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El último plan de Aleksandra y Anastasiia

Las rutinas de las adolescentes rusas se mantuvieron en los días previos a su suicidio. Chuches, juegos y lectura en el parque del Caballo, y la fiesta por su 12 cumpleaños: fue una muerte sin señales visibles aunque todo Oviedo las busca

El colegio público de La Ería, donde estudiaban las dos hermanas, se siente señalado: «Hay alumnos de 85 nacionalidades»

Aleksandra y Anastasiia se arrojaron a un patio interior desde una treintena larga de metros ABC / Vídeo: ATLAS
Érika Montañés

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Frente a la archiconocida estatua que Oviedo dedicó en 2014 a Mafalda y su creador 'Quino' en el parque Campo de San Francisco, dos mujeres argentinas recuerdan algunas de sus más célebres frases. «Es curioso, uno cierra los ojos y el mundo desaparece», evoca Julieta. Leen el cartel que indica que esta figura tiene a su gemela en el barrio de San Telmo, en Buenos Aires. Allí, tal vez la Mafalda gemela esté pronunciando aquello de «paren el mundo, que me quiero bajar ya». A dos kilómetros exactos de este punto en el corazón ovetense, otras dos niñas gemelas quisieron apearse del mundo. Pero nadie encuentra una razón y parece que sin ella el dolor se volverá aún más inaguantable.

Obrero, residencial, con construcciones aún en ciernes y otras, como la de la calle Facetos, 47, relativamente nuevas –«unos 15 años», comenta uno de los vecinos del bloque–, el barrio de La Ería respira por la herida. El ímpetu de los focos ha hecho daño y el periodista es invitado a escudriñar motivos en otra parte.

Quienes profundizan en ellos son la familia y amigos de las hermanas y los agentes de Policía porque no hubo señales de aviso claras, por mucho que se rebusque ahora en unos cuadernos con garabatos de escenas de ahorcamientos y en las redes sociales de las jóvenes. Fue una muerte sin luces rojas. Y planificada. Para el psicólogo clínico Ángel Peralbo, la única clave es esa, «tuvo que haber un padecimiento previo de una o de las dos, algo, porque hubo un plan», el último que hacían juntas Aleksandra y Anastasiia Zuev.

Ese algo martilleó la mente de las adolescentes rusas hasta el punto de querer detener sus vidas siendo muy niñas. La semana la habían comenzado celebrando con compañeros y familiares su duodécimo cumpleaños. Mostró algunas imágenes Fernando Díaz, el progenitor de uno de sus amigos, en el portal del domicilio tras sus muertes. El viernes 19 de mayo se arrojaron una tras otra al patio de luces interior, un cuadrilátero claustrofóbico.

Los psicólogos, como la directora del teléfono de ayuda ANAR Diana Díaz, hablan de indagar en los cambios de conducta que hubiera previos y bruscos, pero las niñas mantenían sus buenas notas, sus actividades deportivas y extraescolares, sus conversaciones con el resto de la clase en el recreo, sus paseos y juegos en familia... La única variación en sus planes fue la anulación repentina de su viaje de fin de curso, que comenzaba el pasado martes en Madrid. Habían vendido las papeletas hasta hace dos semanas y adujeron que ya no les apetecía, según dijo un compañero a su padre. No les extrañó que cuando una se borró, la otra le secundara.

El resto, su rutina habitual. Chuches en el kiosco El Compás, donde solían parar con su madre y pedirle permiso siempre para llevarse algo. «Lo que más les gustaba eran unas muñecas que vienen en sobre, a lo Pinypon», dice Amaya en el local. «No venían todos los días, pero dos chicas monas, rubias, calladitas y rusas no es por aquí lo común; te quedabas enseguida con sus caras», afirman ella y su madre, Carmen.

Proteger a Arsiny

Cinco días después del suicidio, una solitaria vela roja y las cintas policiales son su única reseña. El tercer hijo de Igor Zuev y Olga Glebova, Arsiny, está con unos amigos de la familia, los mismos que han dirigido una carta a los medios para pedir que las dos muertes «no caigan en el olvido». «Ha sido una grandísima tragedia que no deseo que tengan que vivir ningunos padres, ni una ciudad como Oviedo, que lo ha pasado muy mal. Siempre estarán en nuestro recuerdo», comenta a ABC Alfredo Canteli, regidor de la capital asturiana. Se enjugaba las lágrimas minutos después de llegar a esta calle Facetos. También el edil de Seguridad Ciudadana, José Ramón Prado, que acusa, demacrado, el mazazo. Como psicólogo que se ha dedicado a la enseñanza, este es el peor momento que ha vivido, junto a un parricidio que sacudió a Oviedo y el suicidio de su madre. «El devenir de las niñas en el centro, que hasta última hora mantuvieron una relación perfecta, no marcó señales visibles», indica Prado, quien alude al vínculo tan especial que, al decir de todos, tenían las gemelas.

El suceso ha atravesado la campaña y Adrián Barbón convocó al Colegio de Psicólogos el mismo lunes 29

El caso también ha atravesado la campaña. Y Adrián Barbón, presidente asturiano, sin saber si gana o no ha convocado para el 29 de mayo al Colegio de Psicólogos para abordar el refuerzo en la atención a la salud mental de los 'guajes'. Los sindicatos educativos como Suatea han pedido el refuerzo de terapeutas en los colegios.

Pero el barrio de La Ería sí quiere olvidar. Las miradas de Román y su mujer se cruzan al alzar la vista a la cuarta planta. «La desgracia se queda para sus padres», resume el septuagenario. Otra vecina, María Jesús, pasea a su perrita sin dar crédito al sobresalto de sirenas de policía y ambulancias a las 9.15 horas del fatídico viernes, mientras la repartidora de folletos del Lidl le corta al salir del buzón con «escalofríos». Quiere transmitir a los padres que «Oviedo está con ellos». Pero en el 4ºA nadie responde. No se oye ni un ruido tras la puerta. Igor Zuev ingresó en el Hospital Universitario de Asturias. Salió en camilla en estado de shock tras haber visto los cadáveres de sus hijas al volver del colegio, donde dejó al benjamín, de 10 años. Las mayores solían salir un poco más tarde que ellos, y solas. Son 700 metros de distancia, pero esa mañana Aleksandra y Anastasiia subieron 32 peldaños, dejaron sus mochilas en el descansillo y se encaramaron a la ventana que hay debajo del Ático D. Allí arriba, el viento de este día gris en Oviedo y el vértigo de una treintena larga de metros hielan la respiración. La madre fue asistida por psicólogos de Cruz Roja y reunió el valor necesario para ir a buscar al niño.

A Nico, dueño de la panadería que está en la esquina del patio interior donde cayeron, se le entrecorta la voz y quiere ser consecuente con su decisión de no hablar de la familia que compraba con asiduidad. La familia no se prodigaba en restaurantes ni cafeterías, reunía provisiones en un supermercado a los pies del estadio Carlos Tartiere y donde más se la veía era en dos parques, el de la calle Fraternidad y el conocido como parque del Caballo. El vecindario no atiende a más preguntas, está cansado y, de forma paradójica, pese al mutismo con que envuelve el suceso, devora la prensa local. Hoy se despierta con la autopsia, que confirma lesiones antiguas y leves en el antebrazo de una de las chicas, no ha trascendido quién. Revelaría que la gemela «tenía dificultades» y «'convenciera' a la otra» para tirarse por la ventana casi cinco años después de llegar a Oviedo. «Qué pasó por su mente, afrontaban algún reto viral, sufrían acoso online, qué padecimiento tenían y por qué no nos dimos cuenta» son reflexiones de Peralbo y Prado.

Rosty es amigo de Igor: «Sacamos poco tiempo para nuestros seres queridos. Vamos tan deprisa que decimos cómo te va, qué tal el trabajo y nos vamos. Hace poco que nos vimos, y de repente, le ocurre lo más duro que un padre puede enfrentar en su vida y no damos con un porqué». Los agentes de la Jefatura Superior de Policía de Asturias comunicaron enseguida que no había terceros implicados ni era un accidente. Rastrean los dispositivos que se llevaron del cuarto de las niñas. Aparcan conjeturas hasta hallar respuestas.

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