Lo que hoy es normal y podría estar prohibido en 20 años
Coches de combustión para 2035, el gesto de encender un cigarrillo en cualquier espacio público o algunos plásticos. Tres investigadores listan para ABC objetos y conductas cuyo final parece estar ya escrito en un contexto de erosión democrática y ocaso de la globalización. De fondo, la IA y sus consecuencias inesperadas

—Tenga, fúmeselo, y aspire fuerte para que el humo le entre en los pulmones. Es tabaco, una de las cosas más sanas para el organismo. Fúmeselo, necesita acumular fuerzas.
Aquello se lo decía un médico futurista al Woody Allen de 'El Dormilón' (1973). Un ... grupo de radicales que se oponen al Gobierno le han descongelando 200 años después de que Allen pensara haber estado ingresado en el hospital cinco días. Es ficción, claro, pero en ella también está el reírse a carcajadas de los bandazos prohibitivos que va dando el ser humano.

Lucky Strike, anuncio de 1928
El perfecto sustitutivo del dulce, la panacea para mantener una figura esbelta
Ahí están los cigarrillos Lucky Strike que hace algo menos de un siglo se anunciaban como el perfecto sustitutivo del dulce, la panacea para mantener una figura esbelta. «To keep a sleender figure...No one can deny. Reach for a Lucky instead of a sweet». Eso era un eslogan de 1928, y los hay mejores.
La del tabaco, su desaparición paulatina, es una de las prohibiciones más obvias e identificables en un futuro no muy lejano. Pero hay otras, algunas no tan evidentes, que tres investigadores han listado para este diario mirando al mundo que podríamos tener dentro de un par de décadas.
Luis Miguel Miller es sociólogo del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC y ha sido asesor en la Oficina de Prospectiva y Estrategia. Carmen Madorrán es profesora de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y coordinadora del Grupo de investigación en Humanidades Ecológicas en esta misma institución. Y, por último, Darío Villanueva es exdirector de la Real Academia Española y autor del ensayo 'Morderse la lengua. Corrección política y posverdad' (Espasa, 2021).
«Estamos en el ciclo más prohibitivo, en una época de reacción, pero volveremos a lo anterior por puro cansancio»
La primera pregunta que surge es casi automática: ¿Prohibiremos más? Según Miller, lo más probable es que no. El sociólogo del CSIC se remonta a los años 60 para explicar que en esa década comienza una potenciación de la libertad en todos los sentidos que ha culminado en el momento actual: «Estamos en el ciclo más prohibitivo, en una época de reacción, pero volveremos a lo anterior por puro cansancio. Al igual que hubo un 'efecto rebote' con las sociedades ordenadas de los años 50, pasará lo mismo. La población tratará de organizarse para liberarse del control. Veremos disidencias, movimientos organizados que pidan mayor libertad».
El retorno de las fronteras
Los estudios de prospectiva que se han elaborado en todo el mundo en los últimos años coinciden en un par de hipótesis: la erosión de los pilares sobre los que se sustentan las democracias liberales y el final de algunas de las dinámicas que trajo la globalización.
En este sentido, Madorrán argumenta que dejaremos de comprar productos que haya que trasladar desde distancias largas. «Desde auriculares para escuchar música, hasta camisetas que vienen de Bangladesh. Ante el declive energético va a ser difícil que sigan llegando tantos productos desde tan lejos. De la deslocalización de las industrias que trajo la globalización iremos caminando hacia la relocalización, hacia la producción de cercanía», augura.
Miller recuerda que hace algunos años pensábamos que la globalización era absolutamente imparable. En los 90 e incluso en los primeros años del milenio no dejábamos de hablar de la disolución de las fronteras. Esta misma semana la Comisión Europea presentaba el Industrial Green Deal: «Hoy, 25 años después, hablamos de cómo podemos hacer que Europa pueda ser más autosuficiente. Entonces nos habría parecido una locura, es algo que pasa desapercibido para la opinión pública, pero hay un intento físico y estratégico de ser más autosuficientes. Esto es muy antiguo, muy del siglo XX».
Este mismo investigador pronostica que la erosión de los pilares democráticos traerá un menor respeto a las normas sociales. «¿Vamos a acabar participando solo un 10 por ciento de la población en las elecciones? No está claro, pero lo que sí se empieza a ver es que lo haremos con mucho menos entusiasmo». Los comportamientos sociales, dice, no son lineales y aunque no siempre iremos en la misma dirección hay algunos objetos, algunas conductas, cuya desaparición parece estar ya escrita.
Para el año 2035 estará prohibido vender coches de combustión en toda la Unión Europea. Desde el pasado 1 de enero, todas las ciudades españolas de más de 50.000 habitantes (y aquellas de más de 20.000 con especiales problemas de contaminación) están obligadas, por ley, a contar con una Zona de Bajas Emisiones.
El tráfico en los centros de las ciudades -lo hemos visto en Europa- tiene los días contados. El continente avanza también hacia una legislación cada vez más restrictiva de los llamados disruptores endocrinos. Componentes químicos nocivos para la salud humana que se encuentran en todo tipo de plásticos.
Sin olvidarnos del proxenetismo, cuyo camino para prohibirlo en todas sus formas ya se ha iniciado en nuestro país. ¿Los toros? En Cataluña, sin estar prohibidos explícitamente, ya no se celebran corridas.
Volviendo al tabaco, no hay más que mirar hacia el norte. En Suecia, desde el año 2019 existen cabinas en las calles para que los fumadores se puedan aliviar. Está prohibido fumar en espacios públicos y eso es algo, confirma Miller, que no tardará en llegar al resto de países europeos.
«Va a una velocidad de vértigo. Esto sí es cuestión de décadas. Quizá no esté prohibido del todo, pero el consumo del tabaco cambiará, se convertirá en algo marginal, parecido al uso actual de sustancias como el hachís. Algo similar podría ocurrir con el alcohol, lo estamos viendo con las generaciones más jóvenes, que consumen cada vez menos. Y aquí no se trata solo de la prohibición, sino de cambios profundos de la cultura».
Madorrán, en esta línea, distingue entre las prohibiciones y otro tipo de sanciones sociales. Cuestiones en las que nos autolimitaremos, nos autocensuraremos. A su juicio, que colectivamente decidamos limitar el consumo de agua y energía en los hogares sería un cambio muy importante en Occidente que podría hacer posible la vida de generaciones futuras. «¿Esto tiene que venir por la vía de la prohibición? No lo sé y ojalá no sea así», sentencia.
Esta profesora de Filosofía que trabaja a diario en cuestiones relativas al medio ambiente se plantea si deberíamos ir reduciendo la presencia de la ganadería intensiva y de la pesca extractiva. «Algunos elementos van a ser señalados como parte del problema. Los diagnósticos de la comunidad científica indican que los ecosistemas no tienen el tiempo suficiente para regenerarse ni para absorber los desechos que producimos. No se trata de prohibir para que seamos todos vegetarianos ni tampoco caer en el sensacionalismo de pensar que no vamos a tener comida. Más bien se trata de pensar en cómo vamos a alimentarnos», afirma.
Si hay algo que va a ir desarrollándose en paralelo a todas estas cuestiones es la tecnología. Estamos solo en los albores de la inteligencia artificial. «Estas predicciones cambian mucho con el tiempo, porque dependen del avance tecnológico. No se trata de que fuera difícil predecir los avances que traería Internet, sino más bien lo que nos han sorprendido son las derivadas sociales, lo que los sociólogos llamamos consecuencias no intencionadas», señala Miller.
Consecuencias no intencionadas
Es paradójico que la explosión de las redes sociales haya ocasionado un descenso de las relaciones sexuales en algunos países
Refiere que es paradójico que la explosión de las redes sociales y la hiperconectividad haya ocasionado en algunos países un descenso en el porcentaje de personas que mantiene relaciones sexuales. Sostiene que si miramos hacia el futuro, ya hay quien pronostica que prohibir la circulación en el centro de las ciudades se traducirá en una mayor desigualdad entre núcleos de población antes fácilmente conectados.
«Habrá quien defienda que el transporte público evitaría esa segregación espacial, pero el aislamiento de determinados barrios es difícil de evitar», apunta. Insiste en que en la historia hay momentos de avance y de regresión que sorprenden.
«Ha pasado con la religión. En los últimos años hemos visto que la división entre católicos y ateos en nuestro país depende del grupo social que se estudie. En los años 90 creíamos que toda la población española iba en la misma dirección, pero donde cae el porcentaje de creyentes de forma estrepitosa es en el grupo de votantes de izquierda donde cae el porcentaje de creyentes de forma estrepitosa es en el grupo de votantes de izquierda. Son datos del CIS. Hay muchos movimientos de jóvenes que están volviendo a la religión en no pocos países del mundo. Las tendencias no son generales, se revierten y hay que estudiarlas en grupos diferenciados cada vez más».
Darío Villanueva, exdirector de la RAE, se resiste a pensar, por su parte, que la cultura de la cancelación y de las corrientes 'woke' surgidas en Estados Unidos terminen triunfando. La dirección emprendida de un tiempo a esta parte podría detenerse y producirse un cambio de ciclo. «Estamos viviendo la implantación de una nueva forma de censura posmoderna. Si antes era ejercida por el poder político o el religioso ahora nace de entidades gaseosas de la sociedad civil que tienen en la cancelación su brazo ejecutivo.
Al igual que yo me rebelo contra ello, hay voces como las de Noam Chomsky o Margaret Atwood, por ejemplo, que también lo están haciendo. Estoy convencido de que este fenómeno, verdaderamente atroz, no va a triunfar, al menos en las democracias», pronostica.
La próxima era de lo políticamente incorrecto
Villanueva recuerda que el fenómeno de la cancelación, los denominados 'safe spaces' (espacios seguros) o la apropiación cultural nace en los campus universitarios norteamericanos y luego se traslada a Reino Unido y a Canadá. Dentro del mundo anglosajón todas estas corrientes han encontrado un gran arraigo pero, en opinión de este teórico y crítico literario, «en Europa tenemos unos anticuerpos muy saludables que están frenando este tipo de excesos».
Pero hay lugares en los que no hay dique. La Universidad de Standford, en California, 'alma máter' de 81 premios Nobel, publicó a finales del año pasado 'Iniciativa para la Eliminación del Lenguaje Nocivo'. Un documento de 13 páginas de la prestigiosa institución educativa que aboga, por ejemplo, por la 'prohibición' de la palabra «loco» o la consolidación del lenguaje inclusivo. «Puede, como ya anunció la irrupción de Donald Trump, que terminemos cayendo en lo políticamente incorrecto llegando a extremos insospechados».
O que se despierte, en unas décadas, con médicos animándole a fumar cigarrillos como un loco, si es que aún es legal la palabra. Quizá las hipótesis de este artículo no sirvan ya entonces para nada, pero guárdelo al menos para comprobar lo mucho que nos equivocábamos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete