Tenerife llora su monte reducido a cenizas: «Se recuperará, pero eso lo verán mis hijos»
El peor incendio del año ha arrasado casi 15.000 hectáreas y un ecosistema único
Dominic Royé: «La elevada mortalidad por el calor será la nueva norma»
![Efectivos del puesto de mando encargado de la extinción del incendio](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/08/26/i-love-world-RmiENTpTSaqBvXJ0agYoIKO-1200x840@abc.jpg)
A Ricardo Hernández le despertó la llamada de un vecino a las 2.30 de la madrugada. «Me dijo que mirase para arriba», y lo que vio le dejó en shock. «Eran todo llamaradas, por la noche parecía que teníamos el fuego encima». Salió con cuatro cosas dentro de una bolsa a avisar a los vecinos por el Camino Cosme ladera abajo ante el terror del incendio forestal declarado entre las localidades tinerfeñas de Arafo y Candelaria, que ha arrasado 14.751 hectáreas y 90 kilómetros de perímetro en nueve días de pesadilla. «Pensábamos que esta vez sí, ha sido el peor». No es la primera vez que este vecino de Arafo se despierta en plena noche con el fuego sobre su cabeza, «ya van tres incendios en dos años». Mira al monte y suspira. «Se me parte el alma». Aunque el pino se recupera, el ecosistema «tardará 10 años por lo menos».
Manuel Melián recuerda que salieron en una situación «muy fea, con mucho humo, el fuego lo teníamos aquí al lado», y mientras lo explica dirige su mirada a varios grandes claros totalmente calcinados frente a su casa. «Vivimos con el susto en el cuerpo», y al regresar tras cinco días evacuado lamenta lo que ve. «Da mucha pena, se ha quemado todo el monte», siente «tristeza e impotencia, mucha impotencia». Este vecino confía en que la vegetación «se recuperará, sí, pero a lo mejor lo ven mis hijos». Su casa está bien e incluso las vides han aguantado», aunque «el paisaje quemado… eso no hay quien lo arregle».
«El incendiario sabía lo que hacía»
Desde primera hora, el puesto de mando avanzado bulle de actividad, porque allí cientos de efectivos se levantan antes que el sol y clavan la vista en ese foco humeante que se atrinchera en la montaña. Con las primeras luces regresan los compañeros del turno de noche y llega el ruido de los medios aéreos, un sonido atronador que reconforta el alma. Huele a humo, desde Arafo a Los Realejos, y aunque brilla el sol, una bruma ligera lo cubre todo.
El director técnico de Extinción del Gobierno de Canarias, Jorge Parra, asegura que lo peor fue «esa llamada a las 2 de la mañana que nos notificaba que la cosa se había puesto muy fea y teníamos que evacuar todo el norte de la isla». 12.000 personas tuvieron que salir ante un fuego imparable. «No tenemos que lamentar ni fallecidos ni daños graves a bienes materiales» y eso es casi un milagro. «Este incendio ha sido totalmente diferente», nació dentro de una ola de calor, en un episodio muy largo en el tiempo. «El monte estaba disponible para arder», explica, «la vegetación estaba hídricamente muy estresada».
Él no tiene dudas de que el incendio ha sido provocado. «El incendiario sabía lo que hacía», señala, «fue en una zona de difícil acceso» que en las primeras horas ya había quemado cientos de hectáreas. Esa primera noche, «ya se había saltado todas las líneas de control y pasó a estar fuera de capacidad de extinción, tuvimos que sacrificar una parte del monte, planificar una estrategia global para poder ir por delante de él». Cualquier maniobra directa «iba a fracasar, no se le podía atacar de ninguna manera».
El incendio «tenía las condiciones perfectas, creó su propia dinámica y tuvo un comportamiento totalmente impredecible». Confiesa que tener que mirar al incendio «desde más lejos» en esos primeros días fue frustrante, pero no tiene duda, «es lo que hay que hacer».
«Este incendio no se dará por extinguido posiblemente hasta que llueva, hablamos de Navidades, quizás». Aún queda «mucho trabajo, mucho perímetro».
Ríos de miel
En los altos de El Rosario se ha levantado el confinamiento, y aunque tratan de volver a la normalidad «guardamos agua cuando tenemos para poder fregar los platos durante el día». María Reyes, del guachinche Casa Lola, recuerda el fuego «allí arriba, asustaba verlo tan cerca». Ahora mismo siguen los cortes de agua, que han obligado a los vecinos a ducharse en el pabellón municipal. «Dicen que la avería está arreglada, pero ya ves», lamenta.
David ha sufrido el fuego en primera persona, con ríos de miel que corren ahora por su finca calcinada. El incendio ha arrasado con sus 110 colmenas en La Victoria y con más de una tonelada de miel. El presidente de la Asociación de Apicultores de Tenerife, Pablo Pestano, asegura que «el 80% de las colmenas de la isla está dentro del perímetro del incendio». Él aún no ha podido comprobar el estado de las suyas, pero «al 99% de probabilidad se las ha llevado el fuego». Aunque a los apicultores a veces no se les ve como ganaderos, «nosotros criamos a nuestras abejas, las seleccionamos, trabajamos con ellas durante años… son nuestros animales y verlas morir así, quemadas, es algo que no le deseo a nadie». Como lamenta, los socios ya le están reportando los daños, «se ha perdido lo mejor de la isla».
![El incendio arrasó las 110 colmenas de David en La Victoria, con más de una tonelada de miel](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/08/26/miel-U06321682714nzo-624x650@abc.jpg)
«La vegetación llevará más tiempo», confiesa, «ahora mismo es un desierto, necesitamos nuestra flora autóctona». Tras el fuego «estamos en manos de la lluvia, dependemos de esa corona forestal para recuperar nuestras vidas». Para David, sus abejas son su única fuente de ingresos. «Es complicado ser optimista».
Especies en peligro
El incendio «está siendo devastador y todo apunta a consecuencias graves para la biodiversidad endémica», ha expresado a ABC el investigador y director del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, Juli Caujapé.
El investigador señala que hay que «ser cautos y esperar a valoraciones rigurosas en campo», porque a pesar de todo «hay que ser optimistas y pensar que el banco de semillas del subsuelo realizará su función». Dentro de la zona afectada, «unas 52 especies endémicas pueden haberse visto afectadas, de las cuales doce estaban ya en peligro de extinción antes del incendio». Este es el caso del pico de paloma, el trébol de risco o el cedro canario, que está muy diferenciado genéticamente y, en algunos casos, morfológicamente también.
El problema es más grave, ya que ahora también toca «controlar la incidencia de plantas invasoras, que van a tener una nueva oportunidad para ocupar muchos espacios donde antes vivían especies nativas y endémicas», y hay daño a numerosos animales, que aunque no hayan perdido la vida «sí han perdido su hábitat», como el pinzón azul de Tenerife, o miles de insectos. Ellos representan «esa parte invisible de la biodiversidad que es esencial para mantener el ecosistema funcionando», porque permiten que las plantas fijen nitrógeno del suelo a través de las raíces, descomponen la materia orgánica y aumentan la disponibilidad de nutrientes para plantas y otros seres vivos, entre otras funciones cruciales.
Aunque después del fuego «se puedan recuperar algunos pinos canarios, el pinar canario es mucho más que un conjunto de pinos, y puede demorarse muchos años». Es un ecosistema complejo, y para el doctor en Biología «va a costar mucho tiempo restaurar esa red de interacciones entre animales, plantas y otros organismos». Las intervenciones de recuperación deben estar en manos de especialistas, ya que «plantando pinos no se crea un pinar, sino un desierto de pinos».
Desde el Jardín Botánico Viera y Clavijo tendrán «nuestra solidaridad y nuestros equipos de especialistas y bancos de muestras biológicas para lo que se necesite», apunta el doctor.
El delegado de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) en Canarias, Yarci Acosta, lamenta que, de acuerdo al análisis inicial, hay «al menos 39 especies de aves diferentes en el hábitat más afectado». El pinzón azul de Tenerife, con unos 2.800 ejemplares aproximadamente, «ha perdido un cuarto de su hábitat». A la espera de la valoración sobre el terreno, ya teme también por el gavilán, un ave rapaz endémica vinculada a medios forestales y cuya población se cuenta en apenas unos centenares, así como a las dos palomas endémicas de la laurisilva, la paloma rabiche y la turqué.
Acosta ha confesado preocupado por estos claros, «hábitats más abiertos que favorecen a especies que no son eminentemente forestales». Habrá que «estudiar el proceso de recolonización y tratar de facilitar ese proceso de cara a la restauración ecológica que será necesaria». Otro problema es la pérdida de suelo, que es «un recurso no renovable» que necesita «miles de años».
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