Salvador da el pan de cada día en Algemesí
El horno de Salvador Navarro es uno de los pocos comercios abiertos en esta localidad, otra de las más dañadas por la riada
Buscando a Florin y Axinia por los arrozales
![Aunque el agua de la riada entró en el horno de Salvador Navarro en Algemesí, ya está abierto al público, pero con las ventas racionadas para intentar abastecer al máximo número de clientes](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/11/11/SalvadorNavarro-RTGjj7NDvuoZ3hjvuPcKQ0L-1200x840@diario_abc.jpeg)
Amanecer negro en Algemesí. A unos 30 kilómetros al sur de Valencia por una autopista colapsada por los coches de voluntarios que han ido a limpiar el fin de semana, este bonito pueblo de 27.500 habitantes es uno de los más dañados por la ... riada que causó la DANA el 29 de octubre. Pero su bajo número de víctimas mortales, al menos seis, lo ha dejado en segundo plano en comparación con las otras 'zonas cero' de la catástrofe: Paiporta, Picaña, Catarroja, Alfafar, Benetússer… Una trágica injusticia no solo mediática, sino también asistencial, porque la devastación sobrecoge al atravesar el polígono industrial por el que entramos en Algemesí.
En sus calles, donde el polvo ha sustituido al barro al secarse, se acumulan las montañas de escombros y restos que dejó la inundación. Los muebles y enseres destrozados se mezclan con la basura desprendiendo un hedor que en algunos lugares obliga a cubrirse la nariz con una mascarilla, lo que preocupa a muchos vecinos por miedo a que surjan enfermedades.
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Pero en Algemesí ya empieza a oler también a pan, el que elabora el horno de Salvador Navarro, cerca de la plaza del Ayuntamiento y de la imponente Basílica de San Jaime Apóstol. Tercera generación de panaderos a sus 50 años, Salvador estuvo luchando toda aquella noche contra el agua. «Me pasé cuatro horas con un tablero en la puerta pero, al final, entró porque no bajaba el nivel», explica Salvador. A pesar de la inundación, tuvo «suerte porque echamos el agua al baño y se la tragaba. Si no, habría entrado medio metro, igual que en todos los sitios. Aunque subió dos palmos, pudimos salvar la maquinaria», cuenta mientras mete en el horno su pala con seis barras.
Gracias a eso, pudo abrir su tienda solo tres días después de la catástrofe, cuando Algemesí estaba noqueado y había muchos problemas para entrar y salir del pueblo por el barro que bloqueaba sus carreteras. «Solo tuvimos que limpiarlo todo bien y, cuando estuvo listo, pudimos empezar a trabajar», recuerda Salvador, cuya panadería es uno de los pocos comercios que ha retomado la actividad.
Por ese motivo, es de los más frecuentados en los oscuros amaneceres de estos días en Algemesí, en los que los clientes hacen turno en la puerta cuando todavía no han dado las siete de la mañana. «El problema ahora no son los suministros, sino abastecer a todo el pueblo, ya que tenemos más clientes que antes porque todavía hay pocas tiendas abiertas y viene mucha gente», señala el panadero.
![Las calles de Algemesí están llenas de escombros por la riada y de voluntarios que han acudido en masa para retirarlos](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/11/11/Algemesi1-U43270230102fsS-760x427@diario_abc.jpeg)
Para que el género no se acabe pronto y llegue al máximo número de clientes, ha racionado las ventas. «Podemos dar tres barras de pan por familia y dos piezas de dulce o salado para que llegue a todo el mundo, pero no más porque, si no, se nos acabaría antes del mediodía», explica la dependienta. Ni Salvador ni ninguno otro de los habitantes de Algemesí recuerdan una riada tan devastadora. «A esta parte de la ciudad nunca había llegado el agua, ni siquiera en la pantanada de 1982», asegura asombrado.
A las puertas de la panadería, pasea a su perro Enrique Folqués, casco azul jubilado que estuvo destinado en los años 90 en el Líbano y Somalia. A pesar de su dificultad para hablar porque hace dos décadas fue operado de un tumor en la boca, rememora con todo detalle aquella otra catástrofe. «Reventó la presa de Tous y el agua vino de golpe. En media hora, en mi casa llegó a 1,85 metros. Todavía tenemos la marca que hizo mi padre. Pudimos sobrevivir porque subimos a la primera planta. Pero esto ha sido distinto porque ha afectado a todo el pueblo y hay un desastre increíble», dice con voz entrecortada conteniendo las lágrimas.
Al igual que entonces, su casa se ha vuelto a anegar. «Vienen amigos de Cádiz con una máquina de limpieza a presión, ya que el agua alcanzó los 85 centímetros y me ha destrozado los muebles y dejado sin ropa», relata Enrique. «Vayas por donde vayas, está todo reventado. Yo esto no lo había visto nunca», sentencia emocionado para, antes de despedirse, «dar las gracias a la juventud por todo lo que están ayudando».
![De izquierda a derecha de la imagen, Ignacio Fort, Antonio Cubillo, Pablo Aparicio y Pablo García Amián](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/11/11/voluntarios-U41835138634fxK-760x427@diario_abc.jpg)
Durante el fin de semana, otra riada, pero de voluntarios venidos de toda España, ha inundado Algemesí para limpiar los restos y escombros de las calles. A pesar de su buena voluntad, a veces eran tantos y tan poco organizados que resultaban poco eficientes. Ataviados con trajes EPI blancos como los que llevaban los sanitarios en la pandemia, que enseguida se cubren de marrón por el barro, se afanaban barriendo el fango con escobas y retirando los restos de la catástrofe. «Nos daba tanta rabia lo que ha pasado que teníamos que venir a ayudar», asegura Pablo García Amián, músico y universitario de 22 años que ha viajado desde Madrid con tres amigos: Pablo Aparicio, Ignacio Fort y Antonio Cubillo. El fin de semana, los cuatro han limpiado barro, habilitado las entradas de las casas y achicado agua en los garajes de Algemesí y Paiporta. A pesar de la paliza que se han dado, se marchan «contentos e impresionados por lo que hemos visto».
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