Irse de cañas con el cronómetro en la mano
Barcelona es la primera ciudad donde algunos bares aprovechan el tirón turístico y empiezan a regular el tiempo en las terrazas para hacer caja: media hora por consumición
![Un bar del Poblec Sec de Barcelona con indicaciones de limitación horaria](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/07/15/bares-R7lsv9QamWmNLAY46CDifbK-1240x768@abc.jpg)
Si quiere un café o una cerveza, tiene treinta minutos«. Es el nuevo 'dogma' que repite un buen número de camareros estos días en Barcelona. »No podemos atenderle«; »solo servimos comidas y cenas« se escucha con frecuencia en las terrazas de la ciudad condal ... desde que llegó el buen tiempo. »Es una manera de recuperar el dinero perdido –afirman–; no queda otra«. Y es que en temporada alta y después de dos veranos echados a perder por la pandemia, el sector de la restauración depende más que nunca de la recuperación del consumo y el turismo.
Miércoles. Siete y media de la tarde. Un grupo de cinco chicas pasea por el barrio del Poble Sec, en el distrito de Sants. Se detienen frente a una terraza y piden sitio. Lo primero que hace el camarero es preguntar qué tomarán. No lo tienen claro y las invita a marcharse. No puede «perder el tiempo», insiste. Indignadas, toman asiento en un local cercano. Una hora después, en su mesa pueden contarse hasta seis vermús, cuatro tapas y cinco pinchos. Mal negocio para el local anterior, desde luego.
Con la llegada de la pandemia la mayoría de bares y restaurantes bajaron la persiana y no se han terminado de recuperar del todo, asegura el sector. Estos últimos dos años han supuesto un gran reto para la restauración, que ha sufrido pérdidas multimillonarias y muchos locales se han visto obligados a cerrar indefinidamente. Es por eso que, en pleno verano de 2022, la recuperación pasa por aumentar la facturación. En este sentido, las últimas semanas se ha conocido que ciertos establecimientos rechazan clientes que no van a consumir demasiado, y otros imponen un máximo de media hora para tomar una cerveza y una hora y media para comer o cenar.
El Pincho J., en la barcelonesa calle Blai, es uno de los establecimientos que aplica esta medida. Las mesas de la terraza tienen un cartel pegado que indica la restricción horaria. Muchos clientes se dan la vuelta al percatarse y buscan otro bar que los atienda sin tener que estar pendientes del reloj. Sin embargo, la terraza sigue llena y la medida no parece indignar a todo el mundo por igual. Gustavo Mulet, cliente del Pincho J., opina que la gente debería «ser razonable» y aplicar el sentido común. «Si lo que vas a tomar no cuesta mucho, no deberías ocupar una mesa durante mucho rato», reflexiona. En el establecimiento no quieren dar explicaciones. «Esto es así y punto«, alegan.
Otros bares de la zona que no secundan la iniciativa opinan que es un «abuso» contra el cliente y competencia desleal. Josevi Lluch, camarero de La Tiza, afirma que los clientes suelen ser sensatos, e intenta recordar sin éxito alguna ocasión en la que alguien haya pasado horas sin consumir. De hecho, a según qué horas del día, bromea, alguien «con tanta jeta« les vendría bien, porque así no tendrían la terraza vacía.
Desde el Gremio de Restauración de Barcelona explican que esta es una práctica anecdótica a la que «se le está dando mucho eco» en los últimos días. Roger Pallarols, presidente de la asociación, aclara que en Barcelona y en la mayoría de ciudades de España, lo que se estila es «reservar mesas para las comidas« y »no servir según qué a determinadas horas«, pero lo de limitar el tiempo es algo nuevo.
Preguntado por la legitimidad del asunto, Pallarols explica que es una práctica cien por cien legal «siempre y cuando el consumidor sea advertido con anterioridad«. Sin embargo, expresa, el deseo del Gremio es que no se extienda porque atenta contra uno de los pilares fundamentales de la restauración, que es la comodidad del cliente. »Estos bares suelen encontrarse en barrios con un nivel de fidelización bajo«, afirma en relación a la clientela habitual de esos lugares, que no es otra que el turista. »No es algo agradable hacerle eso al visitante, considerando que la oferta gastronómica es uno de los principales atractivos de la ciudad«, lamenta. »Es como pegarse un tiro en el pie«, concluye.
Mientras tanto, apenas existe diferencia a primera vista entre los bares que tienen las terrazas cronometradas y los que no. En hora punta están igual de llenas, a pesar de que en los que sí calculan el tiempo el cartel lo deja claro: «Bebidas/drinks, 30 min.«
La mayoría de clientes responden que entre un local que les permita pasar la tarde y uno que les mete prisa prefieren el primero, pero tampoco es un objetivo prioritario. Como dice Pallarols, la mayoría de ellos son turistas, y utilizan los bares para descansar antes de seguir «pateando» la ciudad. Muchos ni siquiera ven el cartel, pero cuando se les avisa, tampoco le dan mucha importancia. El camarero no suele verse obligado a echar a nadie.
El humo se queda
En paralelo, las terrazas también son noticia por la decisión del Ministerio de Sanidad de paralizar la reforma de la ley del tabaco, que estudia ampliar los espacios sin humo e incluía los exteriores de los bares. Según ha explicado la Unidad de Tabaquismo de la Dirección General de Salud Pública, el Gobierno ha decidido no seguir adelante, por lo menos, en la presente legislatura.
La nueva ley iba a estar incluida en el Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2022-2025, cuyo borrador se presentó en diciembre de 2021. El horizonte fijado por la Organización Mundial de la Salud es reducir al 30% el número de fumadores en 2025.
La reforma pretendía reforzar la ley anterior y blindar los espacios sin humo. Algunas de las medidas que iba a implementar eran la prohibición de fumar en las terrazas de los locales. Con todo, la única medida contra el tabaco que se ha aprobado es la obligación de los fabricantes de hacerse cargo de la recogida de las colillas del suelo, que entrará en vigor en 2023. Preguntados los clientes de las terrazas de la ciudad pionera en activar el reloj para tomar una caña, los fumadores dan una respuesta unánime: el pitillo, al menos, está permitido. «Si nos quitan el cigarrillo y nos cronometran la birra, mejor quedarse en casa«, dice uno. Los restauradores también aplauden el freno a la medida.
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