Laurent Simons empieza un doctorado en Física Cuántica con 12 años
Tiene un cociente intelectual superior a 145, acabó la Secundaria con 8 años, se licenció en Amberes ytambién se ha graduado en Ingeniería Eléctrica. Sueña con «hacer inmortales a las personas» para ayudar a sus abuelos
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No es cierto que Einstein suspendiese la asignatura de Matemáticas en el colegio. Su hermana Maja recordaba que en Munich, a los doce años de edad, «se olvidaba de jugar y de sus compañeros de juegos para permanecer interminables días sentado, a la búsqueda de ... la solución de problemas de álgebra que él mismo inventaba». Discutía sobre teoremas con su tío Jakob, que le regalaba libros mucho más avanzados que los del colegio, con los que se aburría, y con el estudiante de Exactas de 20 años Max Talmud, al que sus padres invitaban a cenar cada jueves. Llevaba colgada al cuello una brújula con la que su padre había logrado entretener al inquieto Albert durante una convalecencia y se proponía esclarecer la misteriosa fuerza que hacía girar aquella aguja.
Ahora acaba de llegar a Múnich otro chaval de doce años con obsesiones comprables a las del genio de cabello desmadejado. Laurent Simons, belga-holandés, que terminó la secundaria con 8 años y se ha graduado en Física en la Universidad de Amberes, comienza un curso de doctorado en el Instituto Max Planck de Garching, cerca de Múnich.
Allí se le permitió participar en un proyecto de investigación y utilizar un láser para detectar las células cancerosas más pequeñas en la sangre. «No me ha parecido tan difícil», dijo tras terminar el experimento, «sé mucha teoría, solo tengo que aprender a aplicarla en la práctica, por lo que un doctorado aquí puede ser muy interesante. Voy a pensar mucho sobre esto este verano. En todo caso, siento que todavía no he alcanzado mi máximo» dijo al despedirse de Múnich.
La experiencia fue muy positiva y sirvió de aval para el arriesgado proyecto de doctorar a un niño, a su regreso a la capital bávara. Sus padres lo habían intentado antes en otras universidades que lo rechazaron por no contar con protocolos de actuación con menores. Porque ser superinteligente no significa precisamente que la vida sea más fácil. Laurent tiene un cociente intelectual de más de 145 y se ha visto obligado a pasar de una escuela a otra desde su más tierna infancia, víctima de un sistema educativo que no está preparado para gestionar casos como el suyo.
Un juego
Su padre, Alexander Simons, que hubo de renunciar al sueño de que Laurent se hiciese dentista y heredase su consulta, decidió que la huida tenía ser hacia adelante, de manera que el niño se presentó por libre a exámenes, dejó la escuela primaria a la edad de seis años y tras graduarse 'summa cum laude' en Física, para entretener la espera de una plaza de doctorado, ha estudiado Ingeniería Eléctrica en Eindhoven, en los Países Bajos. Lo despachó en unas semanas.
Si a Einstein le obsesionaban los campos electromagnéticos que rigen el funcionamiento de la brújula, a Simons le fascina la posibilidad de reemplazar partes del cuerpo humano por sustitutos prefabricados. «Sueño con hacer inmortales a las personas, o al menos permitir que vivan durante mucho más tiempo», describe sus objetivos, «de esta manera podría ayudar a mi abuela y a mi abuelo, que tienen enfermedades cardiovasculares».
«Tan pronto está jugando a videojuegos como dando conferencias sobre mecánica cuántica en la mesa de la cocina, en las que no entiendo la mayor parte», dice su madre, Lydia, «para él todo forma parte de un juego, porque solo es un niño».
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