El médico del Papa asegura que Francisco estuvo a punto de morir en la crisis del 22 de febrero: «Tuvimos que elegir entre dejarlo ir o probar con todo»
El doctor Sergio Alfieri, quien se ha encargado de la salud del Pontífice, ha explicado en una entrevista que tuvo que tomar la decisión «detenernos o correr el altísimo riesgo de dañar otros órganos»
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El Papa sufre una nueva crisis por un «episodio de vómito con inhalación»

En una entrevista publicada por el diario italiano 'Corriere della Sera', el doctor Sergio Alfieri, el médico que ha supervisado el tratamiento del Papa, narra las dos ocasiones en las que «Francisco estuvo en peligro de muerte» durante la reciente hospitalización. Asegura que cuando ... este domingo lo vio salir del hospital, de alguna forma fue como verlo «de nuevo convertido en Papa».
El momento más delicado tuvo lugar el sábado 22 de febrero, cuando de repente sobrevino al Pontífice un ataque de broncoespasmos. Le faltaba el aire y empezó a pedir ayuda. «Nos dimos cuenta de que corría el riesgo de no sobrevivir», asegura Alfieri.
En aquellos instantes dramáticos tuvieron que «elegir entre detenernos y dejarle marchar o forzar e intentarlo con todos los fármacos y terapias posibles, corriendo el altísimo riesgo de dañar otros órganos», confía Alfieri. «Inténtalo todo, no te rindas», le pidió el «asistente sanitario» del Papa, Massimiliano Strappetti. El enfermero Strappetti es quien «conoce perfectamente lo que el Papa quiere» y tiene la última palabra en estas situaciones de emergencia. «Nadie se dio por vencido y al final tomamos ese camino», resume el médico. De aquellos instantes, Alfieri recuerda que Francisco «me apretaba la mano durante unos minutos como buscando consuelo».
La oficina de prensa del Vaticano explicó ese día que el Papa Francisco había tenido «una crisis respiratoria asmática prolongada, que ha requerido la aplicación de oxígeno a alto flujo. Los análisis de sangre de hoy también mostraron una plaquetopenia, asociada a anemia, que requirió la administración de transfusiones de sangre». El comunicado precisaba que el Papa tenía «más dolor» y que los médicos habían establecido el «pronóstico reservado».
El Papa se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo, «fue plenamente consciente incluso cuando empeoraba». «Aquella noche fue terrible, porque él sabía, como nosotros, que podía no pasar la noche. Vimos cómo sufría». «Durante días nos arriesgamos a que sufriera daños en los riñones y la médula, pero seguimos adelante, el organismo respondió al tratamiento y la infección pulmonar remitió», detalla.
La segunda crisis
Unos días más tarde se produjo el segundo episodio grave. «Mientras comía, inhaló vómito. En estos casos, si no se le socorre rápidamente, se corre el riesgo de muerte súbita o de complicaciones en los pulmones, que eran los órganos más comprometidos. Fue terrible, realmente pensamos que no lo conseguiríamos». El boletín médico de esa noche resumía así la situación: «A primera hora de la tarde de hoy, tras una mañana alternando fisioterapia respiratoria con oración en la capilla, el Santo Padre presentó una crisis aislada de broncoespasmo que, sin embargo, derivó en un episodio de vómitos con inhalación y un empeoramiento brusco del cuadro respiratorio. El Santo Padre fue rápidamente broncoaspirado y se inició la ventilación mecánica no invasiva, con una buena respuesta en el intercambio de gases. El Santo Padre permaneció alerta y orientado en todo momento, cooperando con las maniobras terapéuticas. El pronóstico, por tanto, sigue siendo reservado».
En el diálogo, el médico del Papa confía que uno de los aspectos que salvó a Francisco fue que era consciente de lo que estaba pasado. «Puedo decir que dos veces la situación estaba perdida y luego ocurrió como un milagro. Por supuesto, era un paciente muy cooperativo. Se sometió a todas las terapias sin quejarse nunca», añade. «En el pasado, cuando hablábamos, le preguntaba cómo consigue mantener este ritmo y él respondía: 'Tengo método y regla'. Aparte de un corazón muy fuerte, tiene unos recursos increíbles. Creo que el hecho de que el mundo entero rezara por él también ayudó».
Asimismo revela que cuando el Papa ingresó en el hospital «sentía dolor», pero sobre todo «se sentía contrariado». «En pocas horas, sin embargo, recobró el buen humor». «Está físicamente cansado, pero tiene la cabeza de una persona de cincuenta años».
Sobre la nueva etapa, dice que le ha pedido que «evite el contacto con grupos de personas o con niños que puedan ser vehículos de nuevas infecciones». «Cuando se marchó hablamos y prometimos no malgastar esfuerzos. Pero él es el Papa, nosotros no podemos dictarle lo que debe hacer».
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