Condenados 14 miembros de una secta por negarse a inyectar insulina y dejar morir a una niña de ocho años
Ha ocurrido en Australia y, entre los culpables, se encuentran los padres de la pequeña, Jason y Kerrie, que han recibido las penas más elevadas
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La pequeña Elizabeth Struhs murió en enero de 2022, cuando tenía apenas ocho años, en un colchón en el suelo de su casa en la ciudad australiana de Toowoomba, al oeste de Brisbane, días después de que su padre, Jason, afirmara que ya no necesitaba medicación para la diabetes tipo 1 y se negara a inyectarle insulina. Lo hizo alentado por la madre de la niña, Kerrie, y doce miembros más de una secta cristiana que han sido ahora condenados a distintas penas de prisión.
Los padres de la menor formaban parte de una pequeña secta cristiana basada en la Biblia conocida como 'Los Santos' y la dejaron morir convencidos de que Dios la salvaría, según explica la CNN. Tras ser declarados culpables el mes pasado junto con los otros doce miembros de la secta procesados, han sido condenados este miércoles a 14 años de prisión. No era la primera vez que los progenitores de Elizabeth eran juzgados por no brindar atención médica a su hija.
El líder de la secta, Brendan Stevens, ha recibido una pena de 13 años de cárcel, al considerarlo el Tribunal Superior de Queensland «un individuo peligroso y altamente manipulador». Los otros once miembros, que cantaron y rezaron mientras Elizabeth agonizaba, han sido condenados a entre seis y nueve años de prisión.
«Elizabeth sufrió una muerte lenta y dolorosa y todos ustedes son, de una forma u otra, responsables», ha escrito el juez Martin Burns en sus comentarios durante la sentencia.
Condena anterior
En 2019, Elizabeth, que entonces tenía 6 años, estuvo hospitalizada durante un mes tras enfermar gravemente de diabetes no diagnosticada ni tratada. En ese momento, su padre rechazó la insistencia de la secta en que Dios la curaría y finalmente llevó a su hija al hospital.
En esa ocasión, Jason Struhs se declaró culpable de «no haberle proporcionado a Elizabeth las necesidades básicas de la vida» y recibió una sentencia en suspenso tras testificar en contra de su esposa, que dijo ser inocente y recibió una condena de 18 meses.
Mientras Kerrie Struhs cumplía condena en prisión, la resistencia a entrar en la secta que su marido había mostrado durante 17 años se desmoronó, tal y como ha detallado en el juicio, y fue 'bautizado' como nuevo miembro del grupo. Fue solo el inicio de la tragedia que vendría a continuación, ya que Elizabeth murió apenas tres semanas después de que su madre saliera de la cárcel en libertad condicional. De hecho, la mujer informó a su agente de que volvería a negarle el tratamiento a su hija si tuviera la opción, aunque no intervendría si alguien intentaba ayudarla.
Vinculación con la sexta
La vinculación de los Struhs con la secta comenzó en 2004, cuando Kerrie comenzó a acercarse a Stevens y su mujer, Loretta. A medida que se estrechaba su relación, la madre de la pequeña comenzó a rechazar el tratamiento médico contra la diabetes, mientras que Jason se mantenía ajeno al grupo e insistió en continuar vacunando a sus ocho hijos.
Estas discrepancias provocaron fricciones en el matrimonio, hasta el punto de que Jason se trasladó al garaje «para evitar tensiones». Además, prefería los turnos de trabajo nocturnos para alejarse del ambiente familiar, hasta que decidió 'convertirse' y abrazó la misma 'fe' que su mujer.
Campaña de recaudación
Ahora, la hija mayor de la pareja, Jayde, ha creado una campaña en la plataforma GoFundMe para recaudar fondos para ayudar a sus hermanos a salir adelante. «A la edad de 16 años tomé la decisión de huir de casa y dejar atrás a mi familia debido a las creencias controladoras e impulsadas por el miedo de la secta a la que pertenecen mis padres», ha explicado la joven, ya mayor de edad.
«Llevaron la religión a sus extremos, separándonos del mundo real y de la familia que no creía en ella. Cuando empecé el instituto, no solo empecé a cuestionar sus enseñanzas, sino que también me di cuenta de mi sexualidad y supe que mis padres nunca me aceptarían. Desde de irme de casa he terminado el bachillerato, me he buscado mi propia vivienda, participo en el deporte comunitario y trabajo duro. Aunque mis padres me rechazaron, he intentado mantener el contacto porque me preocupaba por mis hermanos y esperaba ayudarlos algún día a llevar una vida normal», relata la joven.
En la plataforma, Jayde ha explicado que su «compañera Emma» y ella destinarán todo el dinero recaudado a «proporcionar cuidados continuos a los cinco miembros más jóvenes» de la familia para garantizar que sean acogidos en un hogar seguro y lleno de amor.
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