Juan Pablo Gallego: «El daño que provoca el abuso es un balazo en el aparato psíquico»
abogado argentino de víctimas de abusos
Se enfrentó a los 30 despachos más influyentes de Buenos Aires para llevar a la cárcel a un mediático cura que había abusado de menores. Ahora se incorpora al equipo que investiga los casos que se han dado en el seno de la Iglesia española.
El padre Julio Grassi era una personalidad en Argentina. Sacerdote, comunicador, referente social. Su fundación «Felices los Niños» llegó a acoger a más de cinco mil menores de la calle. Además, era muy poderoso. Nunca faltaba el padre Grassi entre las cuatro o ... cinco personas que eran invitadas a todas las juras presidenciales, fuera cual fuera el color político del candidato.
En 2002, el joven abogado Juan Pablo Gallego preparaba un juicio en su despacho con la única compañía de una pequeña televisión. Era tarde. En los programas de máxima audiencia unos niños contaban ante la cámara cómo el padre Grassi había abusado sexualmente de ellos. El sacerdote, alertado de lo que iba a suceder, estaba en otro canal insultando a los niños y despreciando sus argumentos. Cuando, avisado por un confidente, supo que la policía se dirigía a la televisión a detenerle, escapó en el maletero de un coche, según cuenta Gallego. No cambió aquello la opinión pública sobre él, que se puso de su parte y comenzó a revictimizar a aquellos menores.
«¿Quién defenderá a estos niños?», se preguntaba el joven abogado. No imaginaba entonces que, después de ver como eran despreciados y arrollados por una enorme máquina mediática, sería él mismo quien llevaría a Grassi ante el juez. Tras un tortuoso proceso judicial de quince años, consiguió una condena a la cárcel justo por ese mismo tiempo. Fueron años difíciles. Grassi contrató para su defensa a 30 despachos de abogados de Argentina. Además, Gallego y los chicos a los que defendía recibieron intentos de soborno y amenazas. Hasta tal punto que el abogado llegó a reunirse con el presidente Néstor Kirchner y el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, para reclamar su seguridad con una única premisa: «¡Qué no maten a nadie!»
Aquel joven abogado en 2002, ha acumulado desde entonces una gran experiencia en el trabajo con víctimas de abusos de todas las edades que ha plasmado en una decena de libros. Ahora se ha sumado al equipo de trabajo que, organizado por el despacho Cremades & Calvo Sotelo, investiga los casos de abusos en el seno de la Iglesia católica a petición de la Conferencia Episcopal. Nos recibe en la sede del bufete, en un reciente viaje a Madrid.
—¿Ha percibido un cambio de actitud entre el Bergoglio arzobispo de Buenos Aires y el Papa Francisco?
—Creo que es un Papa con un perfil más político. Una persona muy involucrada en la cuestión social y política y el tema de los abusos le ha explotado, primero en Argentina y después en el Vaticano, tras los primeros pasos que dio Benedicto XVI. Quizá no era la vocación que habría soñado como eje de su pontificado, pero lo está intentando resolver.
—¿Cuál va a ser su aportación al equipo de trabajo en la auditoría?
—Tengo mucha experiencia de trabajo con las víctimas, tanto en la identificación y trato con ellas como en la reparación. Mi aportación será aplicar la metodología de trabajo que ya he probado en otros casos, hacer una sistematización en la valoración de las víctimas. Con toda la información recogida de las abusados —de las que hemos entrevistado en el despacho, las que se han comunicado por correo electrónico, las que han identificado a su agresor, las que ya han tenido un proceso judicial o las que constan en los registros de la Iglesia— voy a realizar un mapeo global que nos de una imagen exacta del problema, para cuantificar y valorar la profundidad de cada delito.
—¿Por qué las víctimas denuncian tan tarde?
—La disociación es un fenómeno que explica la denuncia tardía. Es un fenómeno que permite que puedas convivir con ese desastre, haciendo una vida aparentemente normal. Te permite avanzar quitando de tu aparato psíquico ese episodio y tener una pareja, formar una familia, un trabajo de éxito… Pero a largo plazo, si no lo resuelves, esa disociación es destructiva, en un momento implosiona. En otro caso de abusos en que trabajé, esta vez de un profesor de un prestigioso colegio laico, me encontré con personas de 40 a 50 años, de clase alta, empresarios de éxito, con familias armadas. Pensaba, ¿quién tiene necesidad en esas circunstancias de reconocer que le abusaron de niño? Pero lo hacían. Los tenía en mi despacho y sentía que se habían remitido a la infancia, era como entrevistar a unos niños.
—¿Cómo afecta a las víctimas el abuso?
—El daño que provoca un abuso es un balazo en el aparato psíquico. Más grave si cabe, cuando hablamos de un abuso sexual eclesiástico, porque hay una asimetría, un abuso de la confianza. Que un niño sea asaltado por un desconocido en una parada de autobús es horrible y debe penalizarse con igual fuerza, pero imagina el descalabro que genera en la psiquis que el abuso venga de alguien que es una referencia para ti. Y que precisamente se aproveche de eso para satisfacer sus deseos. Provoca una confusión enorme en el niño, lo desquicia, le lleva a que lo mantenga en secreto, a la culpa.
—¿Cómo ocurrió con Grassi?
—Ahí, no solo era el párroco, la persona en quien tus padres te dicen que confíes, era además uno de los más populares de Argentina y además, ante unos niños de la calle. ¿Quién no hubiera querido que Grassi fuera su papá? [Obviamente antes de que se conociera todo]. El abuso provoca un daño irreversible que sólo repara la verdad. Como abogado de víctimas es lo que he podido comprobar, ese clic que se logra cuando se consiguen resultados.
—¿Cómo van a concretar esa reparación de las víctimas?
—Lo primero que necesita una víctima es la verdad. Es la primera reparación. Que la Justicia, y la Iglesia en estos casos reconozcan lo que pasó y que estuvo mal. El ofensor, o la institución deben decir «te creemos», pedir perdón, reconocer que no debió ocurrir y que le perjudicó. Luego vendrá lo que, jurídicamente, se denomina una reparación integral. Eso es importante y también lo estamos trabajando, pero te aseguro que de todas las víctimas que asistido, ninguna me ha venido preguntado ¿Juan Pablo, cuánto nos vamos a ganar con esto? En la psicología de una víctima, lo importante es la otra reparación.
Reparación
«Lo primero que necesita una víctima es la verdad. Que la Justicia, y la Iglesia reconozcan lo que pasó y que estuvo mal»
Juan Pablo Gallego
Abogado
—En ese sentido, sería muy importante que los obispos españoles se reunieran con las víctimas.
—Sí, porque justamente son las figuras que reparan. Además, muchas de las personas abusadas son creyentes, y lo que les ocurrió también afectó a su fe. Quizás los no creyentes piensen que este aspecto es una tontería, pero es un elemento muy importante. Por eso, es necesario que muchos obispos que han cometido errores, que no vieron o creyeron no ver, que no han estado a la altura, les digan a las víctimas: «sé lo que ocurrió y como obispo tengo que pedirte perdón en nombre de la Iglesia». No te das una idea de lo importante que es eso.
—Javier Cremades explicó a este diario que la Conferencia Episcopal le había pedido que la auditoría llegara hasta al final, pero ya han surgido algunas voces que ponen en duda que los archivos se abran por completo, ¿Cómo van a solucionar estos problemas?
—Nuestra política es que se abran los archivos. Pero es cierto que es un tema que sigue incomodando a algunas personas de la Iglesia. Hay una mirada más abierta de algunos que reconocen que es un problema y que hay que afrontarlo con la verdad y están dispuestos a mostrarlo todo. Pero hay otros que han participado también en la herida, aunque sea desde el otro lado del mostrador, y todavía tienen resistencia. Nuestro trabajo es quebrar esa resistencia. Esto no es contra nadie, es a favor de la Iglesia, pero sobre todo, a favor de la sociedad y de las víctimas. Si logramos ese trípode, ayudaremos a hacer una mejor Iglesia en España. Ayudemos a las víctimas que sufrieron y reparémoslas. Demos a la sociedad la calma de que este tema se ha resuelto, ha tenido un cauce, que no se queda en decir «aquí no pasó nada» o en pedir perdón y ya está, sino en dejar un legado, un informe y un protocolo para que esto no vuelva a ocurrir.
—Los obispos españoles han criticado en varias ocasiones que sólo se investigue a la Iglesia, cuando en la práctica, los abusos que se le pueden atribuir es sólo un pequeño porcentaje de todos los que se dan en la sociedad.
—Es cierto que el abuso sexual ocurre en todos los planos. Pero hoy el foco está en la Iglesia y nosotros estamos trabajando en esto. No hay duda que les asiste la razón a los obispos cuando dicen «por qué nos miran a nosotros si esto ocurre en toda la sociedad». Pero aquí no hay ningún encono con la Iglesia. Es un problema importante y hay que abordarlo. Luego, esto mismo, deberá trabajarse en otros planos. Pero en el caso de la Iglesia hablamos del fenómeno del abuso sexual en que una persona es un referente, y nada menos que religioso, y que actúa para satisfacer sus deseos y desquicia a un niño. Hay que entender que hay una mayor responsabilidad, y eso se debe sanar.
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