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Japón inicia la segunda fase del vertido del agua tratada de Fukushima

Aunque la siniestrada central nuclear cumple los estándares internacionales, la descarga es muy criticada por China, que prohíbe la importación de pescado nipón

Las primeras 7.800 toneladas de agua residual de Fukushima ya están en el océano

Tanques que contienen agua radiactiva en la planta de energía nuclear Fukushima Efe
Pablo M. Díez

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Tras el primer vertido del agua procesada de la siniestrada central nuclear de Fukushima, este jueves ha empezado la segunda fase, que durará hasta el 23 de octubre, según informan los medios japoneses. Con una descarga diaria de 460 toneladas, la cantidad total que será desaguada al océano Pacífico alcanzará las 7.800 toneladas, igual que en la primera etapa entre el 24 de agosto y el 11 de septiembre.

De forma escalonada, la planta atómica pretende liberar durante los próximos años los 1,3 millones de metros cúbicos del agua con que riega tres de los seis reactores de la planta atómica, que se fundieron total o parcialmente por el tsunami que barrió el nordeste de Japón el 11 de marzo de 2011. Desde entonces, dichos reactores deben ser regados constantemente para que no se sobrecalienten y liberen radiactividad a la atmósfera. Pero el agua se contamina y, aunque pueden filtrarse hasta 62 nucleidos radiactivos, hay un elemento que es imposible eliminar: el tritio.

Con este isótopo del hidrógeno, que tiene 12,3 años de vida y una radiactividad débil, cada día se generan 100 metros cúbicos que se almacenan en los mil tanques construidos alrededor de la central. Al quedarse sin sitio para levantar más depósitos, Tepco, la compañía eléctrica que gestiona la planta, ha optado por verter el agua procesada el mar, como hacen el resto de centrales nucleares en todo el mundo de forma regulada y controlada.

Aunque el Gobierno de Japón y Tepco garantizan la seguridad del vertido, que ha recibido la aprobación del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), está siendo muy criticado por los pescadores de la zona, los grupos ecologistas y países vecinos como China, que ha prohibido la importación de pescado nipón.

Para apaciguar sus protestas, Tepco ha diluido el tritio en el agua procesada a un límite de 700 becquereles por litro. Dicha cantidad está muy por debajo de los 60.000 becquereles por litro que permiten los estándares internacionales y de los 10.000 que autoriza la Organización Mundial de la Salud (OMS) para consumo humano. Tras el primer vertido, la compañía anunció que las muestras de agua tomadas en diez puntos del Pacífico indicaban unos niveles de tritio de solo 10 becquereles por litro. Antes de comenzar la segunda fase, Tepco indicó el miércoles que la concentración de tritio en el agua tratada que iba a ser liberada era de 87 becquereles por litro, muy por debajo también de su propio límite y de las normas internacionales.

A través de una tubería con un kilómetro de largo, hasta marzo se descargarán en cuatro fases 31.200 toneladas de agua, lo que suponen cinco billones de becquereles. A tenor de Tepco, es menos de un cuarto de los 22 billones de becquereles que vertía anualmente la central de Fukushima 1 antes del tsunami. Tal y como explicaron a ABC fuentes del Gobierno nipón antes del verano, dicha cantidad también es inferior a la que desaguan otras centrales del mundo, como la china de Qinshan III (143 billones de becquereles en 2020), la surcoreana de Wolsong (71 billones en 2021), la española de Ascó I (25 billones en 2021) o la planta de reprocesamiento de La Hague en Francia (10.000 billones en 2021).

Pero el vertido del agua tratada de Fukushima se ha convertido en una cuestión política que, debido a su rivalidad histórica, está explotando China, paradójicamente uno de los países más contaminados del mundo. Además del veto a las importaciones niponas de pescado y marisco en su principal mercado exterior, que cayeron un 67 por ciento por la prohibición impuesta en los últimos días de agosto, en China se ha agudizado el sentimiento antijaponés. A tenor de la agencia de noticias Kyodo, la embajada nipona en Pekín había recibido hasta el 20 de septiembre más de 400.000 llamadas de queja, protesta o simplemente insultos por el controvertido vertido de Fukushima. Tras el inicio de la segunda fase, los teléfonos seguirán echando humo.

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