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La fiscalía italiana investiga a dos miembros más de la tripulación del 'Bayesian'

Además del capitán del yate, se hace también responsables de la serie de errores al oficial de máquinas y al marino de guardia, que se enfrentan a los cargos de homicidio múltiple involuntario

Segundo interrogatorio al capitán del Bayesian: ¿Por qué no se apretó el botón para sellar el velero?

Los fiscales a cargo de la investigación durante una rueda de prensa el 24 de agosto AFP
Ángel Gómez Fuentes

Ángel Gómez Fuentes

Corresponsal en Roma

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Son tres los miembros de la tripulación imputados en el proceso penal abierto por el naufragio del velero Bayesian, que se hundió en la noche del 19 de agosto, a causa de una fuerte tormenta frente al puerto de Porticello, a pocos kilómetros de Palermo, la capital de Sicilia. Junto al capitán neozelandés, James Cutfield, se envió también un 'aviso de garantía' para notificarle la imputación al oficial de máquinas Tim Parker Eaton, inglés de 56 años, y al marino Matthew Griffith, de 22 años, también inglés, que estaba de guardia la noche de la tragedia.

Los tres están acusados de homicidio múltiple involuntario y por naufragio negligente. Por el momento, la inundación de la sala de máquinas se considera como uno de los factores que causaron el hundimiento del velero que se produjo en apenas unos minutos, a las 4.10 horas de la madrugada. En principio, los investigadores han identificado a Cutfield, Griffith y Eaton como los tres miembros de la tripulación que podrían ser responsables de la cadena de errores humanos y comportamientos incorrectos en la noche de la tragedia.

No se descarta que se notifiquen nuevos avisos de garantía a otros miembros de la tripulación. Iban a bordo del velero 22 personas (10 tripulantes y 12 pasajeros). Siete fueron las víctimas, entre ellas el magnate inglés y propietario del yate Mike Lynch y su hija de 18 años; y 15 los supervivientes, entre ellos la esposa de Lynch, Angela Bacares.

 

Este martes fue interrogado el comandante James Cutfield, quien ejerció su derecho a no responder. Su reconstrucción de aquellos terribles minutos en el mar, mientras el velero se hundía a 50 metros de profundidad, fue facilitada a los investigadores cuando fue interrogado en otras dos ocasiones por la Fiscalía de Termini Imerese (Sicilia), como persona informada de los hechos. Sin embargo, tras ser imputado de naufragio negligente y homicidio múltiple, se acogió a la posibilidad que le otorga la ley de no responder a las preguntas del fiscal.

Los medios italianos destacan que el capitán permaneció en silencio, pero al no poder soportar la emoción y la tensión, rompió a llorar ante el magistrado Raffaele Cammarano, de la Fiscalia de Termini Imerese, encargada de la investigación. James Cutfield ha repetido en los interrogatorios: «No escapé, ayudé al salvamento». Ahora se prepara para regresar a su casa en Mallorca, donde vive con su esposa. Partirá una vez que reciba una copia de su pasaporte. Según explicó la Fiscalía, «la legislación italiana no obliga a los miembros de la tripulación a permanecer en Italia».

 

Responsabilidad de la tripulación

Según la Fiscalía, las responsabilidad del hundimiento del superyate es de la tripulación, comenzando por el capitán James Cutfield, quien subestimó el mal tiempo, dio la alarma con un retardo inexplicable y abandonó el barco, dejando seis pasajeros atrapados en el velero (el único tripulante que no se salvó fue el cocinero). El capitán dijo a los investigadores que no había notado el mal tiempo, pero los pecadores y testigos de Porticello lo desmienten. Estos afirman que mientras había una fiesta a bordo, a medianoche, la tormenta amenazaba con truenos y relámpagos que anunciaban el fuerte temporal. El oficial de máquinas, Tim Parker Eaton, era el responsable de una de las zonas que nunca debe inundarse, so pena de correr el riesgo de hundimiento.

La hipótesis de los investigadores es que las puertas estancas que separan la sala auxiliar de la sala de máquinas y otras salas de la cubierta inferior permanecieron abiertas durante los minutos previos al hundimiento. «Si el sistema de cierre automático hubiera estado en funcionamiento normal, los sensores, al detectar la presencia de agua, habrían cerrado las puertas herméticamente, garantizando la estabilidad del barco», subraya uno de los investigadores.

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