En el epicentro de la epidemia de viruela del mono: «La situación es crítica, existe un riesgo real de explosión de casos»
Un equipo de Médicos Sin Fronteras en RDC cuenta cómo se intenta atajar el brote en un escenario con miles de desplazados y violencia
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Un equipo de Médicos Sin Fronteras muestra con fotos las lesiones de la viruela del mono en una campaña de concienciación
La vida no era fácil en la RDC, la República Democrática del Congo, antes de que estallara el brote de viruela del mono. Se le atribuyen medio millar de muertes a la mpox en lo que va de año, una cifra pequeña si se ... compara con los cientos de miles que han fallecido en ese mismo periodo de tuberculosis, malaria, sida o por malnutrición, los cuatro grandes males que aquejan al país. Y todo en medio de un estado fallido, envuelto en una oleada de violencia sin fin.
Con esta perspectiva, podría parecer una preocupación pequeña en comparación con otros problemas, pero a los equipos sanitarios que monitorizan la zona, como los de Médicos Sin Fronteras (MSF) la nueva amenaza de salud les preocupa y mucho. «La aceleración que está experimentando la epidemia nos preocupa. Se transmite de persona a persona de forma sostenida desde hace meses, tanto por vía sexual como por contacto doméstico cercano. Esto aún no lo habíamos visto en la cuenca del Congo», cuenta Bassiaka Ouattara, responsable médico del proyecto de MSF en Salamabila a ABC. Su equipo trabaja en una de las zonas más castigadas por esta nueva variante de viruela y muy próximo a Kivu del Norte y del Sur, uno de los epicentros de la epidemia en el continente africano.
La epidemia se piensa que comenzó en la RDC y desde allí se ha extendido con rapidez a, al menos quince países africanos.
La nueva variante del virus se está cebando con los campamentos de desplazados en los alrededores de Goma, en los Kivu, «donde la extrema densidad de población y la promiscuidad hacen que la situación sea muy crítica. Existe un riesgo real de explosión de casos, dados los enormes movimientos de población que entran y salen de la República Democrática de Congo», explica por correo electrónico a este periódico el responsable médico de Médicos Sin Fronteras.
Suplicar por las vacunas
La violencia de la zona actúa como gasolina para extender esta y otras epidemias. La identificación de los casos, el seguimiento de los pacientes y los cuidados disponibles son muy limitados. Faltan vacunas, material sanitario, test de laboratorio y medios para poder aislar a los infectados. «Solo podemos suplicar que las vacunas lleguen al país para que podamos proteger a las poblaciones de las zonas más afectadas y a las personas de mayor riesgo como los trabajadores sanitarios que están en primera línea y los desplazados que se hacinan en campamentos», pide Bassiaka Ouattara.
Según el CDC africano, se necesitarían más de diez millones de dosis para hacer frente al brote.
El grupo de riesgo que más preocupa son los niños y las mujeres, sus principales cuidadoras, que en este nuevo escenario se han convertido en las principales víctimas del virus.
Los 'malditos'
Los sanitarios también trabajan contra otros enemigos invisibles: la desinformación y los bulos. Las lesiones en la piel que deja la viruela se han convertido en el último estigma contra el que luchar. Parte del trabajo de los sanitarios consiste en recorrer las poblaciones para convencer de que las marcas de la viruela no están en aquellos que están 'malditos'. «En algunas comunidades, la enfermedad está vinculada a prácticas místicas o de brujería que complica aún más el seguimiento de los consejos de salud pública», lamenta Ouattara quien insiste en que las vacunas son la última opción para detener la epidemia.