La inmigración, cuestión de conciencia
La descristianización de las sociedades tal vez tenga que ver con la ausencia de sensibilidad para ver en el inmigrante alguien a quien amar como a uno mismo
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Si hay una cuestión compleja a la que la política no está ofreciendo una respuesta adecuada es a la de los procesos migratorios. No olvidemos que la inmigración es uno de los fenómenos que más está transformado la realidad social de Europa y de España. ... Entre otros factores afecta a la cuestión demográfica, a la política, social, económica y cultural. Existe una falta una reflexión sobre la relación entre la inmigración y el modelo económico y social, tal y como ha señalado la investigadora del Real Instituto Elcano, Carmen González Enríquez, en un reciente trabajo.
Estamos ante una realidad que hace que la Iglesia se esté convirtiendo en «signo de contradicción». Su discurso, que no es tan monolítico como parece, altera los fáciles esquemas que la identifican con la derecha o con la izquierda. No hay más que ver las reacciones ante las palabras del Papa el 28 de agosto, en la audiencia de los miércoles, cuando dijo que «hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los emigrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave». Dejo a un lado las repercusiones de esta afirmación para la conciencia personal y social. Moralistas habrá que aborden esta materia.
La inmigración es un asunto de Estado pero también es un asunto de conciencia personal y social. Se dice que la inmigración debe ser ordenada y regulada, pero nadie parece saber cómo hacerlo. Lo que está claro es que utilizar la inmigración como argumento electoral complica si cabe más la búsqueda de soluciones necesarias. Lo que no se puede negar a la Iglesia en España es que se haya remangado para acoger y dar una respuesta inmediata a las personas que llegan a nuestras fronteras. Su discurso puede que no sea todo lo pedagógico que se quisiera, pero la coherencia, incluso ante la quiebra del Estado, es intachable.
La descristianización de las sociedades quizá tenga algo que ver con la ausencia de sensibilidad para no ver en los inmigrantes a personas a las que hay que amar como a uno mismo, como dice el Evangelio.
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