Arturo Béjar, exdirectivo de Facebook: «Instagram no protege a los niños, simplemente, porque no les importa»
El extrabajador de Meta ayudó al Gobierno de EE.UU. a preparar su demanda contra la empresa
Meta miró para otro lado con el impacto negativo de Instagram en adolescentes, según un informante interno

Cuando Arturo Béjar traspasó por primera vez las puertas de la sede de Facebook para convertirse en su nuevo director de ingeniería -y de la que se terminaría convirtiendo en su 'garganta profunda'-, Mark Zuckerberg ya estaba considerado como el mayor veinteañero prodigio que ... había dado la industria tecnológica desde Bill Gates o Steve Jobs. Era 2009, y el genio imberbe de internet, el que nos puso a todos a vivir con los ojos pegados a la pantalla, estaba a unos meses de dejar atrás su rol de caballo ganador de Silicon Valley para convertirse, directamente, en el hombre del momento. Al menos, eso es lo que se dijo en la portada de la revista 'Time'. Y no era para menos. Con 300 millones de usuarios, Facebook iba viento en popa. Se movía rápido. Lo rompía todo. El límite parecía el cielo. Y había compromiso con su comunidad.
«La empresa tenía mucha curiosidad. Quería conocer la experiencia de los usuarios y las cosas negativas», recuerda Béjar en conversación con ABC. El ingeniero permaneció en su puesto hasta 2015, cuando decidió dar un paso a un lado para poder pasar más tiempo con su familia. Pero volvió como consultor en 2019 con el interés único de mejorar la experiencia de los usuarios. Pero fue imposible.
En 2021 cogió otra vez la puerta de salida. En aquella ocasión para siempre. Sabía que la empresa no iba a cambiar desde dentro, por lo que decidió colaborar con los fiscales de Estados Unidos y participar activamente en la demanda que 44 estados del país han presentado contra Meta por ignorar los daños que las redes causan a los menores. Y a sabiendas. El pasado 7 de noviembre, Béjar testificó ante el Senado de los Estados Unidos. Durante su comparecencia, dejó claro que la política de la empresa ante los daños que causa en los menores pasa por «no ver, no oír».
El detontante que hizo que el ingeniero decidiese volver a su antigua empresa fue, precisamente, su hija pequeña de 14 años. Tanto ella como sus amigas estaban recibiendo de forma recurrente todo tipo de insinuaciones sexuales e imágenes obscenas no solicitadas a través de Instagram. La empresa se lavaba las manos. «Lo primero que le pregunté a mi hija es si la aplicación le había ayudado. Me dijo que nunca. Me sentí impotente. Porque no había nada que hacer y había gente haciendo comentarios muy feos sobre su cuerpo de adolescente», recuerda el ingeniero. La 'app' solo decía que no podía ayudarla, pero él sabía que «eso no era cierto». Habló con Instagram y volvió al trabajo.
Decepción y tristeza
Cuando Béjar vuelve a Facebook, lo hace para unirse al equipo de bienestar de Instagram con un contrato de dos años. El objetivo primero es conocer mejor las malas experiencias que los usuarios tienen cuando navegan por el interior de sus redes sociales. De este modo, la empresa podría poner soluciones y mejorar su ecosistema. Algo que, para el ingeniero, no era posible si se seguía fiándolo todo prácticamente a las normas de uso y al empleo casi generalizado de inteligencia artificial para perseguir contenido inapropiado. Sobre el papel, buenas a la hora de remover publicaciones conflictivas, pero no tanto detectándolas.
La empresa, además, apuesta en sus informes de transparencia por mostrar la prevalencia del contenido que infringe sus normas y es visualizado por los usuarios. Pero este enfoque, según Béjar, «es engañoso». No demuestra, en absoluto, que Instagram sea un lugar seguro para los niños. Por poner un ejemplo, en Meta no hay ninguna norma que impida que un adulto vaya a alguna publicación de un menor desconocido y se dedique a llenarlo todo de emoticonos de corazones, o que adolescentes se pongan a usar siglas para lanzar proposiciones indecentes a otros menores. Y estos, evidentemente, tampoco tienen ninguna herramienta efectiva a su disposición para poder evitar el consumo diario de contenido que, de una u otra forma, los daña.
La indiferencia de Zuckerberg
Béjar y su equipo comenzaron a preguntar a los usuarios por sus malas experiencias en Instagram. Las conclusiones: en una semana, el 13% de niños de entre 13 y 15 años reciben propuestas sexuales no deseadas en la 'app'; el 26% ve discriminación; el 11% recibe insultos y el 21% se siente peor consigo mismo por culpa de lo que se encuentra en la red social de las fotografías.
Ante la gravedad de la situación, Béjar se puso en contacto con varios altos directivos de Facebook. Entre ellos, con Mark Zuckerberg, con quien llevaba años en contacto directo, y Adam Mosseri, jefe de Instagram. Zuckerberg ni siquera le respondió: «Pensé que si sabía que habían muchas menores recibiendo acoso sexual actuaría. No sabes cuántas veces, a lo largo de seis años, Mark (Zuckerberg) me llamó cuando ocurría algo grave para solucionarlo». El exdirectivo remarca que el CEO «le decepcionó profundamente». Igual que Mosseri, con quien sí que llegó a tener una reunión. El jefe de Instagram pareció entender la gravedad del asunto y se comprometió a trabajar para realizar cambios y que los usuarios pudiesen tener, por ejemplo, un botón para evitar contenido indeseado. Pero las promesas cayeron en saco roto.
«No podemos confiar a Meta a nuestros menores si no están dispuestos a hacer nada para parar el acoso infantil y protegerlos», dice Béjar. Cuando se le pregunta por qué la 'app' optó por laverse las manos a pesar de ser consciente de la existencia del problema, el ingeniero lo tiene claro: «No es por dinero o por falta de talento, es simplemente porque a Instagram no le importa proteger a los niños. Tiene otras prioridades». El año 2021 iba llegando a su fin y el Gobierno de EE.UU. había comenzado a investigar a la empresa en base a los miles de documentos internos filtrados por Frances Haugen. Al poco tiempo, el ingeniero abandonó la empresa y decidió esperar. Cuando concluyó que Meta no iba a hacer nada, empezó a colaborar con los fiscales estadounidenses, que presentaron una gran demanda contra la compañía el pasado octubre: «Me dí cuenta de que las redes sociales no van a cambiar ni van a ser más transparentes. Hay que obligarlas con leyes». Está completamente retirado del negocio; su futuro pasa por la concienciación: «Las redes te deshacen. Rompen tus ideas y te dañan. Nunca volveré a la industria».
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