dana de valencia

Las primeras cañas de Benetúser se sirven ya en el bar de Laura

Con lo que tenía en el local antes de la DANA y la ayuda de su hijo, esta empresaria consiguió reabrir este martes

Ayudas para los afectados por la Dana: cómo solicitar, cuándo se pueden pedir y cuáles son las medidas del Gobierno y de la Comunidad Valenciana

Laura (centro) regenta el bar con su marido, Andrew, y Vicen, su cocinera. Su hijo Brian (izqda) ha acudido a ayudarles a reabrir Mikel Ponce

Helena Cortés

Enviada especial a Benetúser

Con militares y bomberos trabajando a destajo en varios rincones de Benetúser para liberar y limpiar calles, negocios y garajes, Laura admite casi con pudor que ella ha sido una afortunada, que le ha tocado la lotería. Su bar, situado apenas a tres calles ... del ayuntamiento, amaneció el día después de las inundaciones cubierto por lodo por encima del tobillo, pero con solo dos electrodomésticos, un frigorífico y un lavavajillas, estropeados. Un milagro. Así que, después de varios días limpiando, Laura subió ayer la persiana de su negocio por primera vez. Y no solo para servir de forma altruista comida a los voluntarios, que llevan haciéndolo varias jornadas, sino también para dar de comer y beber a sus clientes habituales. «Somos el primer bar del pueblo que logra abrir», dice con una sonrisa detrás de la barra. «Mucha gente ni se cree que estemos abiertos estando donde estamos. Hay quien me dice que se agradece oír por fin una noticia buena».

Brian, su hijo, ha dejado a su bebé con sus suegros para poder venir a arrimar el hombro al bar que lleva Laura con su marido, Andrew. «Tenemos las viviendas en la zona norte, así que solo se vio afectado el negocio. Nuestra preocupación era abrir cuanto antes. Afortunadamente, como la mayoría de las máquinas habían sobrevivido, tiramos la comida de las neveras y ya está. Al principio, sin luz y sin agua, lo único que podíamos hacer era adecentar el local. Luego, cuando volvió la luz, empezamos a dar servicios mínimos a la gente que necesitaba comida», cuenta. Este martes pidió prestado a un amigo militar una olla gigante para poder preparar grandes guisos para los voluntarios y vecinos. Como no tenían gas, están cocinando con un aro de camping gas. A eso de las 15.00 horas ya habían repartido todas las raciones solidarias. Pero aún les quedaba el servicio habitual.

Laura, Andrew y su cocinera habitual, Vicen, se pusieron detrás de la barra a las 8.30 horas. «Normalmente abrimos a las 7.00 horas, pero no podía llegar hasta aquí. Los policías ni se creían que tuviera que abrir el bar, así que he tenido que enseñarles el papel que decía que yo tengo un negocio en Benetúser», afirma. Han tenido la suerte, admite Brian, de que su calle y la calle central han experimentado en los dos últimos días un gran cambio. A mejor, claro, sin montones de restos de muebles, coches y barro que obstaculicen el paso: «La gente aquí ya puede salir, aunque en otras zonas no sea igual».

El sonido de las comandas y la máquina de café funcionando a pleno rendimiento les suena a música celestial. Eso sí, como no han tenido reparto, hoy en el bar de Laura se atiende hasta que se acabe el género. Y lo que haya, porque los camiones de reparto aún no llegan hasta el municipio, así que se abastecen de lo que pueden traer de Valencia. «Estoy ya sin cerveza y sirviendo Coca-cola zero zero, ya lo que queda. ¡Dónde se ha visto un bar sin Coca-Cola!», dice. Pan, al menos, sí hay: «Tengo la suerte de tener pan, porque aquí al lado hay un horno que tampoco está muy afectado y ha podido reabrir ya», afirma.

Médicos y bomberos

Entre la clientela del bar están parroquianos habituales como Paco, un jubilado que acude todos los días a comer un guiso. «Y no le pongas otra cosa porque no lo quiere», dice Laura con cariño. «Tiene alzhéimer y su hija le manda aquí porque sabe que le cuidamos», apunta Braian. Ayer también estaban tomando un respiro varios sanitarios del centro de salud de Benetúser, que acaba de reabrir sus puertas. Los médicos reconocen que están desbordados, pero satisfechos de poder volver. Cualquier atisbo de normalidad despierta la esperanza a esta orilla del Turia, donde aún hay mucho dolor. «Todo lo que te cuentan vecinos y amigos psicológicamente es brutal. El otro día vino un hombre destrozado porque habían encontrado a su sobrino muerto en la albufera», reconoce Laura. «Han sido días fatídicos, así que me alegro de que todo empiece a tener otro color», concluye Brian. Por el futuro, a esta ronda invitó la casa.

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