
He planteado a una serie de prestigiosos reporteros y periodistas (el angoleño José Eduardo Agualusa, la británica Michela Wrong, los españoles Arcadi Espada y Ramón Lobo, la peruana Gabriela Wiener, el portugués Rui Araújo, la argentina Leila Guerriero y el estadounidense Jon Lee Anderson) la siguiente pregunta: Tras la aparición de la biografía de Domoslawski, ¿ha variado su opinión sobre el reportero polaco? ¿Cree que es relevante la precisión en un reportaje? En "Kapuscinski non-fiction" sorprende la opinión de dos ex reporteros de la revista "The New Yorker", Lawrence Weschler y Mark Danner . Weschler dice: "¿Qué más da si ponemos "El Emperador" y "El Sha" en la estantería de ficción o en la de no ficción? Seguirán siendo unos libros magníficos". Danner, por su parte, dice: "Nunca me he preocupado por los reproches que se hacen a estos dos libros en cuanto a la imprecisión de los datos que aportan. Los especialistas en campos concretos solo miran en una dirección y no ven más allá de su narices. "El Emperador" es un relato en la más pura tradición de "El Príncipe" de Maquiavelo".
Con el título "Sombras sobre Kapuscinski", en la revista digital "FronteraD" planteé una hipótesis similar semanas antes de que aparciera el libro:
José Eduardo Agualusa : "Ningún periodista escribe acerca de la verdad"
"Kapuscinski y la irrelevancia de la verdad" fue como tituló el escritor y periodista angoleño José Eduardo Agualusa su comentario sobre el libro de Domoslawski en la revista portuguesa "Ler". Agualusa dice que tenía que pasar, que algún día "un lector atentísimo, un discípulo amoroso, un gran devoto pondrá en práctica contra nosotros la peor de las indignidades: una biografía".
Tras recordar que "ningún periodista escribe acerca de la verdad", el autor de una de las mejores novelas sobre la guerra de Angola ("La estación de las lluvias"), añade: "Los periodistas, porque no puede ver el conjunto, sólo Dios puede, y Dios sabe con qué dificultades, seleccionar, sintetizar, simplificar. Sin embargo, una simple verdad no es la verdad. Despreciar una parte de la realidad es que lo desestime por completo. Entendí muy rápido que es imposible para mí ver todo, hablar de todo, lo mejor sería entrar en detalles, posiblemente ficcionalizándolos. También me di cuenta que no siempre la línea recta es el camino más corto entre dos puntos. Me di cuenta finalmente de que las mejores historias tienden a ser verdad, pero no siempre aparecen. Algunos ganan credibilidad si se recrean un poco. Un periodista-escritor no debe tener miedo de lo acusan de haberse dejado llevar por la creatividad. Nuestro arte trata de atraer a los lectores a la irrealidad, y hacerlos creer". Agualuasa le da la razón a García Márquez.
Michela Wrong : "El error fue vender sus historias como auténticos reportajes"
Michela Wrong, una de las más reputadas reporteras británicas, autora de espléndidos trabajos de investigación sobre el Congo de Mobutu ("Tras los pasos del señor Kurtz. El Congo al borde del colapso") o la corrupción en Kenia ("It's our turn to eat"), dice que no ha leído el libro de Domoslawski, pero ha leído mucho sobre él y que alberga sentimientos encontrados sobre Kapuscinski: "Es tan poético, tan surreal, tan perspicaz...". Según la ex corresponsal del "Financial Times" y "The Economist" en Nairobi, "el error fue vender sus historias como auténticos reportajes basados en hechos, lo cual es engañoso". En un artículo publicado en "The New Statesman", Wrong recordaba que muchos africanos no soportan la manera en que el reportero polaco escribía acerca de ellos. Bajo el título "¿Cuál es la verdad sobre el periodista polaco Ryszard Kapuscinski?”, Wrong asegura que Kapuscinsksi puede haber sido muchas cosas “poeta, tejedor de hechizos, intrépido corresponsal de guerra -pero a pesar de su experiencia en periodismo de agencia [trabajó muchos años para la la agencia oficial de la Polonia socialista, la PAP], lo que nunca fue (al menos en sus libros) fue un purista de la precisión”. Michela Wrong señalaba en su artículo que lo que más molestaba de “Ébano” a sus amigos africanos eran las generalizaciones: “Una gran cantidad de tiempo en los libros de Kapuscinski se dedica a decirle al lector lo que "el Africano", piensa, cree y siente. Trate de reemplazar la palabra "África" por "Europa" en estas frases y las generalizaciones resultantes son tan exhaustivas que resultan absurdas”. Y cita el artículo de “Granta” en el que la escritora keniana Wainaina Binyavanga satirizaba esas visiones bajo el epígrafe: “Cómo escribir sobre África".
La periodista británica recalca que a pesar de todas sus imprecisiones, ella es una admiradora de Kapuscinski, cuya escritura sobre África es cualquier cosa menos triste: “Sí, hubo errores, declaraciones engañosas, afirmaciones tan categóricas que rayaban en dictámenes antropológicos. Pero también hay muchas cosas ciertas, mucho más ciertas que lo que mis sofisticados amigos africanos estarían dispuestos a admitir. Tenía un oído fino para las conversaciones peculiares, buen ojo para el detalle monótono que resulta clave para iluminar una mentalidad diferente, para el momento surrealista cuando las costumbres modernas chocan con la cultura antigua”. Y porque pocos escritores, destaca Wrong, han sabido sacarle tanto partido literario “a la experiencia de la espera”. Algo especialmente útil en África.
Gabriela Wiener : “La verdad de sus mentiras nos confronta con la verdad del hombre” .
La periodista peruana Gabriela Wiener, que ha recopilado parte de sus originales reportajes sobre el mundo del sexo en su libro “Sexografías”, admite que no sabe muy bien qué opinar sobre este tema de manera seria, pero que "el tema de La Verdad" le produce "ronchas": "Y eso que no miento (al menos a mis lectores)". Rescata un texto que al respecto publicó en la revista "Quimera": "En 2005, durante la entrevista que le hicimos el periodista Roberto Herscher y yo en un hotel del barrio de Gracia, en Barcelona, le pregunté a Ryszard Kapuscinski si se había visto tentado alguna vez a escribir ficción. Él sonrió. Con esa sonrisa que para Timothy Garton Ash era de una humildad tan infantil que “le permitió salir bien librado de muchos enfrentamientos peligrosos con hombres armados”. “Nunca jamás -contestó- la realidad es tan grande y fabulosa que nunca me sentí limitado”.
Kapuscinski, el «fabulador»
Cinco años después, si le creemos a Arthur Domoslawski, su amigo y discípulo más aventajado, sabemos que Kapuscinski modificaba los hechos para que sus historias resultaran más redondas y exageraba sus declaraciones para aparecer como un héroe. Las pruebas, al parecer, son contundentes. Esta clase, pues, no ha sido una lección del maestro sino del alumno, de un buen alumno, que paradójicamente aprendió de él mucho sobre la verificación de datos. Aunque Domoslawski le llama “fabulador”, la sombra de la mentira ahora recorre su obra y el mito del cronista perfecto se ha caído como un árbol y los puristas del género se rasgan las vestiduras. Hay cosas que nos hacen crecer de golpe, piensa la periodista.
Kapu no fue mi padre literario, pero leí los mejores de sus libros en los momentos más tiernos y permeables de mi (de)formación periodística. Yo estudiaba en la Facultad de Letras, leía solo a narradores y poetas, así que si Kapuscinski hubiera escrito como un corresponsal de guerra al uso quizá jamás lo hubiera leído. Más adelante, cuando me puse a escribir crónicas, recuerdo el eterno debate entre los compañeros de profesión, entre los periodistas del “dato duro” –y su profundo sentido de la ética- y los otros, los que practicábamos eso conocido peyorativamente como “periodismo literario”. Sólo la figura de Kapu y su talento para hacer literaturade la realidad resolvía el conflicto, nos hermanaba. Aunque hubiera que soportar enseguida los hermosos discursos sobre la verdad. La verdad era la virgen que nos libraba de la puta mentira".
La periodista peruana, a la que le gusta meterse de lleno en sus reportajes, en los que reina la primera persona, recuerda que uno de los mayores recuerdos de su niñez fue cuando descubrió que su padre era capaz de mentir: "Así que mi padre tenía secretos. Así que Kapuscinski escribía ficción. El maestro se iba de putas. Bien. A mí sus libros ahora no sólo me gustan de otra manera sino que me gustan más. La verdad de sus mentiras nos confronta con la verdad del hombre, con su espuria y corrompida naturaleza, algo que Kapuscinsiki tanto persiguió en los protagonistas de sus crónicas; también nos abre los ojos ante el juego con los límites y los alcances de nuestras trasgresiones".
Arcadi Espada : "El problema es la estantería donde ha estado puesto"
Arcadi Espada, periodista, profesor de periodismo y crítico del oficio, dice que todavía no ha leído el libro, aunque no tardará, y sobre la precisión en el reportaje ha escrito largo y tendido: "El problema no es en qué estantería ponemos a Kapu. Sino la estantería donde ha estado puesto".
Rui Araújo : "Nuestra misión es la búsqueda de la verdad"
"Mi opinión sobre Ryszard Kapuscinski no ha variado", dice Rui Araújo, periodista y escritor portugués, reportero de televisión con amplia experiencia internacional: “El reportero polaco de la agencia PAP pertenece al pasado. Era otro mundo, eran otros reporteros (un club reservado de locos - siempre los mismos - que cubrían juntos África sin dinero ni medios técnicos, pero sabían de lo que hablaban), y tenían sobre todo otras inquietudes. Las nuevas tecnologías y el mercado cambiarán la práctica del periodismo. La información es cada vez más una mercancía, ya no es un servicio.
La «exactitud» de los hechos
Muchos periodistas han olvidado que su primera obligación es para con los lectores -los ciudadanos- y no para con su patrón". Araújo, que se ha hecho un nombre en las letras lusas con novelas policiacas y ensayos sobre la historia reciente de su país (acaba de publicar "O Diário secreto que Salazar não leu"), no cree que la precisión en un reportaje no sea importante, sino "esencial": "Los hechos deben ser narrados con exactitud, rigor, y un tratamiento equilibrado. Nuestra misión -porque de una misión se trata en una democracia- es la búsqueda de los hechos o, en otras palabras, de la verdad. Es una responsabilidad muy grande, pero es ese el precio de nuestra credibilidad, cuestionada todos los días. Lo que puedo decir sobre Ryszard Kapuscinski son banalidades circunstanciales de periodista/autor enfrentado hasta cierto punto con las mismas dudas. Escribo ficción (thrillers) y libros de historia, pero intento separar claramente los dos géneros.
Las conclusiones del periodista Lawrence Weschler podrán ser pertinentes. Añadiría otro argumento (otra pregunta). ¿La verdad y la mentira pueden resistir al tiempo y a la distancia? ¿O todo y todos acaban irremediablemente en ficción? Esta idea no es nueva y las palabras no son mías. Si la memoria no me falla son de otro autor, Eduardo Mendoza. Creo que fue lo que me dijo hace muchos años en uno de sus viajes a Lisboa. La cuestión de la imprecisión de los datos en los libros de Kapuscinski no me parece relevante porque -en primer lugar- son asumidamente obras de ficción (incluso aquellas, y no son pocas, que tratan de casos reales, como Etiopía, Persia, Angola...)".
Leila Guerriero : "El contrato con un lector acerca de si un texto es o no es de ficción sí importa"
"El contrato previo y tácito con un lector, acerca de si un texto es o no es de ficción, sí importa". Así se arranca la reportera argentina Leila Guerriero por correo electrónico desde Buenos Aires, y argumenta: "Porque la potencia de las historias reales reside en el hecho de que son, precisamente, reales: ¿es lo mismo inventarse a Idi Amin que saber que existió? ¿Es lo mismo un perfil periodístico que una versión novelada de su vida? Yo creo que no. Creo que la brutalidad o la felicidad o la vileza humanas cobran otros tintes cuando los leemos como historias reales. No digo mejores tintes: digo "otros tintes". El contrato –tácito- con un lector es que las historias de no ficción no contienen deslizamientos fantasiosos, y es un contrato que debería respetarse porque, creo, no hay ningún motivo -ningún motivo inocente, al menos- para no aclarar lo contrario y avisar: "Señores, este texto contiene elementos de ficción".
Autora de investigaciones tan fascinantes como "Los suicidas del fin del mundo", publicado por Tusquets, Guerriero reconoce que "el periodismo narrativo o literario es lo opuesto a la objetividad. Es una mirada, una visión del mundo, pero es una subjetividad honesta. Y si bien es posible que un periodista de Londres y otro de Perú tengan nociones opuestas acerca de cuándo una tarde es triste o una ciudad es pobre o fea, lo que no deberían tener son alucinaciones: escuchar lo que la gente no dice, ver niños hambrientos allí donde no los hay, creer que están en el frente de batalla cuando están en su cuarto de hotel. Pero poner un adjetivo bien puesto no es hacer ficción; hacer una descripción eficaz no es hacer ficción. Eso se llama, desde siempre, escribir bien. Si se confunde escribir bien con hacer ficción estamos perdidos. Si se confunde ejercer una mirada con hacer ficción estamos perdidos.
«Violar el contrato con el lector»
Y si les decimos a los lectores que, en ocasiones, es lícito agregar un personaje aquí y exagerar un tiroteo allá, también estamos perdidos, porque si uno es periodista no acomoda los hechos según le convenga, no le inventa piezas al mecano porque las que tiene no encajan y no escribe las cosas tal como le hubiera gustado que sucedan. Creo que una frase de John McPhee en el prólogo del libro "Los periodistas literarios", la antología de Norman Sims, lo deja claro: "Una cosa es decir que la no-ficción ha ido desarrollándose como arte. Si con esto quieren decir que la línea entre ficción y no ficción se está borrando, entonces yo preferiría otra imagen. Lo que veo en esta imagen es que no sabemos dónde se detiene la ficción y dónde empiezan los hechos. Eso viola un contrato con el lector. No he leído la biografía de Kapuscinski, de modo que no es de eso de lo que estoy hablando aquí. Estoy hablando, simplemente, de cosas en las que creo y en las que sospecho que creeré siempre, pase lo que pase".
Jon Lee Anderson : "Nunca definí sus libros como obras de no-ficción"
Arthur Domoslawski, que el próximo miércoles presentará su biografía en Madrid, cuenta en su libro que cuando Jon Lee Anderson estaba escribiendo su biografía sobre Che Guevara y se enteró de que Kapuscinski había conocido al revolucionario argentino aprovechó un encuentro casual en Londres con el reportero polaco para preguntarle cómo era Guevara. "Háblame del Che". "¡Bah! Eso fue un error del editor...", contestó Kapuscinski". En su libro Domoslawski inserta las siguintes palabras del reportero del "New Yorker": "Menuda desilusión. Me dio la sensación de que su respuesta no era sincera. Y me desilusionó aún más por el hecho de que siempre lo había admirado como reportero y como escritor, para mí era una leyenda, un "punto de referencia". En la portada de la edición inglesa de "La guerra del fútbol" se decía que Kapuscinski "se hizo amigo del Che Guevara en Bolivia, de Allende en Chile y de Lumumba, en el Congo". Domoslawski dice que de los tres, "probablemente Kapuscinski solo conoció a Salvador Allende".
También por correo electrónico, responde Jon Lee Anderson a la misma pregunta que sus colegas: "En cuanto al libro de Domosalwski, primero, no lo he leído porque me lo han enviado a casa hace poco. Pero sí tengo referencias y he leído extractos traducidos y críticas. En fin: no tengo razón para variar lo dicho. Es decir, me sentí decepcionado en algo por lo que intuí era una falta de transparencia por parte de Kapu en torno a detalles de su vida propia (caso especifico lo del Che), pero, igual que Danner y Weschler, no me afectó en cuanto a la admiración que sentía hacia él por sus grandes obras, "El Sha", "El Emperador" y "Un día más con vida". Tampoco veo contradicción en esto, porque, al menos en mi caso, nunca definí esos libros como obras de no-ficción, sino como una mezcla de géneros, incluyendo la ficción, o sea "faction," supongo, y era algo en lo que Kapu era un maestro de verdad".
Para el autor de libros como "Che Guevara: una vida revolucionaria", "El dictador, los demonios y otras crónicas" o "La caída de Bagdad", a la hora de hablar de un reportaje, "la constancia y precisión y la verdad de los hechos y sus detalles, sobre todo, son importantes. Pero quiero recalcar que no considero a ninguno de esos libros como reportajes. Es una cuestión de matices. Me parece que Kapu era una persona insegura, o al menos lo había sido. Desde luego no desmintió ni corrigió a otros (periodistas y publicistas editoriales, etc.) cuando la atribuían cosas como ser amigo del Che, y debía de haberlo hecho. Pero una cosa es amonestarle por no ser perfecto y por hacer el baile de los siete velos en la vida, o incurrir en la auto-mistificación (como hacen tantas celebridades y gente de la farándula hoy en día) y otro es tomar eso como justificación para masacrar toda su obra, con lo que no estoy de acuerdo".
Ramón Lobo : "K nos mostró una forma de mirar"
Para el reportero Ramón Lobo, que trató con Kapuscinsi en varias ocasiones, "todavía se discute la foto de Robert Capa "Muerte de un miliciano". Cuando eres tan grande como Capa o Ryszard Kapuscinski hay muchas lupas analizando tu trabajo. Ninguno hemos leído al verdadero K periodista, que redactaba despachos escuetos para la Agencia Polaca de Noticias. Todos hemos leído al escritor que años después de los hechos reescribe con técnica periodística aquellas notas dotándolas de contexto. No sé si debo mudar en mi librería los libros de K de la zona de no ficción a la de ficción. Están bien donde están, entre los mejores. K nos mostró una forma de mirar. Es lo que me queda, lo que trato de heredar", dice el periodista de "El País", autor de libros como "Isla África" o "El héroe inexistente", que remacha: "Los detalles no son tan importantes. En un tiempo de estafadores como este que tenemos no estoy dispuesto a cuestionar a un tipo como K. Si lees "El Emperador" o "Un día más con vida" sabrás por qué".
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