El lastre del Erasmus en España: el país dormitorio de Europa al que le cuesta más salir
En la última década recibimos un 40% más de alumnos y profesores extranjeros de los que enviamos.
La barrera económica frena nuestra movilidad y, el universitario que viene, no siempre lo hace por motivos académicos
Las becas Erasmus se quedan cortas ante la inflación
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Un año más, España es el país preferido por estudiantes y personal docente para realizar su Erasmus. El dato lo hizo público hace unos días el Ministerio de Universidades, recordando una realidad que no se suele comparar con la de otros países europeos ni ... tampoco analizar más allá del eterno cliché de la 'spanish fiesta' por la que el alumno internacional se sentiría atraído. La estancia universitaria en nuestro país tiene fama de 'año sabático' pero, ¿existe un perjuicio académico o económico sobre el estudiante patrio? ¿Somos un destino-estrella que se ha olvidado de sus propias matrículas?
En la última década, y según datos de la Comisión Europea, han sido cuatro los países que se han situado a la cabeza tanto en recepción como en envío de estudiantes fuera de sus fronteras: España, Francia, Alemania e Italia. Sin embargo, hay grandes diferencias entre ellos. El país galo es el que presenta un mayor desequilibrio: los alumnos enviados fuera (936.235) superan ampliamente a los que acogen en sus instituciones educativas (580.629). España se encuentra precisamente en el lado opuesto a la situación francesa pues, en nuestro caso, los alumnos recibidos desde 2014 (1.201.221) suponen un 40% más de los enviados (860.247). Más aún, de todos los países que participan en el programa el nuestro es el que tiene una mayor diferencia entre erasmus entrantes y salientes. Somos el hostal universitario de Europa.
Hay varias lecturas que se pueden hacer del escenario. En primer lugar, habría que examinar el grado de «internacionalización» de las universidades nacionales, apunta Miguel Ángel Sancho, presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación. Es decir, para ver si verdaderamente un país está atrayendo talento extranjero por su calidad académica, más que en la cantidad de erasmus que acogemos, habría que detenerse en otro indicador: el número de alumnos de fuera que se matriculan de forma ordinaria (fuera de programas de movilidad, como Erasmus). Para responder a la pregunta hay que buscar los datos en el último informe de la CRUE, la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas.
El radar de la excelencia
Allí se dice que los estudiantes internacionales con matricula ordinaria en las universidades privadas representan el 14,7%, mientras que en la universidad pública el porcentaje es del 4,1%. La conclusión es que la privada goza de mejor fama en el extranjero con nombres que sobresalen como la Universidad de Navarra en los grados o el IESE en los máster. Pero otro dato a tener en cuenta es que la mayoría de estos estudiantes vendrían de Latinoamérica o del Caribe. Esto es: de zonas del mundo en las que, en términos generales, los indicadores académicos están por debajo de los españoles.
Sancho refiere que, aunque el dato de «internacionalización» ha ido mejorando en los últimos años, no nos podemos olvidar de que el profesorado español no es demasiado propenso a abandonar nuestras fronteras, ni a través de Erasmus ni otro tipo de programas de movilidad.
En relación a nuestro 'saldo negativo', Sancho opina que en España es determinante la barrera económica que sufren los alumnos pues, «el nivel socioeconómico del universitario español, sigue siendo bajo». Alfonso Gentil, director de Sepie (Servicio Español para la Internacionalización de la Educación), recuerda que las becas varían en función del destino escogido y que se acaban de aprobar nuevas «ayudas de viaje» para mitigar el esfuerzo que muchas familias hacen para que los jóvenes puedan disfrutar de un año de estudios en otro país de la Unión Europea. Por su parte, Francisco López Rupérez, que es investigador en política educativa y expresidente del Consejo Escolar de Estado, cree que la Administración debería mejorar su sistema de becas –vinculándolo tanto a la renta como al nivel socioeconómico– y opina que dicho apoyo sería mucho más útil que «ese bono cultural indiscriminado de 400 euros que, con intención incierta, regala el Gobierno cuando los jóvenes cumplen 18 años».
Además de la barrera que tiene que ver con el nivel de renta, Sancho menciona la «complejidad burocrática», el papeleo interminable que provoca que algunos estudiantes se lo piensen dos veces antes de comenzar a tramitar la beca Erasmus.
Mayor empleabilidad
Con todo, hay que tener en cuenta la población de cada uno de los países y matizar que aunque España podría salir mucho más, en la última década 'envió' 860.247 estudiantes gracias al programa Erasmus. Con motivo de su 30 aniversario, se realizó un estudio en el que se concluyó que los estudiantes españoles que lo habían hecho habían mejorado su empleabilidad y habrían reducido en un 23% la tasa de paro.
Parece haber consenso en que la salida del universitario –y el docente– es positiva, pero ¿pueden las aulas verse rezagadas por la presencia de una comunidad erasmus sobredimensionada?¿Supone un sobreesfuerzo para los centros que acogen? Según responde Sepie a este periódico, no hay una subvención específica a las universidades por la recepción de alumnos internacinales pues las ayudas del programa Erasmus se limitan a las becas que reciben los alumnos y que distribuye la propia facultad.
El director de esta agencia, que depende del Ministerio de Universidades, insiste en que la convivencia en el aula entre estudiantes españoles y erasmus es en sí una forma de «internacionalizarse»y considera que no se puede desdeñar, desde el ángulo económico, el gasto que estos alumnos hacen en nuestro país. El filósofo y pedagogo Gregorio Luri prefiere centrarse en el ángulo universitario.
Con los datos de los 'saldos' en la mano, Luri juzga el escenario como «preocupante» y dice que en ocasiones da la sensación de que nuestros estudiantes «no quisieran romper el cordón umbilical».
A las limitaciones socioeconómicas añade las lingüísticas y, sobre el atractivo de la univerdiad española, cree que la motivación de los que vienen «más que académica, es nocturna». El cliché de la 'spanish fiesta', al final, siempre vuelve.
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