El Vaticano da el primer paso para aclarar el dogma de la infalibilidad papal
Es el primer paso hacia una decisión histórica, solicitada por ortodoxos, protestantes y anglicanos
El Papa Francisco vuelve a decir que «se respira un ambiente de mariconería» en el Vaticano
![El Papa Francisco](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/06/13/papa-RR48Kj1hOMWZNveHIykrYLJ-1200x840@diario_abc.jpg)
El Vaticano estudia preparar un «comentario oficial» para aclarar qué significa el dogma de la infalibilidad papal. Se trata de una decisión reclamada por los cristianos no católicos, que abriría el camino a reconocer en el sucesor de Pedro una autoridad común. Según propone la Santa Sede, la idea sería «aclarar la terminología adoptada, que a menudo sigue siendo equívoca y se presta a malentendidos, por ejemplo: jurisdicción ordinaria, inmediata y universal; infalibilidad; gobierno; autoridad suprema y poder» del Papa.
La propuesta ha sido publicada en un documento oficial del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, aprobado explícitamente por el Papa Francisco y presentado en una rueda de prensa en el Vaticano, lo que puede interpretarse como una confirmación de que esta cuestión se afrontará en un futuro cercano.
«Es una propuesta», adelantó el cardenal Kurt Koch, responsable del diálogo entre el Vaticano y las Iglesias cristianas. «La idea es subrayar que cuando el Papa invoca la infalibilidad, no es una cualidad de su persona sino ligada a la infalibilidad de la Iglesia, pues antes de proclamar un dogma consulta a todos los obispos».
Se trata de un primer paso hacia una decisión histórica que tendría un enorme impacto para sanar las divisiones entre cristianos. Para comprenderla, hay que tener en cuenta que el cristianismo es la religión más extensa, unos 2.400 millones de bautizados, pero está dividida en varias ramas o confesiones. La rama más numerosa es la Iglesia católica, con casi 1.400 millones de creyentes; pero también existen las Iglesias ortodoxas, la Iglesia protestante, la Anglicana, etc.
Además de algunas cuestiones doctrinales, uno de los puntos que los dividen en la raíz es el tipo de autoridad que se reconoce al Papa, como sucesor de Pedro. Según los católicos, al obispo de Roma le corresponde una autoridad universal sobre las cuestiones de la Iglesia; para los ortodoxos, como máximo un «primado honorífico».
Un documento para evitar las divisiones entre cristianos
En 1995, Juan Pablo II solicitó a todos los líderes cristianos entablar un «diálogo» para acabar con este problema, y buscar un modo de ejercer ese «primado» que fuera aceptable para todos. Se trataba de «encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva». Puso como ejemplo el primer milenio, cuando «los cristianos estuvieron unidos» y «la Sede Romana, con el consentimiento común, moderaba cuando surgían disensiones entre ellas en materia de fe o de disciplina».
Casi treinta años más tarde, el Vaticano ha recogido en un documento las respuestas oficiales o informales de las confesiones cristianas a esta propuesta. El texto se llama «El Obispo de Roma», y recoge «una síntesis objetiva de la discusión ecuménica sobre el tema, reflejando así sus puntos de vista, pero también sus límites».
El amplio texto enumera las «cuestiones teológicas que tradicionalmente han cuestionado el primado papal» e incluye «algunos avances significativos de la reflexión ecuménica contemporánea». Pero propone algunas importantes decisiones que consientan seguir avanzando.
«Los diálogos (entre católicos y otras confesiones cristianas) siguen expresando preocupaciones acerca de la relación entre la infalibilidad y el primado del Evangelio, la indefectibilidad de toda la Iglesia, el ejercicio de la colegialidad episcopal y la necesidad de la recepción», reconoce.
Hay propuestas de todo tipo, pues asegura que en estos años de diálogos «se han identificado algunos principios para el ejercicio del primado en el siglo XXI. Un primer acuerdo general es la interdependencia mutua entre el primado y la sinodalidad en cada nivel de la Iglesia, y la consiguiente exigencia de un ejercicio sinodal del primado». Se refiere por ejemplo a los buenos resultados que ha dado el desarrollo de conferencias episcopales, o organismos de gobierno de la Curia Vaticana.
Otros han propuesto que «el poder del Obispo de Roma no debería exceder lo necesario para el ejercicio de su ministerio de unidad a nivel universal, y sugieren una limitación voluntaria en el ejercicio de su poder»; también, «distinguir las funciones patriarcal y primacial del Obispo de Roma de su función política como Jefe de Estado».
El interlocutor de la Iglesia Apostólica Armenia con el Vaticano, Khajag Barsamian, elogia que el documento «propone distinguir más claramente entre las distintas funciones del Papa, por una parte, como Patriarca de la Iglesia latina, por otra, como ministro de unidad entre las distintas Iglesias y, por último, como Jefe de Estado».
Al ser un «documento de estudio» en el texto no es fácil distinguir las propuestas con las que el Vaticano estaría de acuerdo con las que no. Pero sí parece claro que se trata de «la búsqueda de una comunión perfecta y total que no es ni absorción ni fusión, sino un encuentro en la verdad y el amor». Lo resumen con la expresión «cristianismo reconciliado».
«Tal comunión presupone que la relación del Obispo de Roma con las Iglesias orientales y sus obispos tendría que ser sustancialmente diferente de la relación ahora vigente en la Iglesia latina, y que las Iglesias seguirán teniendo el derecho y el poder de gobernarse a sí mismas según sus propias tradiciones y disciplinas», aclara.
La infalibilidad papal
El 18 de julio de 1870, el Concilio Vaticano I aprobó la constitución apostólica «Pastor Aeternus» que establecía que el Papa es infalible cuando habla «ex cathedra» sobre cuestiones de fe y de moral. Significa que el Papa es infalible sólo cuando, como «pastor de la Iglesia universal» y no como persona privada, interviene con «un acto definitivo para proclamar una doctrina relativa a la fe y a la moral». Teológicamente se basa en la promesa que Jesús hace a Pedro de que tendrá una especial asistencia.
Esta prerrogativa se ha usado sólo en una ocasión, en 1950, cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen María al Cielo.
El Vaticano solicita tener en cuenta el contexto histórico en el que lo proclamaron la mayoría de los obispos católicos reunidos en Roma, en 1870, con la intención de proteger la libertad del Papa y como respuesta a los autoritarismos en Occidente y al liberalismo y al racionalismo, que prescindían de la concepción trascendente de la persona.
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