«El volcán no se ha cobrado vidas físicas pero sí emocionales, las heridas persisten a día de hoy»
PRIMER ANIVERSARIO DE LA ERUPCIÓN DE LA PALMA
La Palma está en terapia, un año después de la erupción. Los palmeros atraviesan el duelo tras haber perdido sus casas, sus empleos y sus recuerdos. Muchos sueñan que el volcán vuelve a estallar y aseguran que jamás olvidarán lo que ocurrió
«Vivo con un muro delante, el volcán me dejó sola y en la penumbra»
A los pies del volcán de La Palma: «Aquí es donde mejor se respira y menos calor se siente»
![René Miranda Juviel llegó a La Palma](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/rene_20220917181808-Ru26PTrOJnvkAjYnqqpkNXJ-1240x768@abc.jpg)
René Miranda Juviel dejó su Cuba natal con 64 años para empezar de nuevo en nuestro país. Cuando escogió la isla de La Palma para poder trabajar jamás pensó que solo cinco meses después de su llegada, un volcán saldría de las entrañas ... de la tierra para arrasarlo todo: álbumes de fotos, juguetes, recuerdos; tierras trabajadas durante años u hogares construidos con las manos de sus dueños -y con ayuda de préstamos que no se han terminado de pagar-.
Tanto para René, como para todos los palmeros, parece que no ha pasado un año desde aquella terrible erupción en Cumbre Vieja. Aquel 19 de septiembre de 2021 cuando se abrió la tierra y un fuego incandescente destruyó todo a su paso, los relojes de los palmeros se detuvieron. En la isla nadie habla de aquello como algo lejano, ni del volcán de hace un año. La palabra «recuerdo» no sale de sus labios, la tragedia sigue en presente.
Es difícil encontrar un isleño que no trague saliva o rompa a llorar al hablar de lo que perdió: el limonero, las gallinas, la casa o el empleo que ya no están. «Cuando llegué con mi mujer a la isla, trabajaba para un señor que tenía una empresa de plátanos, pero él lo perdió todo con el volcán y ahí me quedé... Con la edad que tengo y en un país en el que no conozco a nadie», relata René con lágrimas en los ojos cada vez que sale una frase de su boca. Su mujer también perdió entonces el empleo y René entró en una espiral de estrés tan fuerte que tuvo que pedir ayuda. Este incansable trabajador, que en Cuba fue marinero y conductor de «un carro del año 1952 para transportar turistas», tuvo que sobrellevar la situación con pastillas para pasar las noches... y también los días.
![Vicente de la Rosa Guillén perdió su casa valorada en más de 600.000 euros. Se mudó a la casa de su madre en Fuencaliente](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/rigo_20220917181931-U61320732035dcz-624x350@abc.jpg)
El tratamiento de René fue corto, pero los psicólogos de la isla contemplan con estupor cómo hay muchos pacientes que toman una cantidad de pastillas que preocupan. «Ellos me dicen que se los manda el médico de cabecera y me tengo que fiar, pero no sé hasta qué punto pueden ser buenos esos cócteles: un diazepam por la noche, un lexatin por la mañana, otro al mediodía y, para rematar, un orfidal...», relata Estefanía Martín, psicóloga sanitaria del Colegio de Psicólogía de Santa Cruz de Tenerife, y quien estuvo atendiendo afectados desde el minuto uno de la erupción.
Miedo a los ruidos
Si bien el tratamiento psicológico que se hizo al estallar la erupción -el llamado de emergencia- es diferente al que se hace ahora -sanitario clínico, de largo plazo- el problema de los palmeros se mantiene, el «reloj mental» sigue detenido. «Ahora tenemos gente nueva porque no han tratado el duelo en su momento; hay gente a la que se le dio el alta pero hay otros muchos que se dieron cuenta ahora de que la cabeza no está funcionando bien y que las habilidades que tienen no son suficientes«. Los problemas que se tratan en consulta van desde dificultad para conciliar el sueño, pasando por ansiedad, depresión, estrés postraumático, ira, frustración, problemas de convivencia fruto de ser 10 o 12 personas en un piso reducido, hasta el miedo a cualquier ruido que pueda augurar la tragedia: «Cualquier sonido les asusta, se mueve una silla y piensan que va a explotar el volcán de nuevo», relata Marín.
«Detrás del volcán había divorcios o maltratos no denunciados»
Estefanía Martín
Psicóloga
También comparten con esta profesional la sensación de abandono, incluso de los periodistas: «Ya no les interesamos a nadie», le dicen. Sufren también el silencio administrativo, la información incongruente. Por no mencionar que el volcán ha sido una olla que estaba tapando problemas previos: »Detrás de esto había divorcios, un hijo con un diagnóstico que no pude aceptar, maltrato no denunciado, una madre con cáncer a la que cuido sola porque mis hermanos me ignoran...».
En el caso de los niños aparecieron problemas de conducta y dificultad para adaptarse a la escuela. Pero los de peor pronóstico son los mayores, dice Mariana Monterrey, psicóloga sanitaria del mismo colegio. «Los jóvenes tienen la vista puesta hacia adelante, en la posibilidad de empezar de nuevo, pero a los mayores les cuesta un poquito más». Monterrey, que también atendió a afectados desde el día 1 de la erupción, reconoce que en gravedad de síntomas no había visto nada igual en la isla: «El volcán no se ha cobrado vidas físicas pero sí emocionales, las heridas persisten a día de hoy«.
«Nos enseñan a asegurar la casa o el coche, pero no a cuidar la mente»
Heridas que no todos desean compartir con los psicólogos, aunque tampoco podrían si quisieran porque solo en Los Llanos de Aridane hay ocho profesionales para 190 personas (y el convenio termina a final de año). «Nos enseñan a asegurar la casa, el coche, todo lo material, pero no a cuidar la mente», lamenta Martín.
Leticia García Sánchez está entre las afectadas que no quiere ir a terapia. Dice que de hacerlo se rompería y que ahora necesita estar fuerte para sus hijos: Ayna de 12 años; Itziar de 7 y Logan de 3. «No quiero ir al psicólogo; van a salir cosas que no quiero que salgan, como el maltrato por parte de mi ex. Yo sé que tengo que aceptar lo que hay, pero ahora mismo prefiero no hacerlo porque cuando ocurra me vendré abajo y necesito estar fuerte para mis tres hijos».
![Leticia García, junto a sus hijas Ayna e Itziar en la casa de madera que le cedieron tras perderlo todo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/LETICIA-2-U08052843613QJz-624x350@abc.jpg)
Pérdida de referencias
Esta palmera tiene 34 años y vive en las llamadas 'casas de madera', unas cinco viviendas prefabricadas para afectados, de unos 60 metros cuadrados. Perdió su casa de Los Campitos, en Los Llanos, de la que echa de menos su huerta de limoneros y aguacates. Pero también la farmacia, el supermercado, la iglesia y hasta a su médico. «La gente perdió sus referencias, no saben dónde está su casa: imagina que quieres volver, aunque sea a mirar y desaparece el stop, el ceda el paso, la calle...», ejemplifica Martín.
Esta sensación de vacío y desorientación la padecen aquellos que quieren ver, pero hay otros que optan por darle la espalda al volcán física y psicológicamente. «Hay personas que no han podido pasar por donde se ve el volcán, evitan hablar de él, ni siquiera lo nombran», narra Monterrey. Es el caso de Leticia, que puede ver desde la puerta de su casa de madera el volcán en todo su esplendor. Ahora es una montaña gigantesca que se alza en Cumbre Vieja, fácilmente reconocible, además, porque sigue emanando gases y conserva los colores de una paleta: ocres, amarillos, verdes...»Vivo en mi negación, no miro el volcán, lo evito porque te pones a mirar y dices: «Joder, es un cabrón»».
«Vivo en la negación, no miro el volcán»
Leticia García Sánchez
Afectada por la erupción
A Leticia le ha tocado explicarle a su hija Ayna que no volverían nunca más a casa: «La mañana de aquel día que reventó el volcán mi hija mayor empezó a llorar porque temblaban las ventanas, el techo, parecía que se venía la casa encima«. Ya con el paso del tiempo decidió decirle que no podrían volver. Más difícil fue con su hija mediana, Itziar, de 7: «Recuerdo que me decía: "¿No tenemos casa? Pues hacemos otra", o le pedía al padre que cuando fuera a trabajar pasara por casa a buscarle el cubo de Rubik», recuerda Leticia emocionada.
Sueños y pesadillas con el volcán
Esta madre palmera, que se dedica a bañar y acompañar a personas mayores, cuenta que a veces sueña que está en su casa de Los Campitos y el volcán vuelve a estallar. Pero también recuerda los sueños del principio, de hace un año, cuando su subconsciente guardaba esperanza: «Los primeros días soñaba que mi casa se salvaba como ocurrió con la Virgen de Fátima, a la que la lava rodeó y dejó intacta».
Vicente de la Rosa Guillén o Rigo, como le llaman sus amigos, no sueña pero sí se despierta de noche desorientado. Incluso, muchas veces le dice a su mujer, Enaida, que se va a Las Manchas a jugar una partida de dominó y luego se da cuenta de que no hay partida de dominó, ni casa, ni terreno. La pérdida de Rigo fue económicamente devastadora. Enseña con el móvil una foto de su casa con una cifra que da escalofríos: 610.000 euros que ahora están bajo una colada. Su casa tenía más de 500 metros cuadrados y 14.000 de terreno. La casa la heredó su mujer, Enaida, una enamorada de las plantas que tenía un paraíso de rosales, gladiolos, tulipanes, azucenas, naranjeros, etc.
![Mariana Monterrey es psicóloga sanitaria y presta apoyo desde el día 1 de la erupción. Atiende a 190 personas junto a siente compañeros. Posa para ABC con el volcán detrás](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/mariana-monterrey-U55451236168NEq-624x350@abc.jpg)
Rigo dice que no asimila un año después todo lo que se dejó ahí adentro. La Guardia Civil lo obligó a salir corriendo y solo cogió unos pantalones y documentación. «Me habría gustado llevarme los recuerdos; en la entrada había álbumes de fotos con los niños de pequeños, nosotros de jóvenes, incluso los cuadernos del colegio de mi mujer«, relata emocionado, pidiendo perdón por la voz entrecortada por el llanto. Le duele más eso -y sus gallinas y sus ovejas- que el valor de la casa. Lo mismo le pasa a su mujer, que menciona su plancha una y otra vez.
«Cuando la erupción cerré con llave pensando que volvería»
Antonio de la Rosa Guillén
Afectado
La nueva casa de este matrimonio está en Fuencaliente, era de la madre de Rigo y en ella se nota el esfuerzo por recrear, con plantas, aquel hogar que quedó enterrado debajo de lo que ahora son duros escombros de basalto. «Cuando explotó el volcán cerramos con llave pensando que volveríamos», relata Rigo. «Dios mío mi casita, decía entonces...Los canarios somos duros pero esto no se olvidará jamás«.
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