EN TORRENT
Un pabellón improvisado de cien policías voluntarios y con lo puesto
Cinco mossos habilitan un centro de recepción de víveres y alojamiento para otros agentes, sobre todo, catalanes y vascos, para ayudar a las víctimas de la DANA
En Torrent sólo preguntan por Izan y Rubén, los dos niños desaparecidos
«Gracias a Dios sólo sacamos mierda y barro». Ese fue el balance del 'nagusi' (jefe, en euskera) tras salir de Catarroja en la parte trasera de una furgoneta con barro hasta las orejas. El ertzaina, junto a otros agentes de la Policía ... vasca y de los Mossos d'Esquadra, venía de habilitar un centro de distribución de alimentos en la Falla Filiberto Rodrigo. Su presidente, Juan, cedió el local y hasta allí se dirigieron los policías para limpiarlo y llenarlo de víveres. Sólo llegar hasta el municipio fue una odisea. No sólo por el caos tras la riada, sino por los recientes controles con órdenes incoherentes, que dificultan los accesos, pese a que los agentes trabajan en coordinación con los Cuerpos locales.
Muchos policías, sobre todo catalanes y vascos, se encuentran en la Comunidad Valenciana como voluntarios y ni si quiera pueden lucir los escudos de sus respectivos Cuerpos. Han pedido días de descanso para venir a ayudar a los miles de afectados por la DANA porque no tienen autorización para hacerlo por la vía oficial. Los primeros en llegar al territorio fueron siete mossos, bajo el mando de David Lijarcio, presidente de la asociación Copland. Lo hicieron el miércoles, 30 de octubre. Pocas horas después de la riada. Tras ayudar en Paiporta, en los momentos más críticos, se desplazaron hasta Torrente. Cinco de ellos durmieron con lo puesto en el pabellón Toll i L' Alberca que ahora, además de centro de recepción de víveres para su posterior distribución, se ha convertido en base de casi un centenar de agentes que se están dejando la piel para que los valencianos dejen de estar sepultados en el barro. En su mayoría, mossos y ertzainas. Pasear por cada calle es como hacerlo por una tierra asolada por la guerra. En este caso «tras un tsunami», apunta el mosso Albert Palacio.
Lo único que impide caer en la absoluta desesperación es la humanidad. La de quienes se dejan el alma por ayudar, como los policías pero, sobre todo, de quienes lo han perdido todo y aún así se vuelcan con los voluntarios. Ayer, en Masanasa, fueron varios los ertzainas que se 'rompieron' por el café que Paula se empeñó en traerles. Subió hasta un tercer piso para hacerse con cucharillas para el azúcar y de allí bajó con un bizcocho que le habían regalado. Algunos de los policías, ante la impotencia de no poder hacer más para ayudar, siendo necesaria maquinaria pesada, acabaron abrazándose a Paula, que tardó escasos segundos en ver las lágrimas en los ojos del 'nagusi'. No fue el único. R., también ertzaina, y sus compañeras e incluso Jordi, un voluntario que se unió a la expedición cuando Albert regresó a Arenys de Munt (Barcelona) para recargar la furgoneta de alimentos -donaciones de sus vecinos- y regresar a Torrente, este pasado martes. Al avanzar por la AP-7 podían verse diversos carteles que alertaban de las afectaciones por la DANA y también el gran trabajo para liberar vías afectadas en tan poco tiempo. Al llegar, pasada la medianoche, el pabellón era el hogar de decenas de policías agotados tras deslomarse limpiando barro, sacando coches atrapados en garajes inundados, o intentando localizar cuerpos de desaparecidos.
Con el paso de los días, completos desconocidos se han convertido en compañeros, en hermanos. En una cadena que funciona a la perfección. Coordinada. Ayudando de forma efectiva. El pabellón de Torrente es el hogar que los cobija -ronquidos incluidos- y no hay colchoneta, palé, o vestuario que le resten pizca de humanidad.
El humor hace el resto. La impotencia, la desesperación, la rabia ante la falta de recursos para que sus tareas sean más afectivas para los afectados la suplen agarrándose a la mejor medicina.
Desaparecidos
Sacando coches de un garaje anegado en la calle Huelva de Catarroja, con la ayuda de un 4x4, Jordi notó algo en su pie. Flotaba y pesaba mucho. Resultó ser un peluche, pero el susto fue mayúsculo.
Ni los policías ni nadie puede olvidar que aún quedan decenas de desaparecidos por localizar. Cuando cae la noche se reprochan no poder haber hecho más. Ayer por la tarde, a las afueras de Masanasa, la UME y la Canina se afanaban en encontrar cuerpos. El martes, mossos y ertzainas fueron los primeros en despejar la calle de Dolores, de 74 años, en Catarroja. «¿Tenéis algo de comer?», preguntó, tras bajar por primera vez de su piso. Sí, lo tenían porque los policías -entre ellos el mosso que abatió al terrorista de Las Ramblas- ya habían montando un centro de distribución de alimentos en un bajo cercano.
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