Ocho errores que estás cometiendo al vestirte para ir a la oficina
Puede que aún no te hayas dado cuenta, pero esto es lo que no debes hacer al elegir tu ropa cada mañana
Todavía costará tiempo desterrar esa idea extendida entre mucha gente de que vestir en traje , por ejemplo, es hacerlo bien y, por el contrario, llevar unos jeans y unas deportivas no lo es tanto. Seguramente esto pueda ser así en muchísimas ocasiones, pero no es una fórmula matemática en los tiempos que corren. Debemos actualizar nuestro sistema operativo al año que marca el calendario e ir un paso más allá: romper con nuestros estereotipos construidos sobre cimientos muy sólidos, es verdad, y empeza a admitir la idea de que donde está la diferencia entre los que “visten bien” y los que “visten mal” es en los detalles, en el cómo lo llevan, no en lo que llevan.
De esta forma, tener en cuenta el contexto para que el construimos el look, cuidar hasta los detalles que no se ven, llevar la ropa inmaculada o tener estilo y buen gusto a la hora de combinar las prendas del outit son algunos de los factores que sí pueden diferenciar a una persona que viste bien de la que no. Y es que, sin ir más lejos, todos los días nos cruzamos con hombres que van camino del trabajo con lo que creen que es lo más adecuado y no por ello les podemos pegar la etiqueta de elegantes. Estos son los ocho errores más habituales a la hora de vestirse para ir a la oficina.
Si te sientes identificado, ya sabes lo que significa… toca ponerle remedio.
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Llevar los zapatos sucios
La oficina no es el campo (salvo que seas autónomo y trabajes allí), así que no vale como excusa para llevar unos zapatos sucios decir que has estado de trekking ni nada por el estilo. No basta tampoco con pasarle un dedo húmedo justo cuando vas a salir por la puerta. Piensa que igual que hay gente que se fija en los ojos o en las manos, la hay que lo hace en los zapatos , es decir, que por mucho que estos vivan en la planta baja de tu cuerpo, este no es un garaje oscuro donde solo entras tú a guardar tus trastos.
Solución : si quieres que el brillo de tus zapatos no sea el objetivo de los paleontólogos por estar sepultado bajo manchas y una gruesa capa de polvo, basta con mantenerlos limpios con una buena limpieza semanal y retoques diarios. La mayor inversión que tienes que hacer para ello se mide en tiempo, no en dinero, así que no hay excusas.
2
No planchar la ropa
De igual forman que lo hacen los zapatos, la ropa es una especie de currículo de tu vida, una biografía. De igual forma que no es bueno llevarse el trabajo a casa, tampoco es bueno llevarse la casa al trabajo. Esto significa que a tu jefe no le importa si tienes gato o no, por ejemplo, pero sí le importa que no vayas a una reunión con un cliente con una chaqueta con pelos del animal sobre ella. Pasa lo mismo con si sabes planchar o no , o si ha sido la lavadora de casa la que ha provocado que tu jersey tenga pelotillas. En definitiva, no le importa nada el cómo, solo el resultado final.
Solución : solo debes revisar tu armario de vez en cuando, planchar -sí, las camisas no se planchan solas por mucho que busques métodos alternativos para ello- y siempre echar un último vistazo a tu look en el espejo de la entrada de casa. Sí que tendrás que rascarte algo el bolsillo cuando toque renovar prendas que están para jugar en la liga de veteranos…
3
Combinaciones sin sentido
Volvemos a la senda de los verdaderos pecados capitales de la moda en la oficina. El look es un todo y cuando no se concibe como tal llegan las meteduras de pata. Un ejemplo de ello es pensar exclusivamente en combinar corbata y camisa sin tener en cuenta el traje al que ambas prendas van a acompañar. El resultado final es un cuadro de Jackson Pollock en cuanto a la mezcla indefinida de colores, con la diferencia de que tú no quieres ser un cuadro, ¿verdad?
Solución : pensar en todo el sentido del look y probar todo lo que sea necesario. Si no tienes tiempo, dedica un rato del fin de semana a experimentar con tu armario y así no llegarás tarde al trabajo por no dar con la tecla perfecta, para lo que también está la solución de no arriesgar, recurriendo a combinaciones clásicas y sencillas con la camisa blanca como pilar fundamental de las mismas.
4
Pasarse de informal
Ir a la oficina no entra en el mismo contexto que una salida con amigos o un paseo con tu perro. El casual friday es una medida genial que facilita la libertad creativa a la hora de vestir y esa búsqueda de lo confortable hacia la que camina la moda actual, pero no significa que puedas ir con tus Air Max o con la camiseta de tu grupo de rock favorito a trabajar (salvo que tu empresa esté abierta a ello).
Solución : entender bien el contexto para el que te estás vistiendo y empatizar con la situación. Imagina que es un compañero el que viste aquello que tú estás pensando llevar a la oficina y piensa en la reacción de los demás. Si crees que pueden dudar de si ha pasado los límites de lo informal, mejor pecar de conservador y dar un paso atrás. Las deportivas, mejor blancas, y las camisetas, si es que no puedes resistirte a ellas en vez de a un polo o una camisa, que sean básicas en la medida de lo posible.
5
Llevar corbata sin sentido
No, la corbata no es como tener que levantarte antes para sacar al perro a que haga sus necesidades en pleno diciembre. Si te sientes así, quizá sería mejor no tener perro, ¿verdad? Pues aplica esta comparativa tan bizarra al caso de la corbata: para llevarla porque sí, mejor dejarla en casa, que ya es un look plenamente aceptado a punto de entrar en el 2020.
Solución : si la empresa te lo permite, destensa el look cambiando el traje por un chino y una americana. Si no te lo permite el protocolo interno, haz un esfuerzo por descubrir a este elegante complemento que tiene todavía mucho que decir en el mundo de la moda masculina.
6
Mezclar colores
Esto no es un error propiamente dicho puesto que un traje azul marino liso o un gris siempre serán una opción que nadie podrá poner en duda para ir a la oficina pero es verdad que, incluso en el ámbito laboral, sienta bien jugar de vez en cuando y arriesgar para sorprender , y una forma de hacerlo sin perder ni una gota de estilo es alternar los trajes monocolor con combinaciones similares bicolor.
Solución : combina pantalones chinos y blazer, con corbata o sin ella, de colores distintos y date una alegría. Piensa en combinaciones infalibles las primeras veces que lo haces. Te dejamos una pista: pantalón beige y blazer azul marino.
7
Olvidarte de los complementos
Te vistes de los pies a la cabeza con estilo, elegancia, sentido común, sin pecar en ninguno de los puntos anteriores de esta lista y cuando vas a meter el portátil para llevarlo a la oficina lo haces en la mochila de propaganda que te han regalado no sé quién ni a cambio de qué. ¡Error garrafal!
Solución: los maletines siempre han sido sinónimo de elegancia pero, en caso de que te parezcan muy clásicos, puedes optar por bolsos tipo tote o mochilas, que ya hace tiempo que dieron un salto de calidad sobresaliente. Hay muchas propuestas de las industria textil, más o menos caras, que son realmente estilosas. Así dejas la de publicidad para… para nada, mejor. Olvídate de ella.
8
No dar importancia al abrigo
Con el abrigo pasa algo similar a lo de la mochila o el maletín. Piensas que nadie te lo verá en la oficina, así que te coges el que llevas los sábados con los vaqueros, te lo plantas encima del traje y lo primero que ocurre cuando llegas a la oficina es esa escena tan de Mad Men, que coincides en el ascensor de la ofi hasta con el apuntador. Y entre ellos, cómo no, tu jefe o jefa.
Solución : respeta al abrigo como se merece. No tienes que tener uno para que cada día de la semana ni mucho menos. Lo ideal, como mínimo, es tener una opción más de entretiempo, que puede ser un trench, por ejemplo, y uno que te proteja del frío, como los de tipo trenca.
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