El milagro de Chiva: «El agua nos borró los colores»
Un grupo de concejales del PSOE, PP, Compromis y Activa Chiva recuerdan cómo tras la catástrofe trabajaron codo con codo sin atender a la guerra política. «Nos hemos reseteado»
Así viven las catástrofes los que están al mando
![De izquierda a derecha, Javier Tarín, concejal de Activa Chiva; Ernesto Navarro, concejal del PSPV; Gonzalo Lacalle, de Activa Chiva y Héctor Tarín, de Compromis. Arriba, Sandra Castillo, del PP](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/11/16/concejales-chivaa.jpg)
Javier Tarín recordaba a Sandra Castillo siendo una niña por esas mismas calles de Chiva en la zona que llaman del Rincón y que en aquel momento estaban arrasadas por la DANA. Sabía que sus respectivos abuelos eran íntimos amigos, y también lo eran ... sus padres. Habían crecido cerca el uno del otro, habían jugado juntos abrigados por esa sensación de comunidad que se da entre algunas familias de los pueblos, ese nexo que se hereda entre generaciones por el que un vecino está unido a otro desde mucho antes de haber nacido. Se suponía que esa amistad se mantendría para siempre como la casa de fulano que ya no está, como los puentes que ya no están y en general como todas las cosas que creímos eternas sin serlo. Pero hacía unos meses que Javier y Sandra, -él, empresario de la construcción y concejal por Activa Chiva y ella, arquitecta y concejal del PP- se habían ido distanciando «por las cosas de la política y el tema del Ayuntamiento».
En las últimas municipales, el partido de Javier, Activa Chiva, y el PP de Sandra habían formado una coalición de Gobierno que se rompió el pasado mes de mayo, y ese desencuentro entre partidos cuajó entre ellos algo que no llegaba a ser una enemistad, pero se le podía parecer. O así lo sentía él, hasta que cayó el aguacero del 29 de octubre y el barranco del Poyo partió el pueblo por la mitad, como una motosierra de agua, de piedras, de muerte y de troncos. Entonces, se reencontraron. Javier se vio de pronto con su familia limpiando la casa de Sandra y pensó en lo que los había separado, esa desconfianza que ya no estaba. «En ese momento, recuperamos el nosotros», recuerda, y cuenta cómo lucharon juntos contra el desastre. Esta es la historia de cómo un grupo de concejales de partidos diferentes trabajaron juntos por su pueblo ajenos a la trifulca política que se extendía por el país.
Charangas y disfraces
«El agua nos borró los colores», recuerda Javier Tarín en el comedor del restaurante El Canario. El reportero recuerda ese mismo espacio unos meses antes, durante las fiestas del Torico de Chiva. A esa misma hora del almuerzo había música de charangas, cuadrillas de amigos, un tipo disfrazado de Tina Turner, un deejay y unos chavales con petos de colores que en la espalda se habían pegado unas fotos gigantes de Enrique Ponce antes de hacer el paseíllo. Los miembros de una peña que sobrevivía a base de cazalla se hacían llamar Los cazalleros del Zodíaco.
De todo aquel júbilo no queda nada y ahora, todo son trabajadores de la reconstrucción del pueblo con sus uniformes, sus manos angulosas, su barba de tres días, sus zapatos sucios y esa mirada de las mil yardas de fango. En una mesa se ha juntado un ramillete improbable de concejales de distintos partidos que recuerdan cómo dejaron de lado la lucha política en un grupo de trabajo en el que comparecieron, entre otros, Sandra Castillo, una arquitecta concejal de Urbanismo del PP, Ernesto Navarro, gestor cultural y concejal socialista, Gonzalo Lacalle, abogado y concejal de Activa Chiva y el empresario de la construcción Javier Tarín y Héctor Tarín, camarero y concejal de Compromis.
Hermandad o 'germanor'
Primero, llegó el aguacero, después la riada y, por último, el silencio y el desconcierto. Javier se fue al barrio de Bechinos con una linterna y todo eran gritos y gente perdida. El agua se había llevado casas enteras. «Parecía el Apocalipsis». En el pueblo no había cobertura, así que no se podían comunicar, pero se fueron encontrando en todos los sentidos, física y moralmente, de alguna manera, en una conexión que se hizo casi sin palabras. «Nos mirábamos y ya sabíamos lo que estábamos pensando: que había que ayudar, que había que ponerse a la orden del otro», explica. Que todo se había acabado, o cambiado. «Yo tuve esa misma sensación. Me vi trabajando junto a uno de Vox, siendo yo de Compromis, imagínate. La riada ha hecho 'poble' y ha suscitado lo que aquí llamamos 'germanor', una hermandad». En las televisiones que allí en el barro nadie podía encender, volaban los reproches y los puñales entre los partidos en una batalla inabarcable de la que ellos no participaban. «Las guerras entre PP y PSOE y los demás quedaban en un cuarto plano», recuerda Ernesto Navarro, concejal del PSPV. «Los cuatro del PP estuvieron allí con nosotros».
«Parecía el Apocalipsis»
Primero, llegó el aguacero, después, la riada y, por último, el silencio y el desconcierto. Todo eran gritos y gente perdida
De su adversaria la concejala de Urbanismo Sandra Castillo destacan que tuvo una labor muy importante a la hora de reconocer el estado de las casas, muchas de las cuales tuvieron que ser demolidas o se desfondaron a posterior, como el histórico edificio de la Mutua, hoy convertido en parte en un montón de escombros sobre el barranco. «Trabajamos codo con codo, sin colores», explica ella.
Gonzalo Lacalle, concejal de Chiva Activa, que se ocupó del punto de recogida del polígono, reconoce que «en mitad del horror se vivieron cosas muy bonitas. Entre nosotros se dieron momentos de enorme complicidad que hicieron posible que las cosas funcionaran». Los mandos de la UME les reconocieron que la hazaña de tener limpio el pueblo cinco días después de la riada resultó «un auténtico milagro» al que contribuyeron todos los vecinos desde los doce años de edad. «Recuerdo ver por la calle a los chicos y me emociono», confiesa Héctor Tarín.
El ejército del pueblo
Pasaron tres días «solos», según Gonzalo. El primer ejército fue el propio pueblo. «La gente no preguntaba: se ponía a ayudar», explica Ernesto Navarro. En la casa del periodista de 'Las Provincias' Héctor Esteban, que más tarde tendrían que apuntalar «con la ayuda de los colegas», entraron decenas de personas y «nadie preguntó si el techo se podía caer». Por todas partes resuenan las historias de solidaridad en el filo de la tragedia. Unas veces, la moneda caía de cara -a aquel lo sacaron agarrado del pecho con los cables de la televisión un segundo antes de que se derrumbara la casa- y otras, de cruz, como cuando aparecieron los cuerpos en los coches o enredados en la alambrada de las vacas.
Quince kilómetros
Después aparecieron los voluntarios como venidos de ninguna parte y los capitaneó Javier Tarín como un ejército sin galones ni uniformes. La A3 estaba cortada a la altura de Buñol y no había manera humana de llegar, pero los vecinos de otras localidades se las apañaron. Uno de ellos llegó desde Valencia abriéndose camino con una excavadora. Los de Cheste trajeron sus tractores. Otros vinieron vadeando el agua quince kilómetros desde Godelleta y los autobuses trajeron de sopetón 1.500 voluntarios de Valencia que no lograron acomodar. Desde Lodosa (Navarra) los ganaderos vinieron con los camiones en los que traen los toros llenos de enseres, y la peña taurina preparó comida en los corrales para miles de personas sin rastro de blancos, ni de azules.
La lección eran ellos. «Ojalá podamos seguir así», remata Sandra Castillo. Tras consultar con la alcaldía, la concejala descarta posar en la foto con sus compañeros de trabajo en la tragedia. «No queremos mezclar riada y política», se excusa la alcaldesa Amparo Fort ante la petición de ABC de participar en el reportaje.
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