El primado de Polonia
«Recuperar la memoria de las grandes figuras de su historia es una tarea cultural de primer orden para la Iglesia»
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![Imagen de Stefan Wyszynski besando las manos del Papa Juan Pablo II](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/05/23/primado-polonia-RlF3GaEmfUqoRiJkkrHduLL-1200x840@diario_abc.jpg)
Este viernes, 24 de mayo, se estrena en España la película «El Primado de Polonia», dirigida por Michał Kondrat, sobre la vida del gran cardenal Stefan Wyszynski, el hombre que guio a la Iglesia polaca durante el régimen comunista, a cuya ... fe, inteligencia y valentía rindió homenaje San Juan Pablo II en el primer viaje su patria natal, reconociendo que, gracias a él, un hijo de Polonia había sido llamado a sentarse en la silla de Pedro. Recuperar la memoria de las grandes figuras de su historia es una tarea cultural de primer orden para la Iglesia, frente a la desoladora ignorancia que campa a sus anchas entre buena parte del pueblo cristiano. Es también una forma de misión, porque estas figuras no hablan sólo hacia el interior de la Iglesia, sino que portan un mensaje para el mundo.
La película no abarca toda la trayectoria de Wyszynski, sino que comienza en el momento en que recupera la libertad después de tres años de detención, y se centra en el difícil diálogo que el Primado mantuvo con las autoridades comunistas con el fin de mantener un espacio de libertad para la Iglesia. En ese diálogo áspero y lleno de peligros el cardenal nunca hizo concesiones sobre la verdad, pero tuvo el realismo y la paciencia de quien mira la historia desde Jesucristo, cuya victoria pasó a través del sufrimiento y de la muerte. Nunca pretendió convertir a la Iglesia en un contrincante político del régimen y tampoco cedió a la tentación de demonizar a quienes le habían encarcelado. En cambio, fue muy consciente de que sólo un pueblo unido y consciente de las implicaciones sociales y culturales de la fe podría resistir frente a la colonización ideológica. Este realismo evangélico le valió incomprensiones y críticas, como refleja la película. Es cierto que su inmenso prestigio entre el pueblo las convirtió en poco más que anécdotas, pero es interesante el problema de fondo que plantean sobre la relación entre la Iglesia y el poder, especialmente cuando se trata de un poder totalitario que busca cambiar el tejido espiritual y ético de una nación, intento que en Polonia se saldó con un sonoro fracaso.
La película muestra también el corazón de pastor de Stefan Wyszynski, el modo en que acompañaba a todo tipo de personas en sus dificultades de cada día, su piedad sencilla, su austeridad de vida y su confianza invencible en que, a través de los meandros de una historia que no siempre podemos entender, Dios lleva a cabo su obra de salvación. Merece un comentario la sobria interpretación de Slawomir Grzymkowski. No era fácil encarnar una figura que tenía, al tiempo, el porte de un príncipe y la ternura de un padre, capaz de durísimas diatribas y también de sentido del humor.
Al contemplar la película me venían a la memoria unas palabras suyas que nunca deberíamos olvidar: «El futuro no es de quienes odian sino de quienes aman, la misión de la Iglesia en este mundo está lejos de haberse cumplido, por lo que sus servidores tendremos que sufrir pruebas y emprender siempre nuevas acciones». Un mensaje de enorme trascendencia para el presente de la Iglesia en Europa, tan lejos de cierto pesimismo agresivo como de banales complacencias.
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