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El Vaticano excomulga a Carlo Maria Viganò, uno de los críticos más duros contra el Papa Francisco

Incluso el grupo fundado por Marcel Lefebvre ha tomado las distancias de sus posiciones extremas

El Vaticano prohíbe a los empleados de la basílica de San Pedro llevar piercings o tatuajes «a la vista»

El arzobispo excomulgado Carlo Maria Viganò. ABC
Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en el Vaticano

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«Culpable de delito de cisma». Es la sentencia que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha comunicado este viernes por la mañana al ex nuncio en Washington, Carlo Maria Viganò, de 83 años. La plenaria de este departamento del Vaticano lo dispuso este jueves hace 24 horas como resultado de un «proceso extrajudicial».

«Son conocidas sus declaraciones públicas, de las que se desprende su negativa a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, a la comunión con los miembros de la Iglesia que le están sujetos y a reconocer la legitimidad y autoridad magisterial del Concilio Ecuménico Vaticano II», explica el Vaticano. Por eso, «Al término del proceso penal, S.E.R. Mons. Carlo Maria Viganò fue declarado culpable del delito reservado de cisma», añade el comunicado.

Viganò ha respondido con un texto en redes sociales que «lo que se me imputa como culpa de mi condena consta ahora, confirmando la Fe Católica que profeso plenamente». También se dirige al resto de obispos con una frase del Evangelio, «Si estos callan, gritarán las piedras».

El obispo cismático, que no ha comparecido ante el tribunal ni ha presentado un abogado que le defienda, ha publicado el texto completo de la sentencia que ha recibido por correo electrónico a las 13:14 hora italiana de este viernes -el Vaticano ha hecho pública la decisión dos minutos más tarde. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe le advierte que además de la excomunión, «si lo requiere su ausencia prolongada o la gravedad del escándalo, podrá ser castigado con otras penas, sin excluir la expulsión del sacerdocio».

Cuando el pasado 20 de junio el mismo Viganò hizo público que el Vaticano había abierto un proceso contra él, aseguró que «es un honor» ser acusado de negar la legitimidad del Papa Francisco, romper la comunión con él y rechazar el Concilio Vaticano II. «Me honro en no tener -y de hecho no quiero- ninguna comunión eclesial con ellos», llegó a escribir.

Viganò ha sido excomulgado por un delito «contra la fe y la unidad de la Iglesia». La sentencia cita el punto 1364 del Código de Derecho Canónico, que recita que «el apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae», en referencia a una sanción automática.

Ese mismo canon añade que «puede ser castigado además con las penas enumeradas en el canon 1336, §§ 2-4», que van desde «el mandato de residir en un determinado lugar o territorio; de pagar una multa pecuniaria para los fines de la Iglesia»; hasta «la privación de la facultad de oír confesiones o de predicar, o de la remuneración eclesiástica», pasando por «la prohibición de vestir el traje eclesiástico o el hábito religioso».

El Vaticano explica que «la remoción de la censura en estos casos está reservada a la Sede Apostólica», y que por tanto sería necesario un acto explícito del Papa para retirarla.

Poco antes de que se hiciera pública la sanción, en Twitter, el ex nuncio publicó este mensaje: «Invito a todas las personas de buena voluntad a contribuir según sus posibilidades con un donativo a la Fundación Exsurge Domine, especialmente para la formación tradicional de seis jóvenes seminaristas». Se trata la institución con la que cubre económicamente los gastos de personas sancionadas por el Vaticano a causa de su apoyo a la causa tradicionalista.

En su comunicado del 20 de junio, elogió la figura de Marcel Lefebvre, religioso francés extremadamente crítico con el Concilio Vaticano II, excomulgado por Juan Pablo II en 1988 tras decidir ordenar a cuatro nuevos obispos sin el permiso del Papa.

La semana pasada, los lefebvrianos aclararon que mientras que Viganò coquetea con el sedevacantismo, corriente que considera que no fueron auténticamente papas los sucesores de Pedro elegidos tras el Concilio Vaticano II, «el arzobispo Lefebvre y la Sociedad que fundó no se han aventurado por ese peligroso camino».

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