Las Tablas de Daimiel agonizan y a nadie parece importarle
Una gestión ineficaz del agua, los intereses cruzados y la sequía han provocado que el parque nacional esté bajo mínimos. Ante la indiferencia general, los científicos piden un trasvase del Tajo para salvar un paraíso natural
España entra oficialmente en una sequía de larga duración
La sequía mata en silencio. No hay amenazas, no hay tiros, no hay sangre. Simplemente deja de llover y poco a poco va apareciendo la ruina, el desastre. Donde antes había agua, ahora hay polvo y barro. Donde antes hacían una parada técnica ... las aves en su vuelo migratorio de miles de kilómetros, varios continentes, ahora pasan de largo. Y donde Jesús o Isabel han esperado siempre a los visitantes, bien para servirles de guía por la zona, bien para darles de comer, ahora llegan a cuentagotas.
Ocurre en el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, que agoniza por una gestión ineficaz del agua en la que nadie se pone de acuerdo, por los intereses cruzados y, sobre todo, por la indiferencia general de la ciudadanía, que no pide cuentas. Han tenido que ser los científicos, más de 500, con un manifiesto «en defensa» del humedal, quienes llamen la atención del Gobierno y de la Junta de Castilla-La Mancha para que tomen medidas con urgencia. De momento, la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ya ha reconocido que el escenario es «enormemente preocupante».
«Los políticos se ponen de perfil y no quieren responsabilidades», afirma Salvador Sánchez-Carrillo, del CSIC, impulsor del manifiesto. «La situación actual es lamentable y de abandono absoluto, creo que por desconocimiento», coincide Jesús Pozuelo, de la empresa Destinos Manchegos, que enseña a dos parejas de turistas un embarcadero con dos barcas vacías en un charco de agua. Aunque ellos no lo saben, se trata de la misma ubicación en la que José María Aznar y Ana Botella, recién llegados a La Moncloa, protagonizaron un bucólico paseo, acompañados de un remero y seguidos de cerca por las cámaras de televisión.
Hoy, repetirlo sería imposible. Solamente unas 250 de las 1.750 hectáreas del humedal, menos del 15 por ciento, están inundadas. «Da un poco de pena», dice Tomás Fernández. «Es un lugar curioso: todo seco y, de repente, lagunas», añade su mujer, Martoke Witlox, holandesa. Ambos son amantes de la cultura española y han aprovechado el viaje para conocer también El Toboso y Campo de Criptana, las tierras de El Quijote. En cambio, Jordi Marquet y Carmé Sardà han venido desde Barcelona atraídos por la naturaleza, en una ruta que incluye Ruidera y el Parque Nacional de Cabañeros.
El desbordamiento de los ríos Guadiana, de agua dulce, y Cigüela, de agua salobre, que allí se encuentran (o deberían), es la causa de que sea un paraíso para la fauna y flora. Más de 2.000 especies hallan refugio, entre plantas, aves, insectos, peces o reptiles. «La desaparición supondría un daño irreparable para la riqueza natural de España y del planeta», aseguran los científicos. Y preguntan: «¿Querríamos perder el Museo del Prado? Las Tablas, Doñana, el delta del Ebro y muchos otros son nuestros principales museos naturales».
Antigua tierra de pescadores
En las Tablas de Daimiel se asentaron familias de pescadores, levantando sus chozas, yendo a una escuela propia y hasta casándose unos con otros. Eso fue antes de la declaración como Parque Nacional, de la que este año se cumple justo medio siglo, que intentó proteger un territorio que ha ido atravesando distintas etapas en virtud del agua. El Guadiana dejó de aportarla a mediados de los 80, el Cigüela anda normalmente seco y el acuífero de la Llanura Manchega Occidental, de tanto abastecer a los regadíos, acumula unas cuantas décadas sobreexplotado.



«No llega agua de los ríos, se consume más del disponible y los periodos de sequía son cada vez más largos», expone Sánchez-Carrillo. En el otoño de 2009, las turbas del subsuelo entraron en combustión y ardieron. Desde Bruselas, escandalizados, solicitaron explicaciones a España, que construyó pozos de emergencia y derivó agua desde los embalses de cabecera del Tajo. Tras unos años de lluvias por encima de lo habitual, las Tablas se recuperaron. Sin embargo, la sequía ha vuelto y en los últimos meses se han trasvasado de nuevo seis hectómetros cúbicos a través de un ramal de la Tubería Manchega.
Un trasvase del Tajo para salvarlas
Los científicos consideran que el trasvase tendría que alcanzar al menos los 17 hectómetros anuales. Ribera opina que se trata de «una solución excepcional», mientras que la Junta lo apoya con matices: comparte que sea algo «extraordinario» y, a la vez, cuestiona que el Ministerio no ponga idénticas objeciones en el Levante, cuando «el volumen» en Daimiel resulta «pequeño» si se compara. «Que quede claro que a los científicos no nos gustan los trasvases porque significa que todo lo anterior no ha funcionado y, por tanto, es una decepción, pero es la única alternativa», comenta el impulsor del manifiesto, recordando que la ley lo ampara.
José Antonio López piensa, en cambio, que «a los agricultores nos ven como a unos derrochadores». Este regante tiene viñas, cereal y siembra cebollas en el preparque (el perímetro que rodea la zona protegida). Pueden utilizar un límite de 1.800 metros cúbicos de agua por hectárea al año en cultivos herbáceos y 1.350 en cultivos leñosos. «Me parece poquísimo», insiste, negando que haya un problema de agua. «Hay un problema de gestión del agua», puntualiza.
«Si un año llueve mucho, Las Tablas se llenan por efecto de los ríos. Si no llueve, Las Tablas se secan. Eso es independiente del acuífero. Es absurdo decir: 'No vamos a extraer agua para que se llenen Las Tablas', porque da igual, no se van a llenar», cree. Y agrega que «no sería disparatado permitir algún tipo de caudal ecológico para que el Guadiana tenga algo de vida». También se queja de «las especies invasoras, que las han traído supuestos ecologistas, están provocando daños a las que sí que son autóctonas y a los cultivos», lo cual lleva aparejado pérdidas económicas que asumen los agricultores.
La Mancha Húmeda
«El agua hay que usarla de forma eficiente», señala Félix Romero, director general de Medio Natural y Biodiversidad de la Junta, admitiendo que «el equilibrio es complicadísimo, aunque estamos más cerca que hace años. Tenemos más conocimiento, hemos evolucionado en tecnología y hay más conciencia». La Administración pública, por ejemplo, va a lanzar la marca de calidad 'Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda', una medida «sin precedentes» para «incentivar» esos productos.
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Sobre el terreno llama poderosamente la atención la ausencia de unas mínimas infraestructuras turísticas. Desde el Mesón de la Duquesa, un antiguo establo para las ovejas convertido en el único restaurante en diez kilómetros a la redonda, Isabel Álvarez confirma que «si no hay agua, no hay visitas» y lamenta que sus paisanos «nunca han sabido valorar» Las Tablas de Daimiel. Jesús Pozuelo, el guía, lo confirma: «Hay quienes para los que esto del parque nacional es un incordio».
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