El Papa carga contra los negacionistas del cambio climático

Uno de sus capítulos más contundentes se refiere a la próxima Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, la COP28, que se inaugurará el 30 de noviembre en Dubái. Dirige duras palabras a los participantes e insinúa que la falta de velocidad que han demostrado en la transición hacia energías limpias «corre el riesgo de interpretarse sólo como un juego para distraer».

Recuerda que «cuando hubo voluntad, se obtuvieron resultados muy significativos, como ocurrió con la protección de la capa de ozono». «Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas», concluye el Papa. Estos son los mensajes principales del documento

El Papa avisa de que la crisis climática «no es una cuestión secundaria o ideológica sino un drama que nos daña a todos», y relaciona este frente con la protección de la dignidad humana. Lo dice porque «el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas...».

«Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, verde, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos», solicita. Afronta algunas 'fake news', como la de quienes dicen «que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento, pero olvidan que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo».

El Papa lanza una crítica contra quienes «con la pretensión de simplificar la realidad, responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados». «La realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres».

El Papa no acepta «ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica», que niegan que el cambio climático se ha acelerado a causa del desarrollo industrial. «Los elementos de origen natural que suelen provocar calentamiento, como las erupciones volcánicas y otros, son insuficientes para explicar la proporción y la velocidad de los cambios de las últimas décadas», explica.

Escribe que «en los últimos 50 años la temperatura aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años. En este período la tendencia fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados por década, el doble de lo ocurrido en los últimos 150 años. Desde 1850 hasta hoy la temperatura global aumentó 1,1 grados centígrados, fenómeno que se amplifica en las áreas polares. A este ritmo, es posible que en diez años alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados». «Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia», denuncia.

Según el Papa «algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles al menos por cientos de años, como el aumento de la temperatura global de los océanos, su acidificación y disminución de oxígeno. Las aguas oceánicas tienen una inercia térmica y se requieren siglos para normalizar la temperatura y la salinidad, lo cual afecta la supervivencia de muchas especies». También asegura que el derretimiento de los polos no podrá revertirse por cientos de años. «Hay factores que siguen adelante durante mucho tiempo, independientemente de los hechos que los hayan desencadenado, y por esta razón, «sólo estamos a tiempo de evitar daños todavía más dramáticos».

El Papa asegura, sin poner ejemplos concretos, que «suelen llamar la atención en las Conferencias sobre el clima las acciones de grupos que son criticados como radicalizados», en referencia a activistas climáticos. «En realidad ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana presión, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos», escribe. De cara a la próxima cumbre del clima pide que se fijen «formas vinculantes de transición energética», que sean obligatorias y se puedan medir.